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Columnista - 18 diciembre, 2021

Del fútbol y otros crímenes

A pesar de ser hincha y socio de Millonarios, siempre le he tenido un aprecio auténtico al Unión Magdalena. Sin embargo, lo sucedido en la última fecha que definió el ascenso a la primera división para el 2022 es un auténtico escándalo.  Más que averiguar quién está detrás de esas artimañas, más que poder comprobar […]

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A pesar de ser hincha y socio de Millonarios, siempre le he tenido un aprecio auténtico al Unión Magdalena. Sin embargo, lo sucedido en la última fecha que definió el ascenso a la primera división para el 2022 es un auténtico escándalo. 

Más que averiguar quién está detrás de esas artimañas, más que poder comprobar si los directivos, jugadores o el cuerpo técnico de Llaneros están involucrados, lo más desconcertante de todo es que la División Mayor del Fútbol Colombiano -Dimayor-, ente rector de este deporte en nuestro país, no haya tomado de oficio cartas en el asunto. 

Ese partido que se disputó el 4 de diciembre del año que pronto terminará; es una inmensa oportunidad para nuestro balompié para destapar las ollas podridas que desde hace años se cocinan en la estufa del fútbol colombiano, en sus diferentes categorías. No podemos desaprovecharla…

Una vez analizadas las acciones del final del juego disputado entre Llaneros y el Unión, la Dimayor debió suspender cualquier decisión referente al ascenso en tanto no se esclareciera lo sucedido. 

Respeto mucho al presidente de dicha entidad, al señor Fernando Jaramillo Giraldo, tiene una hoja de vida envidiable; pero en este caso le faltó autodeterminación para poner un alto que quede como precedente de nuevos hechos que puedan parecerse a este.

Está claro que la Dimayor obedece los designios del Código Disciplinario Único de la Federación Colombiana de Fútbol, que estos deben respetarse y seguirse al pie de la letra. Pero demorarse tanto tiempo para suspender el partido que jugarían Cortuluá y el Unión Magdalena, como final de la B del 2021, deja un sabor maluco.

Fortaleza CEIF es el equipo que habría ascendido a la categoría A si el Unión Magdalena no hubiese marcado 2 goles en los minutos 94 y 95 del juego que contra Llaneros se disputó en el estadio Bello Horizonte de Villavicencio. 

De hecho, este club bogotano era el ascendido mientras Llaneros le ganaba 1 a 0 el partido al Unión. Fortaleza es un club serio, de procesos, que viene trabajando muy bien las divisiones inferiores y que ha generado para nuestro fútbol jugadores como Jhon Duque y Daniel Ruiz, el primero con pasado reciente en Millonarios y el segundo con un presente y futuro prometedores en el cuadro albiazul de Bogotá. 

Estos hechos recuerdan un pasado oscuro, podría decirse que hasta negro, de nuestro balompié. Desde la fuerte injerencia del narcotráfico en los equipos del rentado nacional, hasta el asesinato de jugadores como Andrés Escobar a las afueras de Medellín el 2 de julio de 1994, y hasta de árbitros -como el señor Álvaro Ortega el 15 de noviembre de 1989-; como la gran influencia de apostadores desdibujan el fair play, la sana competencia y los méritos que cada equipo tiene para obtener resultados justos.

Nuestro fútbol, al igual que la política y la vida social del país, se ha visto también empañado por dineros de dudosa procedencia que aceitan maquinarias del mal que se arrodillan ante ellos y cambian marcadores, permiten marcar goles extraños y obtener títulos. 

Ni siquiera la Copa Libertadores se ha visto exenta de este tipo de escándalos: es doloroso recordar aquella de 1989. Si bien Atlético Nacional fue el campeón de dicha edición, la primera ganada por un equipo colombiano, el 26 de abril de ese año fuimos testigos de cómo el árbitro chileno Hernán Silva dejaba de pitar 2 penaltis claros a favor de Millonarios.

Uno cuando el ‘Coroncoro’ Perea derribó a Arnoldo Iguarán en el área y el otro cuando a los 75 minutos de juego René Higuita hizo lo propio con el mismo Iguarán; este partido, que se jugó en el estadio El Campín de Bogotá, sentenció la suerte de esa Copa. 

Si bien Nacional tenía un muy buen equipo, el justo clasificado para seguir en contienda y ser el campeón se quedó en el camino. Otro ejemplo más de estas injusticias. 

De todas maneras a Millonarios también lo favorecieron en su momento estas “manos sucias” que nos llevaron a triunfos absurdos y títulos manchados de ilegalidad.

