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Columnista - 11 agosto, 2020

De la piedra al litio, minería para rato

La civilización humana ha transitado por muchas etapas evolutivas desde que nuestros ancestros dominaron el fuego como primer elemento. Avance tecnológico que fue seguido por prácticas agrícolas, la escritura, el lenguaje y la construcción, entre otros, con los cuales se aumentó el nivel de organización de las comunidades bajo una lógica de competencia y colaboración […]

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La civilización humana ha transitado por muchas etapas evolutivas desde que nuestros ancestros dominaron el fuego como primer elemento. Avance tecnológico que fue seguido por prácticas agrícolas, la escritura, el lenguaje y la construcción, entre otros, con los cuales se aumentó el nivel de organización de las comunidades bajo una lógica de competencia y colaboración por el uso de diversos recursos naturales.

Entre estos, las prácticas extractivas, junto con el conocimiento del comportamiento fisicoquímico de algunos materiales y minerales, lograron dar forma a la alfarería y la metalurgia; y darles color a las creaciones gracias a tintes inorgánicos.

Posteriormente, con las edades de bronce y hierro se consolidaron imperios bajo una diplomacia fundamentada en herramientas para ejercer el poder. Civilizaciones como la griega, la egipcia, la persa y la romana forjaron la historia, entre otras cosas, gracias a su capacidad para extraer materiales del suelo y procesarlos posteriormente.

La minería coadyuvó a los avances tecnológicos suscitados en las edades media y moderna, y suplió el carbón y materiales para las máquinas de la sociedad industrial del siglo XIX. La Primera Revolución Industrial se alimentó con el negro mineral extraído de mantos superficiales y subterráneos.

Para inicios del siglo XX los motores y equipos eléctricos se masificaron en virtud de una actividad minera que logró suplir la demanda creciente de hierro, ferro níquel, cobre y estaño, entre otros minerales. El electrón que continuamente fluye para iluminar y alimentar la infinidad de aparatos eléctricos en el hogar, la industria y el sector de servicios, lo hace en un cable de cobre que fue extraído de la Madre Tierra.

Para el siglo XXI, donde se habla de la Cuarta y Quinta Revolución Industrial, la minería vuelve a soportar nuestra creatividad e innovación tecnológica; dándole oportunidad para que la nanotecnología, la digitalización, la interconectividad, el Big Data y la Inteligencia Artificial se masifiquen.

Y si bien en estos momentos el carbón ha sido injustamente vilipendiado, el cobre, el litio y las tierras raras -como el lantano, el escandio, el samario o el itrio-, son los nuevos y más preciados minerales críticos para viabilizar la tecnología en salud que hoy día salva la vida de tantos pacientes covid-19; que soportan todos los proyectos de energía renovable en el planeta; o que permiten el procesamiento de millones de Terabytes en servidores y computadoras en el mundo.

Al hacer un arqueo, se puede decir que en Colombia la minería ha brindado buena parte de las materias primas para la consolidación de una economía reconocida en la OCDE, mientras que la explotación ilegal ha dejado heridas abiertas en lo social, pasivos ambientales y riquezas mal habidas a grupos ilegales.

El problema no es la actividad en sí, es la ilegalidad de algunas prácticas extractivas en zonas protegidas y las regalías dilapidadas en obras inconclusas o inútiles. Por lo tanto, es un sector que, aunque con mala imagen, es indispensable para un futuro sostenible; sea esta una paradoja o no.

Columnista
11 agosto, 2020

De la piedra al litio, minería para rato

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Cristian Julian Diaz Alvarez

La civilización humana ha transitado por muchas etapas evolutivas desde que nuestros ancestros dominaron el fuego como primer elemento. Avance tecnológico que fue seguido por prácticas agrícolas, la escritura, el lenguaje y la construcción, entre otros, con los cuales se aumentó el nivel de organización de las comunidades bajo una lógica de competencia y colaboración […]


La civilización humana ha transitado por muchas etapas evolutivas desde que nuestros ancestros dominaron el fuego como primer elemento. Avance tecnológico que fue seguido por prácticas agrícolas, la escritura, el lenguaje y la construcción, entre otros, con los cuales se aumentó el nivel de organización de las comunidades bajo una lógica de competencia y colaboración por el uso de diversos recursos naturales.

Entre estos, las prácticas extractivas, junto con el conocimiento del comportamiento fisicoquímico de algunos materiales y minerales, lograron dar forma a la alfarería y la metalurgia; y darles color a las creaciones gracias a tintes inorgánicos.

Posteriormente, con las edades de bronce y hierro se consolidaron imperios bajo una diplomacia fundamentada en herramientas para ejercer el poder. Civilizaciones como la griega, la egipcia, la persa y la romana forjaron la historia, entre otras cosas, gracias a su capacidad para extraer materiales del suelo y procesarlos posteriormente.

La minería coadyuvó a los avances tecnológicos suscitados en las edades media y moderna, y suplió el carbón y materiales para las máquinas de la sociedad industrial del siglo XIX. La Primera Revolución Industrial se alimentó con el negro mineral extraído de mantos superficiales y subterráneos.

Para inicios del siglo XX los motores y equipos eléctricos se masificaron en virtud de una actividad minera que logró suplir la demanda creciente de hierro, ferro níquel, cobre y estaño, entre otros minerales. El electrón que continuamente fluye para iluminar y alimentar la infinidad de aparatos eléctricos en el hogar, la industria y el sector de servicios, lo hace en un cable de cobre que fue extraído de la Madre Tierra.

Para el siglo XXI, donde se habla de la Cuarta y Quinta Revolución Industrial, la minería vuelve a soportar nuestra creatividad e innovación tecnológica; dándole oportunidad para que la nanotecnología, la digitalización, la interconectividad, el Big Data y la Inteligencia Artificial se masifiquen.

Y si bien en estos momentos el carbón ha sido injustamente vilipendiado, el cobre, el litio y las tierras raras -como el lantano, el escandio, el samario o el itrio-, son los nuevos y más preciados minerales críticos para viabilizar la tecnología en salud que hoy día salva la vida de tantos pacientes covid-19; que soportan todos los proyectos de energía renovable en el planeta; o que permiten el procesamiento de millones de Terabytes en servidores y computadoras en el mundo.

Al hacer un arqueo, se puede decir que en Colombia la minería ha brindado buena parte de las materias primas para la consolidación de una economía reconocida en la OCDE, mientras que la explotación ilegal ha dejado heridas abiertas en lo social, pasivos ambientales y riquezas mal habidas a grupos ilegales.

El problema no es la actividad en sí, es la ilegalidad de algunas prácticas extractivas en zonas protegidas y las regalías dilapidadas en obras inconclusas o inútiles. Por lo tanto, es un sector que, aunque con mala imagen, es indispensable para un futuro sostenible; sea esta una paradoja o no.