Nuestra democracia está enferma. Pocos se percataron de que en la pasada consulta el voto secreto fue violado; al pedir el tarjetón, el voto ya estaba cantado y los jurados podían hacer cuentas de cómo iba la votación; ha debido hacerse un solo tarjetón y ojalá, en mayo y junio así sea. Votar se hace más tedioso cada vez, se juega a confundir al elector; a los tarjetones para congreso les faltó claridad, un solo pliego era suficiente y más didáctico. Más de 2.700.000 votos nulos dan cuenta de la ineficacia del documento, y los que más se equivocan son los del “oscuro e inepto vulgo” al decir de Álvaro Gómez H.; esto es, el 18 % de los que sufragaron para Congreso, alarmante.

Si este hubiera sido un partido, habría ganado; muchos perdieron, otros ganaron, gajes del desorden. Mientras tanto, el voto electrónico, siendo ley, no se implementa; esto nos ubica a la zaga del subdesarrollo. Si en la Registraduría llueve, en el Consejo Nacional Electoral no escampa; la investigación a O.I. Zuluaga sobre supuesta financiación atípica de su campaña fue archivada pese a existir evidencias; la revocatoria a Peñalosa, no obstante existir una orden perentoria de un ente judicial para realizarla, ha sido escamoteada con subterfugios dilatorios. Esto le funciona bien a quiénes detectan el poder; “lo que está funcionando, déjalo así”, decía una vieja publicidad odontológica sacada, al parecer, de la picaresca política.

La propaganda negra, tanto oficial como la de muchos partidos y grupos políticos y económicos, amén de la que leemos en las redes sociales en manos de desadaptados, rompe los protocolos de la decencia: “calumnia, calumnia, que de esta algo queda”. Ya no se sabe dónde terminan las mafias y donde comienza la dirigencia política.

La guaca para comprar votos, encontrada en B/quilla, no es un caso aislado, es una conducta general. Es a esos trucos a los que debemos temer, no a lo que suceda en Venezuela, nuestros problemas son internos y sus soluciones también, y no tienen por qué producir miedo. Miedo debe producirnos tener 50 años más de guerra fratricida y otros 200 de desesperanza. ¿Qué tal 60 mil desaparecidos y 220 mil muertos más? Ya se habla del plan B de las Farc si fallan los acuerdos. ¡Qué miedo!

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