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El presidente Petro ha estado mencionando que las instituciones, las altas Cortes, los órganos de control, el Congreso, la prensa, los empresarios, los gobernadores, los alcaldes, han estado creándole una situación de ‘golpe blando’, por decisiones, críticas, desautorizaciones o desaprobaciones de iniciativas, decretos, normas y programas que ha expuesto en su condición de ejecutivo presidencial.
El presidente Petro ha estado mencionando que las instituciones, las altas Cortes, los órganos de control, el Congreso, la prensa, los empresarios, los gobernadores, los alcaldes, han estado creándole una situación de ‘golpe blando’, por decisiones, críticas, desautorizaciones o desaprobaciones de iniciativas, decretos, normas y programas que ha expuesto en su condición de ejecutivo presidencial. Pero esas son las particularidades, los contrapesos, vacíos y desencuentros propios de la labor pública en un régimen democrático. Aquí lo paradójico es que no haya sido el presidente, con el poder que se tiene en los regímenes presidenciales, el que haya generado las confianzas, coaliciones y condiciones para que las otras ramas del poder público le colaboren más que armónicamente. Parece que la personalidad del presidente Petro, que divide en lugar de unir, explica esa ecuación tan desfavorable a sus propósitos gubernamentales.
El supuesto golpe -que los opositores suelen calificar como autogolpe por la cantidad de rayos que han brotado de su mismo círculo de gobierno y parte de su partido y de su familia incluso- ha evolucionado en la últimas horas a un fenómeno inesperado: el del (auto) ‘golpe institucional’, que así llama en su columna de ayer el politólogo profesor de la Universidad Nacional, Pedro Medellín, que afirma: “En los 30 meses de gobierno, las actuaciones de Petro y sus ministros habían desatado “momentos críticos”, pero no de crisis. Es decir, situaciones de desarreglo temporal que bloqueaban transitoriamente (o amenazaban con bloquear) el funcionamiento de las instituciones, pero sin llegar a poner en riesgo el orden político, económico o social. La perturbación política o agitación social que en principio se observa no pasa de ser espuma que baja cuando las cosas, los anuncios de medidas o las amenazas de intervención no se vuelven realidad. Lo único que esas actuaciones logran es tensionar la situación hasta un punto en que la cotidianidad queda regida por la incertidumbre y la inestabilidad. O a lo que los expertos en crisis llaman “coyuntura rutinaria” en que habíamos aprendido a vivir los colombianos, hasta ese domingo 26 de enero a las 3 horas y 41 minutos de la madrugada”
“Las particularidades de tiempo, modo y lugar en que se produjo la desautorización del aterrizaje de los aviones estadounidenses dejó ver que Petro había perdido el control de la situación. Que en pocos minutos pasara de pedir el recibimiento con flores a los migrantes a desautorizar el aterrizaje mostró que actuaba más movido por las pasiones que por la razón de Estado. Como ninguno de los altos funcionarios responsables de los temas había sido consultado o estaba informado de la decisión, nadie estaba preparado para asumir las consecuencias. Cuando las pasiones entran a regir las decisiones del Gobierno, el país escala a una coyuntura crítica”.
Y concluye Medellín:
“La dura e inesperada respuesta del presidente Trump quebró el orden de las cosas. La angustia colectiva producida por la certeza de que estas sanciones sí se cumplirían, en un contexto en que Petro reaccionaba de manera emocional en su cuenta de X, llevó el poder institucional del Presidente colombiano a mínimos. La movilización de empresarios, expresidentes y diplomáticos en ejercicio (y retirados), en trabajo mancomunado con los propios funcionarios del Gobierno, termina de marginar a Petro de la solución del problema. Su ausencia de la Casa de Nariño era ahora la solución de los problemas que él mismo había generado. No fue ni duro ni blando. Fue una especie de golpe institucional”.
El presidente anunció la intención de marchar ayer en Barranquilla contra su propio gobierno, contra los altos recibos de la luz, que él controla a través de su Ministerio, la CREG y la distribuidora Air-e, que intervino y gerencia. ¿Alguien lo explica?
