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Columnista - 8 octubre, 2013

¿Devedesapareser la ortografía?

Hace algunas semanas, uno de mis sobrinos, que cursa primero de primaria y cuyo nombre por prudencia, evitaré mencionar, presentó un examen de español en el que la profesora le reprobaba algunos puntos que tenían que ver con la escritura de palabras, su ortografía y su pronunciación.

Por Oscar Ariza Daza

Hace algunas semanas, uno de mis sobrinos, que cursa primero de primaria y cuyo nombre por prudencia, evitaré mencionar, presentó un examen de español en el que la profesora le reprobaba algunos puntos que tenían que ver con la escritura de palabras,  su ortografía y su pronunciación.

En medio de su frustración por experimentar unos errores cruelmente resaltados en rojo, el niño no entendía por qué su profesora le tachaba como malo el hecho de escribir yuca con Ll (lluca) y lluvia con Y (Yuvia), si para él, tienen igual sonido.

Almenos así lo percibió mientras su profesora  lo pronunciaba en clases.

Para cualquier niño es más fácil regirse por normas fonéticas y fonológicas, que por una convención que inexplicablemente se basa en la etimología de algunos términos y desconoce la de otros, para obligarlos a escribir algo diferente a lo que su naturaleza auditiva les determina.

Mis sobrinos, todos en edades iguales, quienes apenas comienzan a incorporar la lengua del adulto, en sus necesidades lingüísticas, se encuentran muchas veces con que el mismo idioma les juega una mala pasada, cuando ciruela, zorro y sapo fonéticamentesuenan igual en su fonema inicial, pero deben escribirse de manera diferente, porque la norma así lo dice, cuando la realidad les muestra otra cosa.

Las palabras anteriormente mencionadas a pesar de que en su  inicio usan grafemas distintos, fonéticamente son iguales, al menos en nuestro contexto.

Se trata del fonema /s/ que representa también a la (C, Z) y tiene entre sus características el ser: consonántico, alveolar, sordo, fricativo, oral. No obstante,por alguna razón, se sigue obligando a escribirlas diferentes,lo que es una forma violenta de validarla.

Los niños tienen capacidad para adaptarse a la realidad en forma más rápida que los adultos, quizás por eso, hoy quienes caen en legalismos idiomáticos y gramaticales desconocen el dinamismo de la lengua que cada día buscar liberarse de esa carga pesada de la norma que ha terminado por frustrar a mucha gente, que no entiende por qué nuestra lengua tiene una escritura que muchas veces contradice o desconoce su fonética como mecanismo para regularla.

García Márquez, hace algunos años propuso la desaparición de la ortografía y ahora Fernando Vallejo en medio de sus irreverencias, propone algo razonable; que el español se rija ortográficamente por su fonética y no por lo que un club de eruditos, aprueba o desaprueba, desconociendo que quienes validan realmente son los usuarios.

La discusión entonces está sobre la mesa, para analizar razonablemente qué está sucediendo con nuestra lengua y qué podría sucederle si seguimos aferrándonos más a las normas gramaticales que a lo que la realidad lingüística nos presenta.

Columnista
8 octubre, 2013

¿Devedesapareser la ortografía?

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Oscar Ariza Daza

Hace algunas semanas, uno de mis sobrinos, que cursa primero de primaria y cuyo nombre por prudencia, evitaré mencionar, presentó un examen de español en el que la profesora le reprobaba algunos puntos que tenían que ver con la escritura de palabras, su ortografía y su pronunciación.


Por Oscar Ariza Daza

Hace algunas semanas, uno de mis sobrinos, que cursa primero de primaria y cuyo nombre por prudencia, evitaré mencionar, presentó un examen de español en el que la profesora le reprobaba algunos puntos que tenían que ver con la escritura de palabras,  su ortografía y su pronunciación.

En medio de su frustración por experimentar unos errores cruelmente resaltados en rojo, el niño no entendía por qué su profesora le tachaba como malo el hecho de escribir yuca con Ll (lluca) y lluvia con Y (Yuvia), si para él, tienen igual sonido.

Almenos así lo percibió mientras su profesora  lo pronunciaba en clases.

Para cualquier niño es más fácil regirse por normas fonéticas y fonológicas, que por una convención que inexplicablemente se basa en la etimología de algunos términos y desconoce la de otros, para obligarlos a escribir algo diferente a lo que su naturaleza auditiva les determina.

Mis sobrinos, todos en edades iguales, quienes apenas comienzan a incorporar la lengua del adulto, en sus necesidades lingüísticas, se encuentran muchas veces con que el mismo idioma les juega una mala pasada, cuando ciruela, zorro y sapo fonéticamentesuenan igual en su fonema inicial, pero deben escribirse de manera diferente, porque la norma así lo dice, cuando la realidad les muestra otra cosa.

Las palabras anteriormente mencionadas a pesar de que en su  inicio usan grafemas distintos, fonéticamente son iguales, al menos en nuestro contexto.

Se trata del fonema /s/ que representa también a la (C, Z) y tiene entre sus características el ser: consonántico, alveolar, sordo, fricativo, oral. No obstante,por alguna razón, se sigue obligando a escribirlas diferentes,lo que es una forma violenta de validarla.

Los niños tienen capacidad para adaptarse a la realidad en forma más rápida que los adultos, quizás por eso, hoy quienes caen en legalismos idiomáticos y gramaticales desconocen el dinamismo de la lengua que cada día buscar liberarse de esa carga pesada de la norma que ha terminado por frustrar a mucha gente, que no entiende por qué nuestra lengua tiene una escritura que muchas veces contradice o desconoce su fonética como mecanismo para regularla.

García Márquez, hace algunos años propuso la desaparición de la ortografía y ahora Fernando Vallejo en medio de sus irreverencias, propone algo razonable; que el español se rija ortográficamente por su fonética y no por lo que un club de eruditos, aprueba o desaprueba, desconociendo que quienes validan realmente son los usuarios.

La discusión entonces está sobre la mesa, para analizar razonablemente qué está sucediendo con nuestra lengua y qué podría sucederle si seguimos aferrándonos más a las normas gramaticales que a lo que la realidad lingüística nos presenta.