Quizá dentro de unas décadas, los historiadores caractericen a los últimos tres siglos como la época de lucha entre filosofías políticas, cada una de las cuales prometía una visión utópica del futuro. Ciertamente, en el siglo y medio anterior a 1989, la historia del mundo fue en gran medida la historia del enfrentamiento entre las […]
Quizá dentro de unas décadas, los historiadores caractericen a los últimos tres siglos como la época de lucha entre filosofías políticas, cada una de las cuales prometía una visión utópica del futuro. Ciertamente, en el siglo y medio anterior a 1989, la historia del mundo fue en gran medida la historia del enfrentamiento entre las fuerzas opuestas del capitalismo y del socialismo, con el fascismo interviniendo durante dos décadas del siglo XX.
En el siglo XXI, la perturbación climática va a empujar cada vez más a todas las visiones utópicas y a las disputas ideológicas, al trasfondo. Abandonando la persecución de utopías incluyendo la última gran utopía del crecimiento indefinido, nuestra tarea va a ser evitar una distopía. El triunfo del capitalismo liberal que fue saludado prematuramente como “el fin de la historia”, coincidió con el surgimiento de la conciencia de que el progreso industrial ha estado transformando el ambiente físico de un modo tal que amenaza con la defunción del mundo que el capitalismo liberal prometía crear.
Mientras estábamos distraídos con el triunfalismo del “final de la historia”, se insinuó en nosotros el final del progreso, de modo que ahora estamos contemplando un siglo y más de retroceso, una vuelta atrás de la revolución que se inició hace tres décadas con la liberación de las fuerzas de la ciencia, la tecnología y la expansión económica. Ahora podemos ver que, como un adolescente que súbitamente adquiere la fuerza de un hombre, los seres humanos no resultaron ser lo suficientemente maduros como para que se le confiasen los poderes que desataron. El despertar a la perspectiva de la perturbación climática nos obliga a abandonar la mayor parte de las confortables creencias que han sostenido nuestra idea del mundo como lugar estable y civilizador, y claro nos vemos llevados a cuestionar nuestra fe en adelanto humano, la constante que hemos usado para conectar el pasado y el futuro y la estabilidad psicológica que ha suministrado. Vamos a tener que metabolizar el hecho de que, debido a nuestras propias acciones, la naturaleza se ha vuelto contra nosotros y que ya no puede confiarse en ella para que provea las condiciones necesarias para el florecimiento de la vida.
Las creencias fundacionales de la modernidad o sea el alcance ilimitado de los logros humanos, nuestra capacidad para controlar el mundo que nos rodea, nuestra fe en el poder del conocimiento para resolver lo que sea que nos incomode o que van a colapsar. La ciencia y la tecnología que nosotros, los modernos, consideramos el máximo testimonio de la superioridad humana, nuestra pretensión a alguna forma de divinidad, van a pasar de ser una celebración de nuestros poderes en ascenso a construir nuestro único medio de salvarnos y de retardar los estragos desatados por nuestra desmesura. Si las grandes fuerzas de la naturaleza en nuestro propio planeta se vuelven contra nosotros, ¿quién no se va a sentir abandonado y sólo en el cosmos?
NOTA: Recapacitando un poco sobre la construcción del Embalse Los Besotes sobre el río Guatapurí como prerrequisito tenemos primero que recuperar la maltrecha situación hídrica a que hemos sometido su cuenca, no vaya a ser que construyamos la obra y su utilidad sea de corto tiempo, porque es poca el agua para embalsar.
Entonces, primero lo primero. Manos a la recuperación ambiental del río Guatapuri.
Quizá dentro de unas décadas, los historiadores caractericen a los últimos tres siglos como la época de lucha entre filosofías políticas, cada una de las cuales prometía una visión utópica del futuro. Ciertamente, en el siglo y medio anterior a 1989, la historia del mundo fue en gran medida la historia del enfrentamiento entre las […]
Quizá dentro de unas décadas, los historiadores caractericen a los últimos tres siglos como la época de lucha entre filosofías políticas, cada una de las cuales prometía una visión utópica del futuro. Ciertamente, en el siglo y medio anterior a 1989, la historia del mundo fue en gran medida la historia del enfrentamiento entre las fuerzas opuestas del capitalismo y del socialismo, con el fascismo interviniendo durante dos décadas del siglo XX.
En el siglo XXI, la perturbación climática va a empujar cada vez más a todas las visiones utópicas y a las disputas ideológicas, al trasfondo. Abandonando la persecución de utopías incluyendo la última gran utopía del crecimiento indefinido, nuestra tarea va a ser evitar una distopía. El triunfo del capitalismo liberal que fue saludado prematuramente como “el fin de la historia”, coincidió con el surgimiento de la conciencia de que el progreso industrial ha estado transformando el ambiente físico de un modo tal que amenaza con la defunción del mundo que el capitalismo liberal prometía crear.
Mientras estábamos distraídos con el triunfalismo del “final de la historia”, se insinuó en nosotros el final del progreso, de modo que ahora estamos contemplando un siglo y más de retroceso, una vuelta atrás de la revolución que se inició hace tres décadas con la liberación de las fuerzas de la ciencia, la tecnología y la expansión económica. Ahora podemos ver que, como un adolescente que súbitamente adquiere la fuerza de un hombre, los seres humanos no resultaron ser lo suficientemente maduros como para que se le confiasen los poderes que desataron. El despertar a la perspectiva de la perturbación climática nos obliga a abandonar la mayor parte de las confortables creencias que han sostenido nuestra idea del mundo como lugar estable y civilizador, y claro nos vemos llevados a cuestionar nuestra fe en adelanto humano, la constante que hemos usado para conectar el pasado y el futuro y la estabilidad psicológica que ha suministrado. Vamos a tener que metabolizar el hecho de que, debido a nuestras propias acciones, la naturaleza se ha vuelto contra nosotros y que ya no puede confiarse en ella para que provea las condiciones necesarias para el florecimiento de la vida.
Las creencias fundacionales de la modernidad o sea el alcance ilimitado de los logros humanos, nuestra capacidad para controlar el mundo que nos rodea, nuestra fe en el poder del conocimiento para resolver lo que sea que nos incomode o que van a colapsar. La ciencia y la tecnología que nosotros, los modernos, consideramos el máximo testimonio de la superioridad humana, nuestra pretensión a alguna forma de divinidad, van a pasar de ser una celebración de nuestros poderes en ascenso a construir nuestro único medio de salvarnos y de retardar los estragos desatados por nuestra desmesura. Si las grandes fuerzas de la naturaleza en nuestro propio planeta se vuelven contra nosotros, ¿quién no se va a sentir abandonado y sólo en el cosmos?
NOTA: Recapacitando un poco sobre la construcción del Embalse Los Besotes sobre el río Guatapurí como prerrequisito tenemos primero que recuperar la maltrecha situación hídrica a que hemos sometido su cuenca, no vaya a ser que construyamos la obra y su utilidad sea de corto tiempo, porque es poca el agua para embalsar.
Entonces, primero lo primero. Manos a la recuperación ambiental del río Guatapuri.