El presidente Petro ha estado mencionando que las instituciones, las altas Cortes, los órganos de control, el Congreso, la prensa, los empresarios, los gobernadores, los alcaldes, han estado creándole una situación de ‘golpe blando’, por decisiones, críticas, desautorizaciones o desaprobaciones de iniciativas, decretos, normas y programas que ha expuesto en su condición de ejecutivo presidencial.
El presidente Petro ha estado mencionando que las instituciones, las altas Cortes, los órganos de control, el Congreso, la prensa, los empresarios, los gobernadores, los alcaldes, han estado creándole una situación de ‘golpe blando’, por decisiones, críticas, desautorizaciones o desaprobaciones de iniciativas, decretos, normas y programas que ha expuesto en su condición de ejecutivo presidencial. Pero esas son las particularidades, los contrapesos, vacíos y desencuentros propios de la labor pública en un régimen democrático. Aquí lo paradójico es que no haya sido el presidente, con el poder que se tiene en los regímenes presidenciales, el que haya generado las confianzas, coaliciones y condiciones para que las otras ramas del poder público le colaboren más que armónicamente. Parece que la personalidad del presidente Petro, que divide en lugar de unir, explica esa ecuación tan desfavorable a sus propósitos gubernamentales.
El supuesto golpe -que los opositores suelen calificar como autogolpe por la cantidad de rayos que han brotado de su mismo círculo de gobierno y parte de su partido y de su familia incluso- ha evolucionado en la últimas horas a un fenómeno inesperado: el del (auto) ‘golpe institucional’, que así llama en su columna de ayer el politólogo profesor de la Universidad Nacional, Pedro Medellín, que afirma: “En los 30 meses de gobierno, las actuaciones de Petro y sus ministros habían desatado “momentos críticos”, pero no de crisis. Es decir, situaciones de desarreglo temporal que bloqueaban transitoriamente (o amenazaban con bloquear) el funcionamiento de las instituciones, pero sin llegar a poner en riesgo el orden político, económico o social. La perturbación política o agitación social que en principio se observa no pasa de ser espuma que baja cuando las cosas, los anuncios de medidas o las amenazas de intervención no se vuelven realidad. Lo único que esas actuaciones logran es tensionar la situación hasta un punto en que la cotidianidad queda regida por la incertidumbre y la inestabilidad. O a lo que los expertos en crisis llaman “coyuntura rutinaria” en que habíamos aprendido a vivir los colombianos, hasta ese domingo 26 de enero a las 3 horas y 41 minutos de la madrugada”
“Las particularidades de tiempo, modo y lugar en que se produjo la desautorización del aterrizaje de los aviones estadounidenses dejó ver que Petro había perdido el control de la situación. Que en pocos minutos pasara de pedir el recibimiento con flores a los migrantes a desautorizar el aterrizaje mostró que actuaba más movido por las pasiones que por la razón de Estado. Como ninguno de los altos funcionarios responsables de los temas había sido consultado o estaba informado de la decisión, nadie estaba preparado para asumir las consecuencias. Cuando las pasiones entran a regir las decisiones del Gobierno, el país escala a una coyuntura crítica”.
Y concluye Medellín:
“La dura e inesperada respuesta del presidente Trump quebró el orden de las cosas. La angustia colectiva producida por la certeza de que estas sanciones sí se cumplirían, en un contexto en que Petro reaccionaba de manera emocional en su cuenta de X, llevó el poder institucional del Presidente colombiano a mínimos. La movilización de empresarios, expresidentes y diplomáticos en ejercicio (y retirados), en trabajo mancomunado con los propios funcionarios del Gobierno, termina de marginar a Petro de la solución del problema. Su ausencia de la Casa de Nariño era ahora la solución de los problemas que él mismo había generado. No fue ni duro ni blando. Fue una especie de golpe institucional”.
El presidente anunció la intención de marchar ayer en Barranquilla contra su propio gobierno, contra los altos recibos de la luz, que él controla a través de su Ministerio, la CREG y la distribuidora Air-e, que intervino y gerencia. ¿Alguien lo explica?