Que ascienda el ciclón bananero pero no así: que caiga todo el peso de la ley sobre quien así lo merece…

o Ávila

Columnista
18 diciembre, 2021

Del fútbol y otros crímenes

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jorge Eduardo Ávila

A pesar de ser hincha y socio de Millonarios, siempre le he tenido un aprecio auténtico al Unión Magdalena. Sin embargo, lo sucedido en la última fecha que definió el ascenso a la primera división para el 2022 es un auténtico escándalo.  Más que averiguar quién está detrás de esas artimañas, más que poder comprobar […]


A pesar de ser hincha y socio de Millonarios, siempre le he tenido un aprecio auténtico al Unión Magdalena. Sin embargo, lo sucedido en la última fecha que definió el ascenso a la primera división para el 2022 es un auténtico escándalo. 

Más que averiguar quién está detrás de esas artimañas, más que poder comprobar si los directivos, jugadores o el cuerpo técnico de Llaneros están involucrados, lo más desconcertante de todo es que la División Mayor del Fútbol Colombiano -Dimayor-, ente rector de este deporte en nuestro país, no haya tomado de oficio cartas en el asunto. 

Ese partido que se disputó el 4 de diciembre del año que pronto terminará; es una inmensa oportunidad para nuestro balompié para destapar las ollas podridas que desde hace años se cocinan en la estufa del fútbol colombiano, en sus diferentes categorías. No podemos desaprovecharla…

Una vez analizadas las acciones del final del juego disputado entre Llaneros y el Unión, la Dimayor debió suspender cualquier decisión referente al ascenso en tanto no se esclareciera lo sucedido. 

Respeto mucho al presidente de dicha entidad, al señor Fernando Jaramillo Giraldo, tiene una hoja de vida envidiable; pero en este caso le faltó autodeterminación para poner un alto que quede como precedente de nuevos hechos que puedan parecerse a este.

Está claro que la Dimayor obedece los designios del Código Disciplinario Único de la Federación Colombiana de Fútbol, que estos deben respetarse y seguirse al pie de la letra. Pero demorarse tanto tiempo para suspender el partido que jugarían Cortuluá y el Unión Magdalena, como final de la B del 2021, deja un sabor maluco.

Fortaleza CEIF es el equipo que habría ascendido a la categoría A si el Unión Magdalena no hubiese marcado 2 goles en los minutos 94 y 95 del juego que contra Llaneros se disputó en el estadio Bello Horizonte de Villavicencio. 

De hecho, este club bogotano era el ascendido mientras Llaneros le ganaba 1 a 0 el partido al Unión. Fortaleza es un club serio, de procesos, que viene trabajando muy bien las divisiones inferiores y que ha generado para nuestro fútbol jugadores como Jhon Duque y Daniel Ruiz, el primero con pasado reciente en Millonarios y el segundo con un presente y futuro prometedores en el cuadro albiazul de Bogotá. 

Estos hechos recuerdan un pasado oscuro, podría decirse que hasta negro, de nuestro balompié. Desde la fuerte injerencia del narcotráfico en los equipos del rentado nacional, hasta el asesinato de jugadores como Andrés Escobar a las afueras de Medellín el 2 de julio de 1994, y hasta de árbitros -como el señor Álvaro Ortega el 15 de noviembre de 1989-; como la gran influencia de apostadores desdibujan el fair play, la sana competencia y los méritos que cada equipo tiene para obtener resultados justos.

Nuestro fútbol, al igual que la política y la vida social del país, se ha visto también empañado por dineros de dudosa procedencia que aceitan maquinarias del mal que se arrodillan ante ellos y cambian marcadores, permiten marcar goles extraños y obtener títulos. 

Ni siquiera la Copa Libertadores se ha visto exenta de este tipo de escándalos: es doloroso recordar aquella de 1989. Si bien Atlético Nacional fue el campeón de dicha edición, la primera ganada por un equipo colombiano, el 26 de abril de ese año fuimos testigos de cómo el árbitro chileno Hernán Silva dejaba de pitar 2 penaltis claros a favor de Millonarios.

Uno cuando el ‘Coroncoro’ Perea derribó a Arnoldo Iguarán en el área y el otro cuando a los 75 minutos de juego René Higuita hizo lo propio con el mismo Iguarán; este partido, que se jugó en el estadio El Campín de Bogotá, sentenció la suerte de esa Copa. 

Si bien Nacional tenía un muy buen equipo, el justo clasificado para seguir en contienda y ser el campeón se quedó en el camino. Otro ejemplo más de estas injusticias. 

De todas maneras a Millonarios también lo favorecieron en su momento estas “manos sucias” que nos llevaron a triunfos absurdos y títulos manchados de ilegalidad.

Que ascienda el ciclón bananero pero no así: que caiga todo el peso de la ley sobre quien así lo merece…

o Ávila