JOSÉ M. APONTE MARTÍNEZ Conocí a Valledupar en 1950, vine con mi papá no se a que, pero fue un viaje tortuoso y largo – desde las 4 de la mañana hasta las 10-, por una carretera llena de polvo, piedras y escalerillas y confieso que de esta ciudad, para esa época un pueblo, no […]
JOSÉ M. APONTE MARTÍNEZ
Conocí a Valledupar en 1950, vine con mi papá no se a que, pero fue un viaje tortuoso y largo – desde las 4 de la mañana hasta las 10-, por una carretera llena de polvo, piedras y escalerillas y confieso que de esta ciudad, para esa época un pueblo, no me sorprendió nada pues si no era más pequeño estaba a la par de Villanueva y San Juan y era menos mucho menos que la bella y pujante Santa Marta; pero, eso si, era un municipio grandísimo con más de 500 mil hectáreas de tierras que se extendía hasta El Copey e incluía a Pueblo Bello.
En la segunda oportunidad, cuatro años más tarde, vine a estudiar al Colegio Loperena y – como la primera vez no lo conocí- su edificación me sorprendió y ya muchas cosas comenzaban a cambiar, bajo el liderazgo del inolvidable hombre villanuevero Jorge Dangond Daza, quien como alcalde hizo el tránsito de pueblo a ciudad, ayudado por el “boom” del cultivo de algodón, que trajo una población flotante de miles de personas que se instalaron y construyeron barrios retirados del centro y que hoy se encentran muy cerca del centro y venían de Bolívar, Córdoba, Sucre, Santanderes, Tolima, Atlántico, Magdalena y uno que otro Bogotano y Antioqueño, pero especialmente los Guajiros que irrumpieron con una fuerza incomparable, tanto en esta ciudad como en Codazzi, que ayudamos con nuestro trabajo e idoneidad a ser lo que es hoy este Valle de nuestros amores.
Con el algodón llegó el desarrollo y también la expansión de la ciudad que se convirtió de pronto en la más extensa y con menor densidad poblacional del país con 500.000 o más hectáreas de tierra.
Se construyeron elegantes barrios, bellas casas, mansiones suntuosas y uno que otro edificio, creo que dos, el Dangond y el Mattos, que superaron los 4 pisos. Después vino una sabia bogotana “de cuyo nombre no quiero acordarme” y sentenció que en Valledupar no se podían construir edificios de mas de 4 pisos y así duramos por espacios de un cuarto de siglo, permitiendo que la ciudad a base de invasiones, que siempre han prosperado y ahora – no hace mucho- con bellos barrios residenciales se extendiera en forma quizás ordenada pero.
Por fin se rompió el celofán, y en buena hora se aprobó por parte del Concejo Municipal e iniciativa de Luis Fabián Fernández, una modificación parcial al Plan de Ordenamiento Territorial (POT), permitiendo la construcción de edificios con el número de pisos que se quiera; es decir, llegó la época de los rascacielos y hoy vemos con alborozo construcciones por todas partes con edificios de 15 o más pisos que ya se encuentran en desarrollo; otros de 33, que van hacer varias torres en un solo complejo de 20 pisos cada una, otro de 10 pisos de orden familiar y así todo el mundo está pendiente de echar pa arriba en lo que hasta hoy fue una humilde casita o suntuosa mansión.
Pero hay algo que me preocupa en este tema y es la invasión de filmas foráneas a quienes los dueños de lotes e inmuebles urbanos le han ido a ofrecer los proyectos habitacionales para que los desarrollen, cuando aquí tenemos una cantidad de profesionales idóneos y competentes y con amplia experiencia.
No es que seamos egoístas, pero en algo debemos imitar a los antioqueños que no permiten que su plática se la lleven del departamento o de Medellín, y todas las que hacen por fuera finalmente la llevan allá.
Además estas firmas foráneas vienen con equipos completos de ingenieros, arquitectos, maestros de obras, maquinarias y – generalmente- hacen sus compras en los lugares de donde vienen y así la plata que se ganan también de la llevan. Dejémonos de vainas y seamos un poco más regionalistas y pensemos que profesionales como Fausto Cotes, Alfonso Vidal, William Fuentes Lacouture, Los Mellos Orozco, Ava Carvajal, Oscar Guerra, Orlando Torres, Jaime Guerra y Toño Maya son capaces de hacer mejor lo que de pronto los de afuera hacen; perdonen el resto de profesionales idóneos y jóvenes con especializaciones que por el poco espacio que tenemos los columnistas no los relacione, como hubiera querido hacerlo.
