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Columnista - 16 diciembre, 2021

Diciembre me da abbiocco, ganas de cafuné

Los lingüistas y demás expertos del idioma español, cada fin de año juegan a escoger entre gustos distintos las palabras más bonitas de nuestra lengua. Hace algunos años escogieron la palabra melancolía, que en mi caso me sigue gustando, junto a nostalgia, por ejemplo. Otras no tan bonitas como melifluo, serendipia, limerencia, luminiscencia, mondo, nefelibata […]

Los lingüistas y demás expertos del idioma español, cada fin de año juegan a escoger entre gustos distintos las palabras más bonitas de nuestra lengua. Hace algunos años escogieron la palabra melancolía, que en mi caso me sigue gustando, junto a nostalgia, por ejemplo.

Otras no tan bonitas como melifluo, serendipia, limerencia, luminiscencia, mondo, nefelibata tisquis miquis, jipiar, agibílibus, etc., entran a la lista, por supuesto no a mi lista en particular. En cambio, esperanza, trapisonda, ósculo, bonhomía, saudade, soledad y compasión, son más sonoras y entran mejor a mi combo.

No son palabras nuevas, algunas hace siglos están en nuestros diccionarios, las conocieron Caro y Cuervo y Moliner, para solo mencionar tres. 

Algunas palabras bonitas las aprendimos en la escuela, que para nosotros era solamente el local, hoy la describen como “una forma de separación de los espacios, de los tiempos y de las separaciones sociales”, y ya eso es otra vaina más compleja y filosófica. 

La Academia fundada por Platón era un jardín comprado a un tal Academos; El Liceo fundado por Aristóteles era vecino de Apolo Licio, con jardín y también le llamaban Peripatos, mientras que El Pórtico, que en griego significa stoa, era la escuela estoica fundada por Zenón de Citio, y quedaba cerca al pórtico del ágora ateniense, y así sucesivamente los nombres de las distintas escuelas históricas.

Ahora con la revolución digital (a propósito, necesito un computador), muchas palabras, incluso de otros idiomas desconocidos, están en la boca de un grupo especial de personas que las utilizan, en su gran mayoría, para despistar, y otras para posar de eruditos, sabelotodo, intelectuales…

 Abbiocco, por ejemplo del italiano, es la siesta para nosotros, mientras que cafuné, del portugués brasileño, es deslizar con los dedos el cabello de una mujer bonita; Saudade es añoranza, pero en Portugal. 

Los japoneses llaman Bakka Shan ver una mujer bella por detrás, siendo fea por delante, lo que los vallenatos llamamos malanga, o María Baltazara, ni cuerpo ni cara.

En inglés llaman Facepalm a una señal de frustración, desconcierto o desesperación, como la actual inseguridad vallenata, mientras los italianos llaman Gattara a las mujeres solitarias que cuidan a sus gatos como las exprimeras damas, o Cayita Daza, para poner un ejemplo local.

 En árabe llaman Gurfa a la cantidad de agua que cabe en una sola mano, casi como Emdupar, mientras los japoneses dicen Hikikomori a quienes se afectan por aislamiento social, como el encargado gobernador Andrés Meza, por ejemplo.

Los alemanes llaman Kabelsalat, ensalada de cables o Síndrome del espagueti, cuando las personas hablan por cantidades pudiendo hacerlo en pocas palabras, ejemplo clásico: José Luis Urón, de la Cámara de Comercio, y su fiel alumna Carmen Alicia Rivera, en cualquier tema.

 En lengua Yagán del sur de Chile y Argentina existe la palabra Mamihlaminatapai: cuando varias personas quieren hacer algo y ninguna se atreve, como Guido Verdecia, Saade y Fernández en el Área Metropolitana de Valledupar. Aplicase al Inuit, una de las tres lenguas esquimales, con la palabra Iktsuarpok, cuando se acaba la paciencia para esperar algo, como ocurre con Katrizza Morelli y los buses climatizados de la ciudad. 

En Finlandia está la palabra Kalsarikánnit, para referirse a una persona que decide esperar en su casa, tomando tragos, en ropa interior, sin la intención de salir, como sucede con los exalcaldes Pérez, Fernández, Pupo Castro y Tuto Uhía, por ejemplo. No sigo porque tengo una especie de Forelsket, alfo de Freizeitstress, algo de Pana Poó; esto sí averígüenlo ustedes.

