Por Jarol Ferreira 0. En el cielo era el aburrimiento. Entonces Dios dijo: “Hágase el desorden”. Y apareció Diomedes. 1. El lunes del génesis Diomedes escribió versos que rimaban obscenidades y avemarías. 2. El martes el tedio amenazaba con volverse insoportable. Entonces Diomedes aspiró una nubecita laaaaaaaaarga y cantó. 3. El miércoles Diomedes decidió hacer […]
Por Jarol Ferreira
0. En el cielo era el aburrimiento. Entonces Dios dijo: “Hágase el desorden”. Y apareció Diomedes.
1. El lunes del génesis Diomedes escribió versos que rimaban obscenidades y avemarías.
2. El martes el tedio amenazaba con volverse insoportable. Entonces Diomedes aspiró una nubecita laaaaaaaaarga y cantó.
3. El miércoles Diomedes decidió hacer su propia versión de La Tierra Prometida. Tomó un pedazo del Lucero espiritual de Juancho Polo, le agregó desenvoltura, mucho sarcasmo, el sonido de la alegría y muchísimos, pero maravillosos gallos salidos de tono. El resultado fue un quiosco de palma rodeado de palos de mango, con electricidad que consiguió a precio de vivienda rural con los diablos de Electricaribe y agua semi potable que gestionó con los de Aguas del Sur de La Guajira. Con los de gases logró que además de la instalación del suministro le financiaran un equipo de sonido en Brilla, a doce cuotas, y con los de Interaseo acordó que pasaran martes y viernes.
4. El jueves llovía güisqui en el más allá. Jineteras alucinadas incitaban al juego de los acordeones. Ya era de tardecita cuando se le ocurrió ponerle a Diomedes un nombre a su paraíso. Miró a la derecha, notó que le faltaba un rinconcito y quiso en ese lugar darle espacio a un altarcito. Cerca a la entrada hizo una terminal de transporte y una plazoleta de comidas criollas.Pero le faltaba un nombre a su universo, un sonido para referirse a él, una palabra para cuando le preguntaran cómo se llamaba. Fue cuando se le ocurrió ponerle, muy a su estilo: “Diomedeslandia”.
5. El viernes, al bajar accidentalmente la mirada hacia la tierra y notar el sufrimiento de las almas encarnadas, decidió concederle un chance a su fanaticada. El olor a alcohol envuelto en su música se elevó hasta el firmamento. La riqueza les alcanzó para pagar recibos de servicios atrasados, hacer mercados pa’ los pelaos, las mamás, y hasta pa’ las suegras, a quienes también les tocaron sus libritas de arroz socialista venezolano. Las tristezas achantadas dieron paso al desenfreno, aunque la fortuna concedida no llegó a la media noche.
6. El sábado empezó con electrodomésticos empeñados en la tierra y resaca de ángeles en el cielo, al despertar pasadas las tres de la tarde; cuando llegó La Diosa, coronada por una aureola de neón púrpura, recogió el reguero y preparó un sancocho trifásico antecedido con Clubcolombias, que alcanzó hasta pa’ los vecinos; y la siguieron hasta el domingo, que no se hizo nada.
Por Jarol Ferreira 0. En el cielo era el aburrimiento. Entonces Dios dijo: “Hágase el desorden”. Y apareció Diomedes. 1. El lunes del génesis Diomedes escribió versos que rimaban obscenidades y avemarías. 2. El martes el tedio amenazaba con volverse insoportable. Entonces Diomedes aspiró una nubecita laaaaaaaaarga y cantó. 3. El miércoles Diomedes decidió hacer […]
Por Jarol Ferreira
0. En el cielo era el aburrimiento. Entonces Dios dijo: “Hágase el desorden”. Y apareció Diomedes.
1. El lunes del génesis Diomedes escribió versos que rimaban obscenidades y avemarías.
2. El martes el tedio amenazaba con volverse insoportable. Entonces Diomedes aspiró una nubecita laaaaaaaaarga y cantó.
3. El miércoles Diomedes decidió hacer su propia versión de La Tierra Prometida. Tomó un pedazo del Lucero espiritual de Juancho Polo, le agregó desenvoltura, mucho sarcasmo, el sonido de la alegría y muchísimos, pero maravillosos gallos salidos de tono. El resultado fue un quiosco de palma rodeado de palos de mango, con electricidad que consiguió a precio de vivienda rural con los diablos de Electricaribe y agua semi potable que gestionó con los de Aguas del Sur de La Guajira. Con los de gases logró que además de la instalación del suministro le financiaran un equipo de sonido en Brilla, a doce cuotas, y con los de Interaseo acordó que pasaran martes y viernes.
4. El jueves llovía güisqui en el más allá. Jineteras alucinadas incitaban al juego de los acordeones. Ya era de tardecita cuando se le ocurrió ponerle a Diomedes un nombre a su paraíso. Miró a la derecha, notó que le faltaba un rinconcito y quiso en ese lugar darle espacio a un altarcito. Cerca a la entrada hizo una terminal de transporte y una plazoleta de comidas criollas.Pero le faltaba un nombre a su universo, un sonido para referirse a él, una palabra para cuando le preguntaran cómo se llamaba. Fue cuando se le ocurrió ponerle, muy a su estilo: “Diomedeslandia”.
5. El viernes, al bajar accidentalmente la mirada hacia la tierra y notar el sufrimiento de las almas encarnadas, decidió concederle un chance a su fanaticada. El olor a alcohol envuelto en su música se elevó hasta el firmamento. La riqueza les alcanzó para pagar recibos de servicios atrasados, hacer mercados pa’ los pelaos, las mamás, y hasta pa’ las suegras, a quienes también les tocaron sus libritas de arroz socialista venezolano. Las tristezas achantadas dieron paso al desenfreno, aunque la fortuna concedida no llegó a la media noche.
6. El sábado empezó con electrodomésticos empeñados en la tierra y resaca de ángeles en el cielo, al despertar pasadas las tres de la tarde; cuando llegó La Diosa, coronada por una aureola de neón púrpura, recogió el reguero y preparó un sancocho trifásico antecedido con Clubcolombias, que alcanzó hasta pa’ los vecinos; y la siguieron hasta el domingo, que no se hizo nada.