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Columnista - 29 enero, 2013

Del carnaval y otros eventos

Como mi llamado a rescatar los carnavales suscitó alguna controversia, creo conveniente compartir nuevas reflexiones dada la relevancia del tema.

 

Por Rodolfo Quintero Romero    @rodoquinteromer

 

Como mi llamado a rescatar los carnavales suscitó alguna controversia, creo conveniente compartir nuevas reflexiones dada la relevancia del tema.

Los graves niveles de pobreza, hambre, inseguridad, deterioro ambiental y necesidades básicas insatisfechas, nos obligan a escudriñar nuevas alternativas de desarrollo que permitan un mayor bienestar para nuestra comunidad.

Ni la agricultura ni la ganadería están en condiciones de crear empleo y riqueza sostenibles para todos por razones de índole estructural, climática, macroeconómica o impactos derivados de la globalización.

El proceso de desindustrialización sigue su marcha inexorable en todo el país. Aspirar a convertir a Valledupar en un gran centro industrial es una utopía en estos tiempos aciagos de tratados de libre comercio y apertura ingenua al mercado mundial.

Por eso, urge definir el perfil de la ciudad en este nuevo contexto. Una apuesta interesante podría ser buscar un nicho en la economía de servicios que genere empleo digno, riqueza y bienestar social, reduzca la pobreza, las desigualdades e incremente nuestra felicidad.

Tal vez podamos convertirnos en proveedores de servicios lúdicos, culturales, educativos, eco-turísticos y de salud, apostándole a la “industria sin chimeneas” y a construir una ciudad humana, atractiva, agradable, verde, para disfrute nuestro y de sus visitantes.

Es en esa perspectiva que abogamos por el rescate de los carnavales. Fiesta cultural y manifestación excelsa de arte popular, hoy degradada y reducida, por ausencia de organización, a una expresión vandálica ajena a su esencia primigenia.

Apoyados en nuestra tradición cultural y belleza paisajística intentemos atraer a miles de turistas con eventos distintos al Festival. Por ejemplo: además del carnaval, podemos promover la semana santa y fortalecer la fiesta de Corpus Cristi, masificando diablos y altares, tanto en Valledupar como en Atánquez.

Organicemos el “Hay Festival” de historia; el festival de sinfónicas juveniles del Caribe; la mejor feria del libro de la región; una red de reservas naturales con senderos ecológicos; y, busquemos inversionistas que construyan clínicas especializadas que fomenten el turismo de salud.

Para ello, requerimos contar con una infraestructura física e institucional  que incluya una promotora de la ciudad (Pro-Valledupar); buenos servicios públicos; el centro cultural de música vallenata; un teatro para conciertos; un centro de convenciones; universidades y colegios de prestigio; un museo.

Y, áreas verdes y mejores parques; un centro histórico bien conservado; ciclo-rutas arborizadas; más bibliotecas; trinitarias y cañaguates en andenes y avenidas; calles peatonales en cada comuna; y, un bosque municipal, entre otros.

En fin, adornemos a Valledupar con escenarios que la vuelvan “coqueta y vanidosa” y, organicemos diversos y frecuentes eventos donde se alegre la vida, se cultive el espíritu y se cosechen ingresos para la población.

Nos estamos quedando rezagados. Riohacha, por ejemplo, cuenta con festival vallenato, del bolero, carnavales, “Hay Festival”, y muy pronto festival gastronómico. Para no hablar de Barranquilla y Cartagena.

Ninguna de estas ciudades se limita a tener un solo evento turístico como algunos pretenden que hagamos aquí con el Festival Vallenato.

Por supuesto, nada de esto será posible sin cultura ciudadana. Sin la amabilidad y buen comportamiento de los vallenatos. Una condición sine qua non para el éxito de estas propuestas.

 

Columnista
29 enero, 2013

Del carnaval y otros eventos

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Rodolfo Quintero Romero

Como mi llamado a rescatar los carnavales suscitó alguna controversia, creo conveniente compartir nuevas reflexiones dada la relevancia del tema.


 

Por Rodolfo Quintero Romero    @rodoquinteromer

 

Como mi llamado a rescatar los carnavales suscitó alguna controversia, creo conveniente compartir nuevas reflexiones dada la relevancia del tema.

Los graves niveles de pobreza, hambre, inseguridad, deterioro ambiental y necesidades básicas insatisfechas, nos obligan a escudriñar nuevas alternativas de desarrollo que permitan un mayor bienestar para nuestra comunidad.

Ni la agricultura ni la ganadería están en condiciones de crear empleo y riqueza sostenibles para todos por razones de índole estructural, climática, macroeconómica o impactos derivados de la globalización.

El proceso de desindustrialización sigue su marcha inexorable en todo el país. Aspirar a convertir a Valledupar en un gran centro industrial es una utopía en estos tiempos aciagos de tratados de libre comercio y apertura ingenua al mercado mundial.

Por eso, urge definir el perfil de la ciudad en este nuevo contexto. Una apuesta interesante podría ser buscar un nicho en la economía de servicios que genere empleo digno, riqueza y bienestar social, reduzca la pobreza, las desigualdades e incremente nuestra felicidad.

Tal vez podamos convertirnos en proveedores de servicios lúdicos, culturales, educativos, eco-turísticos y de salud, apostándole a la “industria sin chimeneas” y a construir una ciudad humana, atractiva, agradable, verde, para disfrute nuestro y de sus visitantes.

Es en esa perspectiva que abogamos por el rescate de los carnavales. Fiesta cultural y manifestación excelsa de arte popular, hoy degradada y reducida, por ausencia de organización, a una expresión vandálica ajena a su esencia primigenia.

Apoyados en nuestra tradición cultural y belleza paisajística intentemos atraer a miles de turistas con eventos distintos al Festival. Por ejemplo: además del carnaval, podemos promover la semana santa y fortalecer la fiesta de Corpus Cristi, masificando diablos y altares, tanto en Valledupar como en Atánquez.

Organicemos el “Hay Festival” de historia; el festival de sinfónicas juveniles del Caribe; la mejor feria del libro de la región; una red de reservas naturales con senderos ecológicos; y, busquemos inversionistas que construyan clínicas especializadas que fomenten el turismo de salud.

Para ello, requerimos contar con una infraestructura física e institucional  que incluya una promotora de la ciudad (Pro-Valledupar); buenos servicios públicos; el centro cultural de música vallenata; un teatro para conciertos; un centro de convenciones; universidades y colegios de prestigio; un museo.

Y, áreas verdes y mejores parques; un centro histórico bien conservado; ciclo-rutas arborizadas; más bibliotecas; trinitarias y cañaguates en andenes y avenidas; calles peatonales en cada comuna; y, un bosque municipal, entre otros.

En fin, adornemos a Valledupar con escenarios que la vuelvan “coqueta y vanidosa” y, organicemos diversos y frecuentes eventos donde se alegre la vida, se cultive el espíritu y se cosechen ingresos para la población.

Nos estamos quedando rezagados. Riohacha, por ejemplo, cuenta con festival vallenato, del bolero, carnavales, “Hay Festival”, y muy pronto festival gastronómico. Para no hablar de Barranquilla y Cartagena.

Ninguna de estas ciudades se limita a tener un solo evento turístico como algunos pretenden que hagamos aquí con el Festival Vallenato.

Por supuesto, nada de esto será posible sin cultura ciudadana. Sin la amabilidad y buen comportamiento de los vallenatos. Una condición sine qua non para el éxito de estas propuestas.