Hace muchos años estoy escribiendo mis columnas semanales, con disciplina y sabiendo para dónde voy, no escribo sobre crochet ni sobre recetas de cocina (que fue lo que dijo alguien sobre los columnistas de El Pilón), de lo primero no sé ni una puntada y de cocina se me quema hasta el agua.
Hace muchos años estoy escribiendo mis columnas semanales, con disciplina y sabiendo para dónde voy, no escribo sobre crochet ni sobre recetas de cocina (que fue lo que dijo alguien sobre los columnistas de El Pilón), de lo primero no sé ni una puntada y de cocina se me quema hasta el agua.
Sin embargo, el crítico, que escribe con seudónimo en las redes sociales, sí tiene razón en que hay mucha ramplonería en los temas escogidos, y me hizo reír cuando aseguró que nunca nos votarían, haciendo alusión a lo del columnista de la Revista Semana.
Hace un tiempo dije que iba a escribir solo de literatura, de algún evento cultural o de un personaje destacado en este campo, no con ánimo de ser la más leída, ni la más comentada; escribo para recordar, siempre nostálgica, el tiempo en que ejercía un periodismo combativo, era la época en que cualquier acto o intento de corrupción nos asombraba y no teníamos temor en atacarlo; pero pasaron esos días y nuestros escritos no hacían mella en ningún corrupto, se fue llenando el Valle de la peor deshonestidad, fue cuando asistimos al terrible espectáculo virulento de ver a todo el país permeado, empapado por las corrientes turbulentas de la corrupción.
Y ahí fue cuando me dije “no vas más”. La última entrevista política que hice fue a Fredys Socarrás, fue en el ambiente de su casa, me sentí en un santuario, me recibió una imagen de la Santísima Virgen, en la mesa de centro, un cuadro del Ecce Homo, una veladora votiva, en fin, había un olor a templo sagrado que invitaba al recogimiento; y allí me habló el personaje de esperanzadores proyectos para la ciudad que ama; después cuando gobernó me sentí ridícula con mi entrevista, me decepcionó.
No quiero decir que el ex alcalde sea una mala persona, no, mi trabajo no es ese, pero su administración sí fue decepcionante, y en estos momentos desea repetirla. Yo no quiero repetir la experiencia de una entrevista en olor de santidad, ni la de ningún candidato. Alguien me dirá que esa es la misión del periodista, pero ya no estoy en misión, ya con los años encima, pensionada, menos me escucharán, el mundo ríe de las propuestas y protestas de los viejos.
Además, hace rato está detrás de mí el relevo generacional, periodistas jóvenes que tienen la frescura y la fuerza para luchar contra lo que está mal, para hacer uso de la denuncia siempre y cuando no estén ellos también untados del mal que afecta a nuestra región. Mientras tanto, desde mi cubil con mis libros, mis películas, mis escritos y mi música, observo la carrera imparable de una sociedad que ya pisa el borde del abismo y trato de mermar, ilusa, la carrera con algo agradable.
¿Hasta cuándo? Hasta cuando pueda hacerlo y me lo permitan la lucidez, los años y el amor por un periodismo limpio, ese que ya muy poco existe, porque se desvaneció detrás de un fajo de billetes.
Hace muchos años estoy escribiendo mis columnas semanales, con disciplina y sabiendo para dónde voy, no escribo sobre crochet ni sobre recetas de cocina (que fue lo que dijo alguien sobre los columnistas de El Pilón), de lo primero no sé ni una puntada y de cocina se me quema hasta el agua.
Hace muchos años estoy escribiendo mis columnas semanales, con disciplina y sabiendo para dónde voy, no escribo sobre crochet ni sobre recetas de cocina (que fue lo que dijo alguien sobre los columnistas de El Pilón), de lo primero no sé ni una puntada y de cocina se me quema hasta el agua.
Sin embargo, el crítico, que escribe con seudónimo en las redes sociales, sí tiene razón en que hay mucha ramplonería en los temas escogidos, y me hizo reír cuando aseguró que nunca nos votarían, haciendo alusión a lo del columnista de la Revista Semana.
Hace un tiempo dije que iba a escribir solo de literatura, de algún evento cultural o de un personaje destacado en este campo, no con ánimo de ser la más leída, ni la más comentada; escribo para recordar, siempre nostálgica, el tiempo en que ejercía un periodismo combativo, era la época en que cualquier acto o intento de corrupción nos asombraba y no teníamos temor en atacarlo; pero pasaron esos días y nuestros escritos no hacían mella en ningún corrupto, se fue llenando el Valle de la peor deshonestidad, fue cuando asistimos al terrible espectáculo virulento de ver a todo el país permeado, empapado por las corrientes turbulentas de la corrupción.
Y ahí fue cuando me dije “no vas más”. La última entrevista política que hice fue a Fredys Socarrás, fue en el ambiente de su casa, me sentí en un santuario, me recibió una imagen de la Santísima Virgen, en la mesa de centro, un cuadro del Ecce Homo, una veladora votiva, en fin, había un olor a templo sagrado que invitaba al recogimiento; y allí me habló el personaje de esperanzadores proyectos para la ciudad que ama; después cuando gobernó me sentí ridícula con mi entrevista, me decepcionó.
No quiero decir que el ex alcalde sea una mala persona, no, mi trabajo no es ese, pero su administración sí fue decepcionante, y en estos momentos desea repetirla. Yo no quiero repetir la experiencia de una entrevista en olor de santidad, ni la de ningún candidato. Alguien me dirá que esa es la misión del periodista, pero ya no estoy en misión, ya con los años encima, pensionada, menos me escucharán, el mundo ríe de las propuestas y protestas de los viejos.
Además, hace rato está detrás de mí el relevo generacional, periodistas jóvenes que tienen la frescura y la fuerza para luchar contra lo que está mal, para hacer uso de la denuncia siempre y cuando no estén ellos también untados del mal que afecta a nuestra región. Mientras tanto, desde mi cubil con mis libros, mis películas, mis escritos y mi música, observo la carrera imparable de una sociedad que ya pisa el borde del abismo y trato de mermar, ilusa, la carrera con algo agradable.
¿Hasta cuándo? Hasta cuando pueda hacerlo y me lo permitan la lucidez, los años y el amor por un periodismo limpio, ese que ya muy poco existe, porque se desvaneció detrás de un fajo de billetes.