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Editorial - 14 enero, 2021

Deprimidos y ansiosos: la nueva normalidad

De las cosas positivas que trajo el coronavirus (algunos preguntan si algo bueno ha traído semejante tragedia) es que se revelaron aspectos de la sociedad no comprendidos en su real importancia y trascendentalidad. Es el caso de la salud mental, que salió del closet, arropada entre tabúes e historias familiares nunca contadas.

De las cosas positivas que trajo el coronavirus (algunos  preguntan si algo bueno ha traído semejante tragedia) es que se revelaron aspectos de la sociedad no comprendidos en su real importancia y trascendentalidad. Es el caso de la salud mental, que salió del closet, arropada entre tabúes e historias familiares nunca contadas. Ese campo de la medicina estuvo relegado por la sociedad normal y los seres perfectos, paradigmas de un sueño imposible, y los hospitales, clínicas y consultorios solían tenerla en el cuarto de atrás, como el secretismo frente a las desviaciones de una comunidad que no considera las emociones sino el equilibrio y las certezas.

Esta tragedia reveló que los problemas estaban ahí pero que ahora se vuelven masivos, frecuentes y propios. 

“Personas que han perdido seres allegados sin poder despedirse; profesionales de la salud que pelean con uñas y dientes contra el virus en los hospitales; estudiantes que acabaron el curso por videoconferencias; trabajadores que han perdido su empleo o lo ven peligrar; desfavorecidos que no siempre cuentan con la cobertura sanitaria necesaria; y enfermos mentales, más aislados, si cabe, por las medidas de restricción frente a la pandemia.

Está claro que hoy (se refería al 10 de octubre pasado)  Día Mundial de la Salud Mental, es una jornada para reflexionar sobre lo que la covid-19 ha supuesto para muchos y lo que supondrá. De entrada, cambios, incertidumbre sobre el futuro, inseguridad. Parece que ya no es firme el suelo sobre el que pisamos. Aunque todavía falte perspectiva, queremos hacer una llamada de atención sobre la salud mental, el autocuidado, la detección precoz y la ayuda, ese cable que muchas veces necesitamos pero que no pedimos porque, en el fondo, todavía hay mucho tabú que derribar”.

Dice la Organización Mundial de la Salud (OMS) que “según la experiencia adquirida en emergencias pasadas, se espera que las necesidades de apoyo psicosocial y en materia de salud mental aumentarán considerablemente en los próximos meses y años. Invertir en los programas de salud mental en el ámbito nacional e internacional, infrafinanciados desde hace años, es ahora más importante que nunca”.(diario El Mundo, España, el pasado 10 de octubre).

Vemos complacidos  que se hayan  visibilizado en Valledupar las clínicas y especialistas en salud mental, que los siquiatras vengan tomando liderazgo y que contribuyan a sortear, junto a sicólogos y psicopedagogos, los problemas derivados del ser en función de relación y entendimiento con sí mismo, con sus semejantes, su entorno social y natural. 

Los niveles de depresión y ansiedad, en sus varias facetas como la tristeza, idea del suicidio, la falta de energía y el desánimo, la falta de sueño, el pánico y el miedo  o  los conflictos, la violencia intrafamiliar, y contra la mujer, la desmesurada y acelerada  voluntad y la desorientación y angustia, aunada por la insatisfacción constante de las nuevas generaciones, atrapadas en sus redes, han puesto en la mira la necesidad de escuchar, levantar los velos y buscar ayuda profesional. 

Editorial
14 enero, 2021

Deprimidos y ansiosos: la nueva normalidad

De las cosas positivas que trajo el coronavirus (algunos preguntan si algo bueno ha traído semejante tragedia) es que se revelaron aspectos de la sociedad no comprendidos en su real importancia y trascendentalidad. Es el caso de la salud mental, que salió del closet, arropada entre tabúes e historias familiares nunca contadas.


De las cosas positivas que trajo el coronavirus (algunos  preguntan si algo bueno ha traído semejante tragedia) es que se revelaron aspectos de la sociedad no comprendidos en su real importancia y trascendentalidad. Es el caso de la salud mental, que salió del closet, arropada entre tabúes e historias familiares nunca contadas. Ese campo de la medicina estuvo relegado por la sociedad normal y los seres perfectos, paradigmas de un sueño imposible, y los hospitales, clínicas y consultorios solían tenerla en el cuarto de atrás, como el secretismo frente a las desviaciones de una comunidad que no considera las emociones sino el equilibrio y las certezas.

Esta tragedia reveló que los problemas estaban ahí pero que ahora se vuelven masivos, frecuentes y propios. 

“Personas que han perdido seres allegados sin poder despedirse; profesionales de la salud que pelean con uñas y dientes contra el virus en los hospitales; estudiantes que acabaron el curso por videoconferencias; trabajadores que han perdido su empleo o lo ven peligrar; desfavorecidos que no siempre cuentan con la cobertura sanitaria necesaria; y enfermos mentales, más aislados, si cabe, por las medidas de restricción frente a la pandemia.

Está claro que hoy (se refería al 10 de octubre pasado)  Día Mundial de la Salud Mental, es una jornada para reflexionar sobre lo que la covid-19 ha supuesto para muchos y lo que supondrá. De entrada, cambios, incertidumbre sobre el futuro, inseguridad. Parece que ya no es firme el suelo sobre el que pisamos. Aunque todavía falte perspectiva, queremos hacer una llamada de atención sobre la salud mental, el autocuidado, la detección precoz y la ayuda, ese cable que muchas veces necesitamos pero que no pedimos porque, en el fondo, todavía hay mucho tabú que derribar”.

Dice la Organización Mundial de la Salud (OMS) que “según la experiencia adquirida en emergencias pasadas, se espera que las necesidades de apoyo psicosocial y en materia de salud mental aumentarán considerablemente en los próximos meses y años. Invertir en los programas de salud mental en el ámbito nacional e internacional, infrafinanciados desde hace años, es ahora más importante que nunca”.(diario El Mundo, España, el pasado 10 de octubre).

Vemos complacidos  que se hayan  visibilizado en Valledupar las clínicas y especialistas en salud mental, que los siquiatras vengan tomando liderazgo y que contribuyan a sortear, junto a sicólogos y psicopedagogos, los problemas derivados del ser en función de relación y entendimiento con sí mismo, con sus semejantes, su entorno social y natural. 

Los niveles de depresión y ansiedad, en sus varias facetas como la tristeza, idea del suicidio, la falta de energía y el desánimo, la falta de sueño, el pánico y el miedo  o  los conflictos, la violencia intrafamiliar, y contra la mujer, la desmesurada y acelerada  voluntad y la desorientación y angustia, aunada por la insatisfacción constante de las nuevas generaciones, atrapadas en sus redes, han puesto en la mira la necesidad de escuchar, levantar los velos y buscar ayuda profesional.