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Columnista - 1 diciembre, 2015

Dulzaides Bermúdez Díaz

En las escasas estaciones radiales que tenía Valledupar en 1970 se escuchaban incesantemente las canciones del artista de moda, Calixto Ochoa Campos, con ‘Palomita Volantona’, ‘El Gavilán Castigador’, ‘La Interiorana’, ‘Carrito Viejo’, estaban listas para ser presentadas al tercer Festival de la Leyenda Vallenata, el concurso pintaba como para alquilar balcón, allí estarían en competencia […]

En las escasas estaciones radiales que tenía Valledupar en 1970 se escuchaban incesantemente las canciones del artista de moda, Calixto Ochoa Campos, con ‘Palomita Volantona’, ‘El Gavilán Castigador’, ‘La Interiorana’, ‘Carrito Viejo’, estaban listas para ser presentadas al tercer Festival de la Leyenda Vallenata, el concurso pintaba como para alquilar balcón, allí estarían en competencia el propio Calixto, rivalizando con su gran amigo Nafer Durán y el jovencito Emilianito Zuleta Jr., al cual su mamá, Carmen Díaz, le sugirió que no se inscribiera para a esa contienda musical, ya que allí no tendría nada que hacer ante el toque y la fama de Calixto Ochoa.

Ochoa venía de un periplo musical de 10 años al lado de Los Corraleros de Majagual, por Venezuela, Centroamérica y Estados Unidos, desde su llegada fue el gran favorito, el guacharaquero y cantante que acompañaría a Emilianito era el aún desconocido Jorge Oñate.

Dulzaides apenas tenía 13 años de edad, residía con sus padres en el barrio San Joaquín de Valledupar, a donde llegó muy niña proveniente de su natal Villanueva. Bermúdez Díaz estaba feliz y encantada de la vida porque durante tres días tuvo la oportunidad de admirar en la tarima Francisco El Hombre a su amor platónico, el cual era ovacionado en cada intervención musical que hacía, ella quería tocarlo y sentirlo, pero las masas que lo cargaban y lo veneraban, no la dejaban acercar, a ella no le importaba, simplemente disfrutaba en la distancia a su rey.

Pero la astucia y malicia femenina salió a flote. Dulzaides se las ingenio y se fue al hotel Central que estaba ubicado en la carrera séptima, al lado del teatro Cesar, frente a las instalaciones de El Pilón, ahí estaba alojado Calixto, allí pudo balbucear algunas palabras con su ídolo. Su mamá Alicia Díaz no la dejaba ni a sol ni a sombra, por el acecho del gavilán castigador, en ese sitio se tomó una foto, la que conserva como un tesoro.

Un año después tuvo Dulzaides la oportunidad de estar cerca de Calixto, cuando el artista regresa a Valledupar con Los Corraleros de Majagual a actuar en la antigua caseta Brasilia, ubicada en la carrera novena cerca a la fuente de Coca-Cola, este sitio era propiedad del empresario musical Delio Cotes, allí compartieron fugazmente.

Después de ese efímero encuentro en Valledupar, ‘El Negro Cali’ siguió su exitosa vida musical por todo el continente. Dulzaides Bermúdez se casó y se separó, unión de la cual quedaron dos hijos, fueron veinte largos años sin saber el uno del otro.

1990, Dulzaides disfrutaba en Miami sus vacaciones como secretaria de Avianca, allí encontró al errante trovador, amenizaba una fiesta en una discoteca, sus miradas se cruzaron y volvió a arder la llama del amor.

Ambos separados, el, sin rumbo fijo, la invitó a Sincelejo. Dulzaides acepta y se convierte en guardiana celosa de su patrimonio musical y de su menguada salud la cual vigilaba, 24 horas, haciéndole cuatro sesiones de diálisis diarias.

Columnista
1 diciembre, 2015

Dulzaides Bermúdez Díaz

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Celso Guerra Gutiérrez

En las escasas estaciones radiales que tenía Valledupar en 1970 se escuchaban incesantemente las canciones del artista de moda, Calixto Ochoa Campos, con ‘Palomita Volantona’, ‘El Gavilán Castigador’, ‘La Interiorana’, ‘Carrito Viejo’, estaban listas para ser presentadas al tercer Festival de la Leyenda Vallenata, el concurso pintaba como para alquilar balcón, allí estarían en competencia […]


En las escasas estaciones radiales que tenía Valledupar en 1970 se escuchaban incesantemente las canciones del artista de moda, Calixto Ochoa Campos, con ‘Palomita Volantona’, ‘El Gavilán Castigador’, ‘La Interiorana’, ‘Carrito Viejo’, estaban listas para ser presentadas al tercer Festival de la Leyenda Vallenata, el concurso pintaba como para alquilar balcón, allí estarían en competencia el propio Calixto, rivalizando con su gran amigo Nafer Durán y el jovencito Emilianito Zuleta Jr., al cual su mamá, Carmen Díaz, le sugirió que no se inscribiera para a esa contienda musical, ya que allí no tendría nada que hacer ante el toque y la fama de Calixto Ochoa.

Ochoa venía de un periplo musical de 10 años al lado de Los Corraleros de Majagual, por Venezuela, Centroamérica y Estados Unidos, desde su llegada fue el gran favorito, el guacharaquero y cantante que acompañaría a Emilianito era el aún desconocido Jorge Oñate.

Dulzaides apenas tenía 13 años de edad, residía con sus padres en el barrio San Joaquín de Valledupar, a donde llegó muy niña proveniente de su natal Villanueva. Bermúdez Díaz estaba feliz y encantada de la vida porque durante tres días tuvo la oportunidad de admirar en la tarima Francisco El Hombre a su amor platónico, el cual era ovacionado en cada intervención musical que hacía, ella quería tocarlo y sentirlo, pero las masas que lo cargaban y lo veneraban, no la dejaban acercar, a ella no le importaba, simplemente disfrutaba en la distancia a su rey.

Pero la astucia y malicia femenina salió a flote. Dulzaides se las ingenio y se fue al hotel Central que estaba ubicado en la carrera séptima, al lado del teatro Cesar, frente a las instalaciones de El Pilón, ahí estaba alojado Calixto, allí pudo balbucear algunas palabras con su ídolo. Su mamá Alicia Díaz no la dejaba ni a sol ni a sombra, por el acecho del gavilán castigador, en ese sitio se tomó una foto, la que conserva como un tesoro.

Un año después tuvo Dulzaides la oportunidad de estar cerca de Calixto, cuando el artista regresa a Valledupar con Los Corraleros de Majagual a actuar en la antigua caseta Brasilia, ubicada en la carrera novena cerca a la fuente de Coca-Cola, este sitio era propiedad del empresario musical Delio Cotes, allí compartieron fugazmente.

Después de ese efímero encuentro en Valledupar, ‘El Negro Cali’ siguió su exitosa vida musical por todo el continente. Dulzaides Bermúdez se casó y se separó, unión de la cual quedaron dos hijos, fueron veinte largos años sin saber el uno del otro.

1990, Dulzaides disfrutaba en Miami sus vacaciones como secretaria de Avianca, allí encontró al errante trovador, amenizaba una fiesta en una discoteca, sus miradas se cruzaron y volvió a arder la llama del amor.

Ambos separados, el, sin rumbo fijo, la invitó a Sincelejo. Dulzaides acepta y se convierte en guardiana celosa de su patrimonio musical y de su menguada salud la cual vigilaba, 24 horas, haciéndole cuatro sesiones de diálisis diarias.