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Columnista - 9 agosto, 2019

Diógenes y la política

Busco hombres honestos, se empeñaba Diógenes con ahínco y fervor, quien de día caminaba por las calles con una lámpara encendida con tal de lograr ese cometido. Los encontrará?, justo en esta época preelectoral, de agitación política? Es el interrogante a despejar. El filósofo griego ansiaba encontrar hombres idóneos y con valores, capaces de darle […]

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Busco hombres honestos, se empeñaba Diógenes con ahínco y fervor, quien de día caminaba por las calles con una lámpara encendida con tal de lograr ese cometido. Los encontrará?, justo en esta época preelectoral, de agitación política? Es el interrogante a despejar.

El filósofo griego ansiaba encontrar hombres idóneos y con valores, capaces de darle un manejo transparente a la administración pública, en el intento de convertir la pobreza extrema en una virtud, consciente de que los honores y las riquezas son bienes falsos.

“Cuanto más conozco a los hombres más quiero a mi perro”, expresión que proclama que la especie humana literalmente era menos que un perro en términos de lealtad, fidelidad, sinceridad, credibilidad y confianza, la que solía usar Diógenes.

No es fácil encontrar hombres honestos en medio de una cultura regida por la corrupción, donde parece configurarse la política como el arte de robar, y de ahí la gran miseria social en un país saqueado por el desgobierno y la politiquería, donde el Estado debe soportar la pérdida de demandas que superan los 400 billones de pesos, según datos de la Agencia Nacional de Defensa Jurídica del Estado, sin que opere la acción de repetición.
“Existen eternos explotadores bajo los siniestros nombres de gobernadores, alcaldes, jueces de paz y recaudadores”, apuntaba Ciro Alegría, político, periodista y escritor peruano, suerte que por desgracia no difiere a la de Colombia.

Pero alientan recientes opiniones del expresidente de Estados Unidos, Barak Obama, hechas en Bogotá, en las que pone a reflexionar a una sociedad: “El poder de un país no reside en sus recursos naturales, sino en sus ciudadanos”, que obren correctamente y de manera consecuente.

El 12 de enero 1824 el Libertador Simón Bolívar se vio obligado s decretar en la Gran Colombia la pena capital para los corruptos, y la misma pena para los jueces que los absolvieran, al considerar la corrupción como una tragedia.

Indefectiblemente este flagelo es el freno del desarrollo del que gozan las grandes potencias, en virtud a la transparencia con que arbitran sus recursos, como resultado del temor y escarmiento que le generó a los corruptos la ley del fusil o el paredón.

Columnista
9 agosto, 2019

Diógenes y la política

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Miguel Aroca Yepez

Busco hombres honestos, se empeñaba Diógenes con ahínco y fervor, quien de día caminaba por las calles con una lámpara encendida con tal de lograr ese cometido. Los encontrará?, justo en esta época preelectoral, de agitación política? Es el interrogante a despejar. El filósofo griego ansiaba encontrar hombres idóneos y con valores, capaces de darle […]


Busco hombres honestos, se empeñaba Diógenes con ahínco y fervor, quien de día caminaba por las calles con una lámpara encendida con tal de lograr ese cometido. Los encontrará?, justo en esta época preelectoral, de agitación política? Es el interrogante a despejar.

El filósofo griego ansiaba encontrar hombres idóneos y con valores, capaces de darle un manejo transparente a la administración pública, en el intento de convertir la pobreza extrema en una virtud, consciente de que los honores y las riquezas son bienes falsos.

“Cuanto más conozco a los hombres más quiero a mi perro”, expresión que proclama que la especie humana literalmente era menos que un perro en términos de lealtad, fidelidad, sinceridad, credibilidad y confianza, la que solía usar Diógenes.

No es fácil encontrar hombres honestos en medio de una cultura regida por la corrupción, donde parece configurarse la política como el arte de robar, y de ahí la gran miseria social en un país saqueado por el desgobierno y la politiquería, donde el Estado debe soportar la pérdida de demandas que superan los 400 billones de pesos, según datos de la Agencia Nacional de Defensa Jurídica del Estado, sin que opere la acción de repetición.
“Existen eternos explotadores bajo los siniestros nombres de gobernadores, alcaldes, jueces de paz y recaudadores”, apuntaba Ciro Alegría, político, periodista y escritor peruano, suerte que por desgracia no difiere a la de Colombia.

Pero alientan recientes opiniones del expresidente de Estados Unidos, Barak Obama, hechas en Bogotá, en las que pone a reflexionar a una sociedad: “El poder de un país no reside en sus recursos naturales, sino en sus ciudadanos”, que obren correctamente y de manera consecuente.

El 12 de enero 1824 el Libertador Simón Bolívar se vio obligado s decretar en la Gran Colombia la pena capital para los corruptos, y la misma pena para los jueces que los absolvieran, al considerar la corrupción como una tragedia.

Indefectiblemente este flagelo es el freno del desarrollo del que gozan las grandes potencias, en virtud a la transparencia con que arbitran sus recursos, como resultado del temor y escarmiento que le generó a los corruptos la ley del fusil o el paredón.