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Columnista - 29 abril, 2019

¿Dónde está nuestra historia?

Si la inversión y renovación de la emblemática plaza Alfonso López valió la pena o fue un simple adorno a la gestión del alcalde Tuto Uhía es carne de otro asador. Lo que sí se puede afirmar, es que la remodelación de la plaza mayor trajo consigo cierto aire de renovación necesario para una ciudad […]

Si la inversión y renovación de la emblemática plaza Alfonso López valió la pena o fue un simple adorno a la gestión del alcalde Tuto Uhía es carne de otro asador. Lo que sí se puede afirmar, es que la remodelación de la plaza mayor trajo consigo cierto aire de renovación necesario para una ciudad cuya infraestructura y malla vial se encuentran en estado deplorable.

Ciertamente, el lugar histórico de encuentro en el centro colonial ha adquirido una aspecto diferente, de alguna manera refrescante, tras largas décadas de franca obsolescencia y deterioro. Sin embargo, basta con más allá de la mencionada plaza para reencontrarnos con la realidad que vive el centro histórico. Casas con paredes de adobe agrietadas, andenes rotos, pobre iluminación y manchas de grafiti sin arte, con contenidos indescifrables, arruinando los lienzos blancos que constituyen las paredes coloniales.

Lo cierto, es que nuestro centro histórico se encuentra a años luz de otros similares en ciudades de la región caribe como la emblemática e histórica ciudad de Cartagena; la ciudad rivereña que lleva el nombre en honor a su cacique, Mompox; o la ciudad donde el rio Manzanares se encuentra con el mar, Santa Marta. Ciudades en donde se ha comprendido la importancia de las construcciones coloniales y se les ha otorgado una merecida restauración, acompañada de una exhaustiva investigación cobre sus constructores, antiguos habitantes y costumbres de las sociedades nativas y coloniales.

Aparte de unas cuantas placas postradas en paredes de algunas casas, la inversión por parte de los gobernantes locales ha sido mínima, optando por la construcción de elefantes blancos en forma del estadio o el aeropuerto local, cuya una única pista en malas condiciones.

Es muy grato que en días de fiesta entre acordeones, cajas y guacharacas, masas de turistas acudan a nuestra ciudad de todas partes del mundo para disfrutar y aprender sobre nuestra cultura. Sin embargo, más allá de aprenderse los aires del Vallenato y nombres de acordeoneros famosos, nadie se va con conocimientos sobre quienes somos en realidad los vallenatos. Muchos turistas y oriundos de estas tierras no sabemos quiénes eran los Chimilas, Euparis, Guatapuríes, Kunhuac o los Poponis, habitantes naturales de nuestras tierras. No conocemos la historia de los europeos Ambrose von Alfinger o Gonzalo Jiménez de Quesada, inclusive, tenemos desconocimiento de personajes importantes como María Concepción Loperena o Pedro Castro Monsalvo.

Valledupar necesita con urgencia la intervención a su centro histórico y la creación de un sitio idóneo para que tanto nativos como extranjeros se empapen de esta tierra, donde los textos de historia, como los mal cuidados archivos que datan de la época colonial, sean resguardados y nuestra historia como raza pujante sea expuesta al mundo. Valledupar necesita alguien que le ´´meta el diente al´´ centro histórico. Nuestra ciudad necesita recobrar su historia.

Columnista
29 abril, 2019

¿Dónde está nuestra historia?

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Ivan Castro Lopez

Si la inversión y renovación de la emblemática plaza Alfonso López valió la pena o fue un simple adorno a la gestión del alcalde Tuto Uhía es carne de otro asador. Lo que sí se puede afirmar, es que la remodelación de la plaza mayor trajo consigo cierto aire de renovación necesario para una ciudad […]


Si la inversión y renovación de la emblemática plaza Alfonso López valió la pena o fue un simple adorno a la gestión del alcalde Tuto Uhía es carne de otro asador. Lo que sí se puede afirmar, es que la remodelación de la plaza mayor trajo consigo cierto aire de renovación necesario para una ciudad cuya infraestructura y malla vial se encuentran en estado deplorable.

Ciertamente, el lugar histórico de encuentro en el centro colonial ha adquirido una aspecto diferente, de alguna manera refrescante, tras largas décadas de franca obsolescencia y deterioro. Sin embargo, basta con más allá de la mencionada plaza para reencontrarnos con la realidad que vive el centro histórico. Casas con paredes de adobe agrietadas, andenes rotos, pobre iluminación y manchas de grafiti sin arte, con contenidos indescifrables, arruinando los lienzos blancos que constituyen las paredes coloniales.

Lo cierto, es que nuestro centro histórico se encuentra a años luz de otros similares en ciudades de la región caribe como la emblemática e histórica ciudad de Cartagena; la ciudad rivereña que lleva el nombre en honor a su cacique, Mompox; o la ciudad donde el rio Manzanares se encuentra con el mar, Santa Marta. Ciudades en donde se ha comprendido la importancia de las construcciones coloniales y se les ha otorgado una merecida restauración, acompañada de una exhaustiva investigación cobre sus constructores, antiguos habitantes y costumbres de las sociedades nativas y coloniales.

Aparte de unas cuantas placas postradas en paredes de algunas casas, la inversión por parte de los gobernantes locales ha sido mínima, optando por la construcción de elefantes blancos en forma del estadio o el aeropuerto local, cuya una única pista en malas condiciones.

Es muy grato que en días de fiesta entre acordeones, cajas y guacharacas, masas de turistas acudan a nuestra ciudad de todas partes del mundo para disfrutar y aprender sobre nuestra cultura. Sin embargo, más allá de aprenderse los aires del Vallenato y nombres de acordeoneros famosos, nadie se va con conocimientos sobre quienes somos en realidad los vallenatos. Muchos turistas y oriundos de estas tierras no sabemos quiénes eran los Chimilas, Euparis, Guatapuríes, Kunhuac o los Poponis, habitantes naturales de nuestras tierras. No conocemos la historia de los europeos Ambrose von Alfinger o Gonzalo Jiménez de Quesada, inclusive, tenemos desconocimiento de personajes importantes como María Concepción Loperena o Pedro Castro Monsalvo.

Valledupar necesita con urgencia la intervención a su centro histórico y la creación de un sitio idóneo para que tanto nativos como extranjeros se empapen de esta tierra, donde los textos de historia, como los mal cuidados archivos que datan de la época colonial, sean resguardados y nuestra historia como raza pujante sea expuesta al mundo. Valledupar necesita alguien que le ´´meta el diente al´´ centro histórico. Nuestra ciudad necesita recobrar su historia.