Encontramos recostado y triste a Don Pilo. Y lo busco en su viejo castillo de pobres.
Encontramos recostado y triste a Don Pilo. Y lo busco en su viejo castillo de pobres.
No he vuelto a salir. Imagínate, mi vida es afuera, con la gente, acompañándola y es una forma de acompañarme. No puedo ver a mis niños.
Sí, pero no puedo decir de quien. Imagínate si llego a volver. Es que se me acercan muchos niños porque me ven gigante y cabezón, a los niños siempre le asombran los gigantes y pensarán que tienen hermanitos. Y, empezarán las sospechas y por buscar una mujer más bajita que yo me acusarán por reclutar menores. Viejas épocas.
Sí pero es como si fuera toda una vida recluido acá, alimentándome al mínimo, con los pocos mercados repartidos y no hallo oficio. Los niños se fueron a quedar con la mamá.
¡Ah! Es que la pandemia ha dado pa’ todo. Antes me pagaban a mí y no a los empleados y ahora les pagan a ellos, claro, porque ya no queda, y no a mí. Voy a ir a la Personería o al Defensor del Pueblo, porque de esto último ejercía yo en los barrios antes de la pandemia. Antes me sacaba a mí el periódico pa’ vender y ganar en circulación y como nadie compró el periódico en la cuarentena, entonces se olvidaron de mí. Hasta Safady escribió y pintó libro. Yo no. Ni los pobres…, este Pilo quiere una ‘pila’. Cata-pila solo ofrece Ana del Castillo.
Me dio y nunca se me ha pasado. Esa enfermedad lleva siete meses. Por más moringa y jengibre no se pasa.
No pero sí la gente. Pero me tienen condenado a no poder salir porque podría ejercer de ‘papanoel’ en vacaciones, en lo que vive ahora la gente, ya que la alcaldía dice que genero curiosidad y aglomeración y es paja; genero es quejas y esta peste ha servido para encerrar a las personas con sus problemas. Que el tubo se rompió y huele mal el agua de cañería, que la luz bajó pero de voltaje, que el recibo no se paga pero cuando vuelve viene al triple y yo de aritmética no sé; que me roban a mí y nunca al vecino, y que una pelea de perros escandalizó más que el picó de madrugada de pedro el escamoso cuando llega la policía.
Don Pilo, a que no sabes; te van a registrar en un editorial de EL PILÓN como el personaje de la pandemia.
A nuestros queridos lectores Don Pilo volverá, es nuestro personaje de la pandemia, el primer desempleado de Valledupar. Está sin ingresos y no ha podido recoger quejas en la calle, sin cédula la policía no le permitió mostrar el pico.
Termina diciendo, al despedirnos en su hamaca, preparándose para salir a escondidas de brujo contagiador de tristezas. En la noche, después de ver el Festival de Cine, va a evocar el espíritu genial del pintor Molina prometiendo decir:
“Me vine de Halloween, esa fiesta gringa que en cuarentena crearon este año los gringos para celebrar anticipadamente sus elecciones: los unos bembones sin tapaboca y nariz de aspirantes y los otros tapados y disfrazados de la felicidad de un triunfo del que apenas le saborean el dulce, pero aún no saben si le cogerán el corozo”.
Encontramos recostado y triste a Don Pilo. Y lo busco en su viejo castillo de pobres.
Encontramos recostado y triste a Don Pilo. Y lo busco en su viejo castillo de pobres.
No he vuelto a salir. Imagínate, mi vida es afuera, con la gente, acompañándola y es una forma de acompañarme. No puedo ver a mis niños.
Sí, pero no puedo decir de quien. Imagínate si llego a volver. Es que se me acercan muchos niños porque me ven gigante y cabezón, a los niños siempre le asombran los gigantes y pensarán que tienen hermanitos. Y, empezarán las sospechas y por buscar una mujer más bajita que yo me acusarán por reclutar menores. Viejas épocas.
Sí pero es como si fuera toda una vida recluido acá, alimentándome al mínimo, con los pocos mercados repartidos y no hallo oficio. Los niños se fueron a quedar con la mamá.
¡Ah! Es que la pandemia ha dado pa’ todo. Antes me pagaban a mí y no a los empleados y ahora les pagan a ellos, claro, porque ya no queda, y no a mí. Voy a ir a la Personería o al Defensor del Pueblo, porque de esto último ejercía yo en los barrios antes de la pandemia. Antes me sacaba a mí el periódico pa’ vender y ganar en circulación y como nadie compró el periódico en la cuarentena, entonces se olvidaron de mí. Hasta Safady escribió y pintó libro. Yo no. Ni los pobres…, este Pilo quiere una ‘pila’. Cata-pila solo ofrece Ana del Castillo.
Me dio y nunca se me ha pasado. Esa enfermedad lleva siete meses. Por más moringa y jengibre no se pasa.
No pero sí la gente. Pero me tienen condenado a no poder salir porque podría ejercer de ‘papanoel’ en vacaciones, en lo que vive ahora la gente, ya que la alcaldía dice que genero curiosidad y aglomeración y es paja; genero es quejas y esta peste ha servido para encerrar a las personas con sus problemas. Que el tubo se rompió y huele mal el agua de cañería, que la luz bajó pero de voltaje, que el recibo no se paga pero cuando vuelve viene al triple y yo de aritmética no sé; que me roban a mí y nunca al vecino, y que una pelea de perros escandalizó más que el picó de madrugada de pedro el escamoso cuando llega la policía.
Don Pilo, a que no sabes; te van a registrar en un editorial de EL PILÓN como el personaje de la pandemia.
A nuestros queridos lectores Don Pilo volverá, es nuestro personaje de la pandemia, el primer desempleado de Valledupar. Está sin ingresos y no ha podido recoger quejas en la calle, sin cédula la policía no le permitió mostrar el pico.
Termina diciendo, al despedirnos en su hamaca, preparándose para salir a escondidas de brujo contagiador de tristezas. En la noche, después de ver el Festival de Cine, va a evocar el espíritu genial del pintor Molina prometiendo decir:
“Me vine de Halloween, esa fiesta gringa que en cuarentena crearon este año los gringos para celebrar anticipadamente sus elecciones: los unos bembones sin tapaboca y nariz de aspirantes y los otros tapados y disfrazados de la felicidad de un triunfo del que apenas le saborean el dulce, pero aún no saben si le cogerán el corozo”.