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Columnista - 22 enero, 2013

Recordando a los trascendentales: Diomedes Daza Daza.

Los años son algunos meses, largas horas, minutos eternos que se deslizan sobre nuestras almas solitarias recurrentes, atenazadas por carencias maternales, casi etéreas: una sonrisa a tiempo, un café en compañía

Por Silvia Betancourt Alliegro  @yastao

[email protected]

 

No estarás extinto si en cada amanecer están tus pensamientos, casi todos inéditos,  narrándonos los pequeños y grandes cambios que efectúa el tiempo sobre los seres y las cosas.

 

Los años son algunos meses, largas horas, minutos eternos que se deslizan sobre nuestras almas solitarias recurrentes, atenazadas por carencias maternales, casi etéreas: una sonrisa a tiempo, un café en compañía, un libro empezado, música adecuada al discurrir, la voz de los amigos en tiempos difíciles, el trino de las aves, la brisa campeando sobre cada centímetro de la piel.

Requerimos, exigimos, la edición de sus palabras, queremos alcanzar a leerlas, asimilarlas, antes de partir hacia el encuentro con su alma. Que responda quien tenga ‘olvidada’ en alguna gaveta las obras no publicadas del Jefe de Campaña de los Escritores Caribes, que se muestre, que demuestre que su llanto y palabras ante su tumba abierta no fueron para capturar audiencia. Y si sus recursos económicos y/o emotivos no son lo suficientemente grandes para emprender la tarea, que avise. Sin dinero y con amigos, emprenderé la cruzada de rescate de la obra de Diomedes Daza Daza, porque soy consciente de su inmortalidad.

Quisiera saber cuántas de las mujeres que amó,  y reemplazó en su infructuosa búsqueda de la felicidad, se acercarán el  4 de septiembre, aniversario de su muerte a manos de un miserable,  hasta el cementerio que guarda sus despojos.

Lo conocieron más en la Habana y Méjico como poeta, que en su tierra natal, dijo otro poeta.

Transcribo fragmentos de una extensa entrevista radial que le hizo  el doctor Gustavo Pérez Castro- exquisito columnista de Comentarios Profanos- para que queden escritas algunas de sus apreciaciones, repito, hay que emprender la tarea de buscar por cielo y tierra los manuscritos del poeta, son parte del acervo de la humanidad.

“Mediante la poesía yo siento, trato de hacer  un exorcismo contra la muerte, me propongo permanecer, hasta donde sea posible,  a través de la expresión poética.  Las tremendas  contradicciones del hombre latinoamericano, del hombre vallenato, nuestras contradicciones,  nuestras bifurcaciones, el sentimiento atroz de que somos apenas fragmentos, el peso enorme de que todo es contingente, mi calidad de hombre mestizo, todos esos estremecimientos que llevo a bordo, trato de catalizarlos a través de mi poesía.

“Para mí, la poesía no es moda, no es algo efímero, es algo fundamental, se trata de lo más preciado que tengo en la vida  mía. Para mí, el hacer poesía no es un hobby, no es un divertimento, es verterme y darme a los demás a través de esta posibilidad de comunicarme.

“Yo recojo todas las influencias que recibo de mi medio,  todas las presencias que me agitan o me atemorizan, y las voy llevando al texto poético. Es mi itinerario vital, reúne y recoge toda mi biografía, las del hombre de dentro y las del hombre de fuera,  las del abogado litigante y las del filósofo que reflexivamente se mira a sí mismo, mira su entorno y trata de entenderse con los demás”.

Vamos a ver si puedo seguir recordando y publicando sobre los trascendentales.

 

Columnista
22 enero, 2013

Recordando a los trascendentales: Diomedes Daza Daza.

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Silvia Betancourt Alliegro

Los años son algunos meses, largas horas, minutos eternos que se deslizan sobre nuestras almas solitarias recurrentes, atenazadas por carencias maternales, casi etéreas: una sonrisa a tiempo, un café en compañía


Por Silvia Betancourt Alliegro  @yastao

[email protected]

 

No estarás extinto si en cada amanecer están tus pensamientos, casi todos inéditos,  narrándonos los pequeños y grandes cambios que efectúa el tiempo sobre los seres y las cosas.

 

Los años son algunos meses, largas horas, minutos eternos que se deslizan sobre nuestras almas solitarias recurrentes, atenazadas por carencias maternales, casi etéreas: una sonrisa a tiempo, un café en compañía, un libro empezado, música adecuada al discurrir, la voz de los amigos en tiempos difíciles, el trino de las aves, la brisa campeando sobre cada centímetro de la piel.

Requerimos, exigimos, la edición de sus palabras, queremos alcanzar a leerlas, asimilarlas, antes de partir hacia el encuentro con su alma. Que responda quien tenga ‘olvidada’ en alguna gaveta las obras no publicadas del Jefe de Campaña de los Escritores Caribes, que se muestre, que demuestre que su llanto y palabras ante su tumba abierta no fueron para capturar audiencia. Y si sus recursos económicos y/o emotivos no son lo suficientemente grandes para emprender la tarea, que avise. Sin dinero y con amigos, emprenderé la cruzada de rescate de la obra de Diomedes Daza Daza, porque soy consciente de su inmortalidad.

Quisiera saber cuántas de las mujeres que amó,  y reemplazó en su infructuosa búsqueda de la felicidad, se acercarán el  4 de septiembre, aniversario de su muerte a manos de un miserable,  hasta el cementerio que guarda sus despojos.

Lo conocieron más en la Habana y Méjico como poeta, que en su tierra natal, dijo otro poeta.

Transcribo fragmentos de una extensa entrevista radial que le hizo  el doctor Gustavo Pérez Castro- exquisito columnista de Comentarios Profanos- para que queden escritas algunas de sus apreciaciones, repito, hay que emprender la tarea de buscar por cielo y tierra los manuscritos del poeta, son parte del acervo de la humanidad.

“Mediante la poesía yo siento, trato de hacer  un exorcismo contra la muerte, me propongo permanecer, hasta donde sea posible,  a través de la expresión poética.  Las tremendas  contradicciones del hombre latinoamericano, del hombre vallenato, nuestras contradicciones,  nuestras bifurcaciones, el sentimiento atroz de que somos apenas fragmentos, el peso enorme de que todo es contingente, mi calidad de hombre mestizo, todos esos estremecimientos que llevo a bordo, trato de catalizarlos a través de mi poesía.

“Para mí, la poesía no es moda, no es algo efímero, es algo fundamental, se trata de lo más preciado que tengo en la vida  mía. Para mí, el hacer poesía no es un hobby, no es un divertimento, es verterme y darme a los demás a través de esta posibilidad de comunicarme.

“Yo recojo todas las influencias que recibo de mi medio,  todas las presencias que me agitan o me atemorizan, y las voy llevando al texto poético. Es mi itinerario vital, reúne y recoge toda mi biografía, las del hombre de dentro y las del hombre de fuera,  las del abogado litigante y las del filósofo que reflexivamente se mira a sí mismo, mira su entorno y trata de entenderse con los demás”.

Vamos a ver si puedo seguir recordando y publicando sobre los trascendentales.