nos encontramos hoy con un departamento del Cesar que optó por abandonar su vocación pecuaria y agrícola, embelesado por el dinero fácil producto de la bonanza marimbera, para luego dar paso al bum del carbón, acompañado del deterioro ambiental y con el agravamiento del orden público...
Al mejor estilo del Estado gendarme de la Francia del siglo XVIII, donde prevaleció el liberalismo económico sin la intervención estatal (“laizzes faire, laizzes passer, que traduce: dejar hacer, dejar pasar), nos encontramos hoy con un departamento del Cesar que optó por abandonar su vocación pecuaria y agrícola, embelesado por el dinero fácil producto de la bonanza marimbera, para luego dar paso al bum del carbón, acompañado del deterioro ambiental y con el agravamiento del orden público, dando lugar al accionar de los diferentes actores del conflicto cuyo principal logro fue hacerse a grandes fortunas producto de la economía ilegal, expresadas en todas las formas posibles, dejando al día de hoy, un indeterminado número de víctimas.
Esa economía ilegal dio pie para que el entonces presidente Hugo Chávez tildara a Colombia como un narcoestado, al igual que el entonces senador Gustavo Petro, quien afirmó: “Colombia es un Estado mafioso”. Pero Colombia está integrado por 32 departamentos, con realidades económicas distintas; mientras que en La Guajira los niños mueren por causas asociadas a la desnutrición, siendo un departamento rico en carbón y gas natural, su población acusa patéticos niveles de pobreza y atraso. A pocos kilómetros de La Guajira, se encuentra nuestro querido departamento del Cesar, donde, en contraste, circulan vehículos de alta gama, se construyen edificios suntuosos, urbanizaciones ostentosas, almacenes de grandes superficies, hoteles lujosos, y un derroche de publicidad puesta al servicio de algunas campañas políticas de dudosa financiación, que contrasta con la alta informalidad laboral que supera el 60 %, el desempleo nuestro, que supera la media nacional, y la abismal brecha que existe entre el sector urbano y el sector rural.
Algo está sucediendo, pero pareciera que nada sucede. La opacidad de nuestras autoridades frente a estos fenómenos es evidente, el fútbol por su parte, hace lo suyo, mantener aletargado el pensamiento, los medios prefieren cubrir eventos de farándula antes que informar sobre la situación actual, haciendo prevalecer el statu quo.
Para muchos lo mejor es hacer como el avestruz, que cree que con ocultar la cabeza en la tierra conjura el peligro que lo asecha. No obstante, el Evangelio según San Lucas enseña: “Cuidado con la levadura de los fariseos, o sea con su hipocresía. Nada hay cubierto que no llegue a descubrirse, nada hay escondido que no llegue a saberse”. Lucas: 12, 1-2. Aferrémonos a eso.
La frase de cierre: “Y es que la mafia también puede con las urnas y a su probada capacidad para corromper las instituciones democráticas es preciso sumarle su peligrosidad para influir sobre la sociedad y conformar consistentes estructuras clientelares que le otorguen poder con apariencia democrática”, tomado de la obra: Costa Nostra, de la autoría de Antonio Romero y Miguel Díaz.
Por: Darío Arregocés Baute / [email protected]
nos encontramos hoy con un departamento del Cesar que optó por abandonar su vocación pecuaria y agrícola, embelesado por el dinero fácil producto de la bonanza marimbera, para luego dar paso al bum del carbón, acompañado del deterioro ambiental y con el agravamiento del orden público...
Al mejor estilo del Estado gendarme de la Francia del siglo XVIII, donde prevaleció el liberalismo económico sin la intervención estatal (“laizzes faire, laizzes passer, que traduce: dejar hacer, dejar pasar), nos encontramos hoy con un departamento del Cesar que optó por abandonar su vocación pecuaria y agrícola, embelesado por el dinero fácil producto de la bonanza marimbera, para luego dar paso al bum del carbón, acompañado del deterioro ambiental y con el agravamiento del orden público, dando lugar al accionar de los diferentes actores del conflicto cuyo principal logro fue hacerse a grandes fortunas producto de la economía ilegal, expresadas en todas las formas posibles, dejando al día de hoy, un indeterminado número de víctimas.
Esa economía ilegal dio pie para que el entonces presidente Hugo Chávez tildara a Colombia como un narcoestado, al igual que el entonces senador Gustavo Petro, quien afirmó: “Colombia es un Estado mafioso”. Pero Colombia está integrado por 32 departamentos, con realidades económicas distintas; mientras que en La Guajira los niños mueren por causas asociadas a la desnutrición, siendo un departamento rico en carbón y gas natural, su población acusa patéticos niveles de pobreza y atraso. A pocos kilómetros de La Guajira, se encuentra nuestro querido departamento del Cesar, donde, en contraste, circulan vehículos de alta gama, se construyen edificios suntuosos, urbanizaciones ostentosas, almacenes de grandes superficies, hoteles lujosos, y un derroche de publicidad puesta al servicio de algunas campañas políticas de dudosa financiación, que contrasta con la alta informalidad laboral que supera el 60 %, el desempleo nuestro, que supera la media nacional, y la abismal brecha que existe entre el sector urbano y el sector rural.
Algo está sucediendo, pero pareciera que nada sucede. La opacidad de nuestras autoridades frente a estos fenómenos es evidente, el fútbol por su parte, hace lo suyo, mantener aletargado el pensamiento, los medios prefieren cubrir eventos de farándula antes que informar sobre la situación actual, haciendo prevalecer el statu quo.
Para muchos lo mejor es hacer como el avestruz, que cree que con ocultar la cabeza en la tierra conjura el peligro que lo asecha. No obstante, el Evangelio según San Lucas enseña: “Cuidado con la levadura de los fariseos, o sea con su hipocresía. Nada hay cubierto que no llegue a descubrirse, nada hay escondido que no llegue a saberse”. Lucas: 12, 1-2. Aferrémonos a eso.
La frase de cierre: “Y es que la mafia también puede con las urnas y a su probada capacidad para corromper las instituciones democráticas es preciso sumarle su peligrosidad para influir sobre la sociedad y conformar consistentes estructuras clientelares que le otorguen poder con apariencia democrática”, tomado de la obra: Costa Nostra, de la autoría de Antonio Romero y Miguel Díaz.
Por: Darío Arregocés Baute / [email protected]