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Columnista - 3 octubre, 2012

Década de Terror

Desde mi cocina Por Silvia Betancourt Alliegro    Como está de moda ser benevolentes con todo lo que haga nuestro administrador Juan Manuel Santos, poniendo como lema la palabra paz, y como a los administradores de las FARC se les está permitiendo todo lo que se les antoje en su cinismo sin límites, me permito […]

Desde mi cocina
Por Silvia Betancourt Alliegro   

Como está de moda ser benevolentes con todo lo que haga nuestro administrador Juan Manuel Santos, poniendo como lema la palabra paz, y como a los administradores de las FARC se les está permitiendo todo lo que se les antoje en su cinismo sin límites, me permito publicar esta nueva entrega de mi diario, y de pasada aconsejo que escriba usted uno, para que no dejemos todo a la oralidad:
“Hoy, febrero 28 de 2002, les expongo que ésta ha sido la semana más larga,  sangrienta y destructiva,  que haya padecido mi país.
Los  combatientes de las dos más grandes guerrillas que haya tenido el siglo veinte, se han dedicado a dinamitar puentes,  torres de conducción de energía eléctrica, de telefonía, han tratado de dejar a los ocho millones de habitantes que tiene Bogotá sin el suministro de agua potable,  atentando contra la  estructura de la hidroeléctrica de Chingaza, por dos ocasiones, y el alcalde Antanas Mockus  se trasladó hasta  Washington para hacerse oír por los que nos donan armas y aviones para que continuemos en guerra  (siempre se puede pescar en río revuelto),  y le tocó devolverse antes de tiempo ya no recuerdo por qué, quizás mañana lo  comente después de consultar en los periódicos de la semana.

No podemos negar que los sucesos van a una velocidad centrífuga, es como si los siete jinetes del Apocalipsis se hubieran desplazado hasta Colombia para acelerar el curso de nuestra historia,  para llevarnos a velocidades de vértigo hasta el final de los malos tiempos que hemos padecido desde hace algo más de quinientos años
Aún en medio de tanto crimen,  dolor,  amargura,  carencias; nos atrevemos a reír de cosas aparentemente sosas, quizá como mecanismo de defensa de la psiquis para no explayarse y perderse en los caminos tortuosos de la locura plena.

Se nos nota el hambre de todo: vestuario, instrucción, proyecciones dignas, vivienda, salud, nos hemos convertido en una masa de desempleados que únicamente aspiramos a seguir con vida,  así sea una desgracia la existencia con hambre y miedo,  respirar la próxima mañana aunque  no nos bebamos el ritual café caliente, que es la única ilusión de cada madrugada”.

Como podrá verificar, nada ha cambiado en diez años, así tengamos presidente diferente, no quiere decir que no sigan cabalgando los mismos hombres expoliando el poco rastro de dignidad y decoro que no han podido desaparecer, muy a su pesar, pues aún buscamos en nuestra memoria antiguas canciones para rememorar cantando, o bailando (a escondidas, puesto que pueden enviar sus asesinos de las motos) porque ellos: gobierno y guerrilla, no quieren un pueblo feliz, sino uno martirizado ¡para que respete sus leyes, vote por ellos y pague los impuestos sin rechistar!
Además, no es su meta aniquilar a toda la población, porque entonces ¿quién excavaría las zanjas y las tumbas?
[email protected]   @yastao

Columnista
3 octubre, 2012

Década de Terror

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Silvia Betancourt Alliegro

Desde mi cocina Por Silvia Betancourt Alliegro    Como está de moda ser benevolentes con todo lo que haga nuestro administrador Juan Manuel Santos, poniendo como lema la palabra paz, y como a los administradores de las FARC se les está permitiendo todo lo que se les antoje en su cinismo sin límites, me permito […]


Desde mi cocina
Por Silvia Betancourt Alliegro   

Como está de moda ser benevolentes con todo lo que haga nuestro administrador Juan Manuel Santos, poniendo como lema la palabra paz, y como a los administradores de las FARC se les está permitiendo todo lo que se les antoje en su cinismo sin límites, me permito publicar esta nueva entrega de mi diario, y de pasada aconsejo que escriba usted uno, para que no dejemos todo a la oralidad:
“Hoy, febrero 28 de 2002, les expongo que ésta ha sido la semana más larga,  sangrienta y destructiva,  que haya padecido mi país.
Los  combatientes de las dos más grandes guerrillas que haya tenido el siglo veinte, se han dedicado a dinamitar puentes,  torres de conducción de energía eléctrica, de telefonía, han tratado de dejar a los ocho millones de habitantes que tiene Bogotá sin el suministro de agua potable,  atentando contra la  estructura de la hidroeléctrica de Chingaza, por dos ocasiones, y el alcalde Antanas Mockus  se trasladó hasta  Washington para hacerse oír por los que nos donan armas y aviones para que continuemos en guerra  (siempre se puede pescar en río revuelto),  y le tocó devolverse antes de tiempo ya no recuerdo por qué, quizás mañana lo  comente después de consultar en los periódicos de la semana.

No podemos negar que los sucesos van a una velocidad centrífuga, es como si los siete jinetes del Apocalipsis se hubieran desplazado hasta Colombia para acelerar el curso de nuestra historia,  para llevarnos a velocidades de vértigo hasta el final de los malos tiempos que hemos padecido desde hace algo más de quinientos años
Aún en medio de tanto crimen,  dolor,  amargura,  carencias; nos atrevemos a reír de cosas aparentemente sosas, quizá como mecanismo de defensa de la psiquis para no explayarse y perderse en los caminos tortuosos de la locura plena.

Se nos nota el hambre de todo: vestuario, instrucción, proyecciones dignas, vivienda, salud, nos hemos convertido en una masa de desempleados que únicamente aspiramos a seguir con vida,  así sea una desgracia la existencia con hambre y miedo,  respirar la próxima mañana aunque  no nos bebamos el ritual café caliente, que es la única ilusión de cada madrugada”.

Como podrá verificar, nada ha cambiado en diez años, así tengamos presidente diferente, no quiere decir que no sigan cabalgando los mismos hombres expoliando el poco rastro de dignidad y decoro que no han podido desaparecer, muy a su pesar, pues aún buscamos en nuestra memoria antiguas canciones para rememorar cantando, o bailando (a escondidas, puesto que pueden enviar sus asesinos de las motos) porque ellos: gobierno y guerrilla, no quieren un pueblo feliz, sino uno martirizado ¡para que respete sus leyes, vote por ellos y pague los impuestos sin rechistar!
Además, no es su meta aniquilar a toda la población, porque entonces ¿quién excavaría las zanjas y las tumbas?
[email protected]   @yastao