Publicidad
Categorías
Categorías
Columnista - 18 noviembre, 2014

Dejen la guerra en paz

Al igual que la guerra, la paz se ha convertido en uno de los peores y mejores negocios que se puedan adelantar en este país. La guerra en Colombia ha representado muertes, dolor, desolación y miseria a miles de familias, pero ha dado dividendos a muchos otros que viven del comercio de armas, del secuestro,el […]

Al igual que la guerra, la paz se ha convertido en uno de los peores y mejores negocios que se puedan adelantar en este país. La guerra en Colombia ha representado muertes, dolor, desolación y miseria a miles de familias, pero ha dado dividendos a muchos otros que viven del comercio de armas, del secuestro,el boleteo, de salarios de sangre, comercio de víveres, medicamentos y otros emolumentos derivados de esa misma guerra en la que algunos sin disparar un arma, se han convertido en violentos heraldos negros con cotizados dedos índices que producen más dinero que muchas manos amorosas con las que se cultiva la tierra o se ordeña el ganado; razones de sobra hay entonces para pensar que a muchos no les conviene que acabe la guerra.

La paz también ha sido un buen mal negocio para Colombia. Bueno para los muchos que viatican dentro y fuera de Colombia mientras hablan de paz; para otrosque construyen ambiciosos y multimillonarios proyectos de paz bajo la premisa de restituir a quienes han sido desterrados o usurpados de sus bienes, para quienes aprovechan los momentos de diálogo para fortalecer su deteriorada salud mental y corporal y para aquellos que siguen viendo cualquier escenario propicio para sacar dividendos mientras se habla se habla y se habla de paz sin llegar a ningún acuerdo. Malo para quienes siguen esperando que la justicia los ampare y los favorezca. Razones suficientes hay también para pensar que a muchos les conviene seguir hablando de paz y evitar que nunca llegue.

Mientras crece la doble moral de los guerreros y pacifistas que tiran la piedra y esconden la mano para sacar provecho de la situación, la gente más pobre sigue pagando los platos rotos, cuando sufre el asesinato de sus hijos, cuando son desenrraizados de sus pueblos y tienen que irse a los semáforos de las capitales a pedir plata para subsistir, renunciando a su cultura y costumbres que es como si sufrieran la muerte en vida.

Hasta el pasado domingo el país se había dividido en dos; quienes no creían en la paz y veían en la fuerza militar la única posibilidad de acabar con el conflicto y quienes creían en una salida dialogada para el cese de la guerra. Durante este período ambos bandos fracasaron en su anhelo, pues no hubo triunfo militar, como tampoco han funcionado los diálogos hasta ahora, porque no ha habido una actitud sincera y de carácter por parte de los dialogantes. Unos por blandos disfrazados de tolerantes y otros por hipócritas disfrazados de justicieros. Hoy hay un país unido exigiendo no más engaño.

El clamor de mucha gente para que el gobierno reaccionara ante la hipócrita postura de las Farc de secuestrar, matar, quemar camiones e instigar poblaciones mientras planteaba la paz desde La Habana fue escuchado después de un largo período de tolerancia. La guerrilla ha venido burlándose del pueblo colombiano en cada acción violenta que ejecuta, lo que demuestra que no hay real voluntad de paz, lo que no deja otro camino sino suspender los diálogos, que por sus resultados se colige que nunca existieron y que todo fue un teatro universal de paz. Lastimósamente Santos tuvo que esperar a que secuestraran un colombiano más y de alto rango militar para reaccionar.
Sería bueno preguntarnos, ¿sin en lugar del brigadier general Alzate Mora, comandante de la Fuerza de Tarea Conjunta Titán, hubiese sido secuestrado un colombiano común y corriente, los diálogos se habrían suspendido, o el tiempo de zonza tolerancia se habría extendido?
@Oscararizadaza

Columnista
18 noviembre, 2014

Dejen la guerra en paz

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Oscar Ariza Daza

Al igual que la guerra, la paz se ha convertido en uno de los peores y mejores negocios que se puedan adelantar en este país. La guerra en Colombia ha representado muertes, dolor, desolación y miseria a miles de familias, pero ha dado dividendos a muchos otros que viven del comercio de armas, del secuestro,el […]


Al igual que la guerra, la paz se ha convertido en uno de los peores y mejores negocios que se puedan adelantar en este país. La guerra en Colombia ha representado muertes, dolor, desolación y miseria a miles de familias, pero ha dado dividendos a muchos otros que viven del comercio de armas, del secuestro,el boleteo, de salarios de sangre, comercio de víveres, medicamentos y otros emolumentos derivados de esa misma guerra en la que algunos sin disparar un arma, se han convertido en violentos heraldos negros con cotizados dedos índices que producen más dinero que muchas manos amorosas con las que se cultiva la tierra o se ordeña el ganado; razones de sobra hay entonces para pensar que a muchos no les conviene que acabe la guerra.

La paz también ha sido un buen mal negocio para Colombia. Bueno para los muchos que viatican dentro y fuera de Colombia mientras hablan de paz; para otrosque construyen ambiciosos y multimillonarios proyectos de paz bajo la premisa de restituir a quienes han sido desterrados o usurpados de sus bienes, para quienes aprovechan los momentos de diálogo para fortalecer su deteriorada salud mental y corporal y para aquellos que siguen viendo cualquier escenario propicio para sacar dividendos mientras se habla se habla y se habla de paz sin llegar a ningún acuerdo. Malo para quienes siguen esperando que la justicia los ampare y los favorezca. Razones suficientes hay también para pensar que a muchos les conviene seguir hablando de paz y evitar que nunca llegue.

Mientras crece la doble moral de los guerreros y pacifistas que tiran la piedra y esconden la mano para sacar provecho de la situación, la gente más pobre sigue pagando los platos rotos, cuando sufre el asesinato de sus hijos, cuando son desenrraizados de sus pueblos y tienen que irse a los semáforos de las capitales a pedir plata para subsistir, renunciando a su cultura y costumbres que es como si sufrieran la muerte en vida.

Hasta el pasado domingo el país se había dividido en dos; quienes no creían en la paz y veían en la fuerza militar la única posibilidad de acabar con el conflicto y quienes creían en una salida dialogada para el cese de la guerra. Durante este período ambos bandos fracasaron en su anhelo, pues no hubo triunfo militar, como tampoco han funcionado los diálogos hasta ahora, porque no ha habido una actitud sincera y de carácter por parte de los dialogantes. Unos por blandos disfrazados de tolerantes y otros por hipócritas disfrazados de justicieros. Hoy hay un país unido exigiendo no más engaño.

El clamor de mucha gente para que el gobierno reaccionara ante la hipócrita postura de las Farc de secuestrar, matar, quemar camiones e instigar poblaciones mientras planteaba la paz desde La Habana fue escuchado después de un largo período de tolerancia. La guerrilla ha venido burlándose del pueblo colombiano en cada acción violenta que ejecuta, lo que demuestra que no hay real voluntad de paz, lo que no deja otro camino sino suspender los diálogos, que por sus resultados se colige que nunca existieron y que todo fue un teatro universal de paz. Lastimósamente Santos tuvo que esperar a que secuestraran un colombiano más y de alto rango militar para reaccionar.
Sería bueno preguntarnos, ¿sin en lugar del brigadier general Alzate Mora, comandante de la Fuerza de Tarea Conjunta Titán, hubiese sido secuestrado un colombiano común y corriente, los diálogos se habrían suspendido, o el tiempo de zonza tolerancia se habría extendido?
@Oscararizadaza