********************************************
Bienvenida a su tierra “La Chachi” Castro, quien después de muchos años de estancia en EE.UU hoy nos visita como flamante ciudadana norteamericana, pero orgullosa colombiana. Viene cumba, como buena patillalera y estoy seguro que departir con ella largas horas va hacer un deleite que no me perderé, acompañado de unos cortos y un suculento guisito de chivito mamón con arroz blanco o harinosa yuca si es que todavía estos manjares regionales le gustan
JOSÉ M. APONTE MARTÍNEZ Conocí a Valledupar en 1950, vine con mi papá no se a que, pero fue un viaje tortuoso y largo – desde las 4 de la mañana hasta las 10-, por una carretera llena de polvo, piedras y escalerillas y confieso que de esta ciudad, para esa época un pueblo, no […]
JOSÉ M. APONTE MARTÍNEZ
Conocí a Valledupar en 1950, vine con mi papá no se a que, pero fue un viaje tortuoso y largo – desde las 4 de la mañana hasta las 10-, por una carretera llena de polvo, piedras y escalerillas y confieso que de esta ciudad, para esa época un pueblo, no me sorprendió nada pues si no era más pequeño estaba a la par de Villanueva y San Juan y era menos mucho menos que la bella y pujante Santa Marta; pero, eso si, era un municipio grandísimo con más de 500 mil hectáreas de tierras que se extendía hasta El Copey e incluía a Pueblo Bello.
En la segunda oportunidad, cuatro años más tarde, vine a estudiar al Colegio Loperena y – como la primera vez no lo conocí- su edificación me sorprendió y ya muchas cosas comenzaban a cambiar, bajo el liderazgo del inolvidable hombre villanuevero Jorge Dangond Daza, quien como alcalde hizo el tránsito de pueblo a ciudad, ayudado por el “boom” del cultivo de algodón, que trajo una población flotante de miles de personas que se instalaron y construyeron barrios retirados del centro y que hoy se encentran muy cerca del centro y venían de Bolívar, Córdoba, Sucre, Santanderes, Tolima, Atlántico, Magdalena y uno que otro Bogotano y Antioqueño, pero especialmente los Guajiros que irrumpieron con una fuerza incomparable, tanto en esta ciudad como en Codazzi, que ayudamos con nuestro trabajo e idoneidad a ser lo que es hoy este Valle de nuestros amores.
Con el algodón llegó el desarrollo y también la expansión de la ciudad que se convirtió de pronto en la más extensa y con menor densidad poblacional del país con 500.000 o más hectáreas de tierra.
Se construyeron elegantes barrios, bellas casas, mansiones suntuosas y uno que otro edificio, creo que dos, el Dangond y el Mattos, que superaron los 4 pisos. Después vino una sabia bogotana “de cuyo nombre no quiero acordarme” y sentenció que en Valledupar no se podían construir edificios de mas de 4 pisos y así duramos por espacios de un cuarto de siglo, permitiendo que la ciudad a base de invasiones, que siempre han prosperado y ahora – no hace mucho- con bellos barrios residenciales se extendiera en forma quizás ordenada pero.
Por fin se rompió el celofán, y en buena hora se aprobó por parte del Concejo Municipal e iniciativa de Luis Fabián Fernández, una modificación parcial al Plan de Ordenamiento Territorial (POT), permitiendo la construcción de edificios con el número de pisos que se quiera; es decir, llegó la época de los rascacielos y hoy vemos con alborozo construcciones por todas partes con edificios de 15 o más pisos que ya se encuentran en desarrollo; otros de 33, que van hacer varias torres en un solo complejo de 20 pisos cada una, otro de 10 pisos de orden familiar y así todo el mundo está pendiente de echar pa arriba en lo que hasta hoy fue una humilde casita o suntuosa mansión.
Pero hay algo que me preocupa en este tema y es la invasión de filmas foráneas a quienes los dueños de lotes e inmuebles urbanos le han ido a ofrecer los proyectos habitacionales para que los desarrollen, cuando aquí tenemos una cantidad de profesionales idóneos y competentes y con amplia experiencia.
No es que seamos egoístas, pero en algo debemos imitar a los antioqueños que no permiten que su plática se la lleven del departamento o de Medellín, y todas las que hacen por fuera finalmente la llevan allá.
Además estas firmas foráneas vienen con equipos completos de ingenieros, arquitectos, maestros de obras, maquinarias y – generalmente- hacen sus compras en los lugares de donde vienen y así la plata que se ganan también de la llevan. Dejémonos de vainas y seamos un poco más regionalistas y pensemos que profesionales como Fausto Cotes, Alfonso Vidal, William Fuentes Lacouture, Los Mellos Orozco, Ava Carvajal, Oscar Guerra, Orlando Torres, Jaime Guerra y Toño Maya son capaces de hacer mejor lo que de pronto los de afuera hacen; perdonen el resto de profesionales idóneos y jóvenes con especializaciones que por el poco espacio que tenemos los columnistas no los relacione, como hubiera querido hacerlo.
********************************************
Bienvenida a su tierra “La Chachi” Castro, quien después de muchos años de estancia en EE.UU hoy nos visita como flamante ciudadana norteamericana, pero orgullosa colombiana. Viene cumba, como buena patillalera y estoy seguro que departir con ella largas horas va hacer un deleite que no me perderé, acompañado de unos cortos y un suculento guisito de chivito mamón con arroz blanco o harinosa yuca si es que todavía estos manjares regionales le gustan