Columnista
16 diciembre, 2021

Diciembre me da abbiocco, ganas de cafuné

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Edgardo Mendoza Guerra

Los lingüistas y demás expertos del idioma español, cada fin de año juegan a escoger entre gustos distintos las palabras más bonitas de nuestra lengua. Hace algunos años escogieron la palabra melancolía, que en mi caso me sigue gustando, junto a nostalgia, por ejemplo. Otras no tan bonitas como melifluo, serendipia, limerencia, luminiscencia, mondo, nefelibata […]


Los lingüistas y demás expertos del idioma español, cada fin de año juegan a escoger entre gustos distintos las palabras más bonitas de nuestra lengua. Hace algunos años escogieron la palabra melancolía, que en mi caso me sigue gustando, junto a nostalgia, por ejemplo.

Otras no tan bonitas como melifluo, serendipia, limerencia, luminiscencia, mondo, nefelibata tisquis miquis, jipiar, agibílibus, etc., entran a la lista, por supuesto no a mi lista en particular. En cambio, esperanza, trapisonda, ósculo, bonhomía, saudade, soledad y compasión, son más sonoras y entran mejor a mi combo.

No son palabras nuevas, algunas hace siglos están en nuestros diccionarios, las conocieron Caro y Cuervo y Moliner, para solo mencionar tres. 

Algunas palabras bonitas las aprendimos en la escuela, que para nosotros era solamente el local, hoy la describen como “una forma de separación de los espacios, de los tiempos y de las separaciones sociales”, y ya eso es otra vaina más compleja y filosófica. 

La Academia fundada por Platón era un jardín comprado a un tal Academos; El Liceo fundado por Aristóteles era vecino de Apolo Licio, con jardín y también le llamaban Peripatos, mientras que El Pórtico, que en griego significa stoa, era la escuela estoica fundada por Zenón de Citio, y quedaba cerca al pórtico del ágora ateniense, y así sucesivamente los nombres de las distintas escuelas históricas.

Ahora con la revolución digital (a propósito, necesito un computador), muchas palabras, incluso de otros idiomas desconocidos, están en la boca de un grupo especial de personas que las utilizan, en su gran mayoría, para despistar, y otras para posar de eruditos, sabelotodo, intelectuales…

 Abbiocco, por ejemplo del italiano, es la siesta para nosotros, mientras que cafuné, del portugués brasileño, es deslizar con los dedos el cabello de una mujer bonita; Saudade es añoranza, pero en Portugal. 

Los japoneses llaman Bakka Shan ver una mujer bella por detrás, siendo fea por delante, lo que los vallenatos llamamos malanga, o María Baltazara, ni cuerpo ni cara.

En inglés llaman Facepalm a una señal de frustración, desconcierto o desesperación, como la actual inseguridad vallenata, mientras los italianos llaman Gattara a las mujeres solitarias que cuidan a sus gatos como las exprimeras damas, o Cayita Daza, para poner un ejemplo local.

 En árabe llaman Gurfa a la cantidad de agua que cabe en una sola mano, casi como Emdupar, mientras los japoneses dicen Hikikomori a quienes se afectan por aislamiento social, como el encargado gobernador Andrés Meza, por ejemplo.

Los alemanes llaman Kabelsalat, ensalada de cables o Síndrome del espagueti, cuando las personas hablan por cantidades pudiendo hacerlo en pocas palabras, ejemplo clásico: José Luis Urón, de la Cámara de Comercio, y su fiel alumna Carmen Alicia Rivera, en cualquier tema.

 En lengua Yagán del sur de Chile y Argentina existe la palabra Mamihlaminatapai: cuando varias personas quieren hacer algo y ninguna se atreve, como Guido Verdecia, Saade y Fernández en el Área Metropolitana de Valledupar. Aplicase al Inuit, una de las tres lenguas esquimales, con la palabra Iktsuarpok, cuando se acaba la paciencia para esperar algo, como ocurre con Katrizza Morelli y los buses climatizados de la ciudad. 

En Finlandia está la palabra Kalsarikánnit, para referirse a una persona que decide esperar en su casa, tomando tragos, en ropa interior, sin la intención de salir, como sucede con los exalcaldes Pérez, Fernández, Pupo Castro y Tuto Uhía, por ejemplo. No sigo porque tengo una especie de Forelsket, alfo de Freizeitstress, algo de Pana Poó; esto sí averígüenlo ustedes.