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Columnista - 2 mayo, 2012

De la música también fuimos segregadas

Desde mí cocina   Por: Silvia Betancourt Alliegro   La Leyenda de Yurupary es uno de los más bellos poemas amerindios, transmitido oralmente desde las tradiciones precolombinas hasta el siglo pasado, cuando fue recogido por escrito.   Simbólicamente, la música se presenta en la leyenda con una dimensión poética pero, debido a las múltiples funciones […]

Desde mí cocina

 

Por: Silvia Betancourt Alliegro

 

La Leyenda de Yurupary es uno de los más bellos poemas amerindios, transmitido oralmente desde las tradiciones precolombinas hasta el siglo pasado, cuando fue recogido por escrito.

 

Simbólicamente, la música se presenta en la leyenda con una dimensión poética pero, debido a las múltiples funciones que desempeña, adquiere el doble valor de signo- símbolo de Yurupary y, por extensión, del patriarcado. En un nivel de análisis, y por su identificación con el cambio y el progreso, se convierte en símbolo de civilización, en tanto que al representar la veda impuesta a las mujeres, asume el carácter de sentencia.

 

Con la música se reconstruye otro discurso, se recobra la palabra muda, murmurante, inagotable en su poder de seducción, que anima desde el interior el sonido y el ritmo, sosteniendo y vigorizando el texto de la norma dicha expresamente.

 

Como poema aborigen, incluye las facetas que en Occidente hemos denominado epopeya, leyenda, canto, drama, génesis, mito, aventura. Se resume de esta manera la caracterización de este complejo mítico- ritual.

En general, Yurupary puede considerarse:

 

a) Un mito religioso –agrícola de carácter cíclico o periódico que celebra las cosechas, la germinación y el crecimiento de los frutos, y la fertilidad de la naturaleza.

 

b) Un ceremonial iniciático por el  cual los jóvenes cambian de estatus y se vinculan enteramente a la sociedad tribal, asegurando así la supervivencia de las instituciones y la vida misma del grupo.

 

 

c) Un mito ceremonial encaminado a preservar del incesto a los miembros de la tribu.

d) Un culto de los antepasados que celebra en especial la memoria de un héroe mítico, líder religioso y legislador, cuya presencia se invoca para renovar las creencias en sus leyes y enseñanzas.

e) Un rito secreto masculino cuyo propósito es asegurar el predominio del hombre sobre la mujer en la sociedad indígena.

 

Personalmente siento que quedan resabios de ese rastro de predominio patriarcal en todos los países del mundo, las mujeres de Yurupary no se diferencian de las de hoy en cuanto al trato por parte de los hombres.

 

En las leyes de Yurupary se segrega a la mujer y de manera atroz se le exilia de la música, puesto que a los hombres de la tribu les fue prohibido expresamente que las mujeres participaran en las fiestas de los hombres cuando estuvieran presentes los instrumentos musicales. La mujer que violara dicha ley sería condenada a la muerte en el acto.

El hombre que mostrara los instrumentos, o revelara a la mujer las leyes secretas sería obligado a envenenarse, o en caso de negarse, otro cualquiera podría darle muerte.

El Payé se expresó así de las mujeres: “Veo a mi pesar que nunca podrá encontrarse sobre la tierra una mujer paciente, discreta y capaz de guardar un secreto.  No hace mucho que el Sol me recomendó en el sueño evitar que las mujeres se aproximaran de noche a las orillas del lago. Y les advertí de esta prohibición; y ahora no sólo las encuentro aquí a todas, sino que están además maquinando cosas vergonzosas contra nosotros los viejos, desobedeciendo de esta manera las órdenes de los que gobiernan el mundo. La generación que va a nacer mañana excluirá para siempre a las mujeres de participar en todo asunto de importancia”.

 

La educación nos ha hecho libres e iguales, aparentemente, y si seguimos siendo marginadas y maltratadas es porque nosotras mismas nos encargamos de ‘educar’ a los varones pensando que son superiores a nosotras, y por tanto, les debemos sumisión y esclavitud a perpetuidad.

 

Al menos, en la leyenda de Yurupary y en algunos casos particulares en nuestros días, los hombres siempre andan en busca de una madre para amarla y hacerla respetar. La esperanza nos asiste.

 

[email protected]

 

Columnista
2 mayo, 2012

De la música también fuimos segregadas

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Silvia Betancourt Alliegro

Desde mí cocina   Por: Silvia Betancourt Alliegro   La Leyenda de Yurupary es uno de los más bellos poemas amerindios, transmitido oralmente desde las tradiciones precolombinas hasta el siglo pasado, cuando fue recogido por escrito.   Simbólicamente, la música se presenta en la leyenda con una dimensión poética pero, debido a las múltiples funciones […]


Desde mí cocina

 

Por: Silvia Betancourt Alliegro

 

La Leyenda de Yurupary es uno de los más bellos poemas amerindios, transmitido oralmente desde las tradiciones precolombinas hasta el siglo pasado, cuando fue recogido por escrito.

 

Simbólicamente, la música se presenta en la leyenda con una dimensión poética pero, debido a las múltiples funciones que desempeña, adquiere el doble valor de signo- símbolo de Yurupary y, por extensión, del patriarcado. En un nivel de análisis, y por su identificación con el cambio y el progreso, se convierte en símbolo de civilización, en tanto que al representar la veda impuesta a las mujeres, asume el carácter de sentencia.

 

Con la música se reconstruye otro discurso, se recobra la palabra muda, murmurante, inagotable en su poder de seducción, que anima desde el interior el sonido y el ritmo, sosteniendo y vigorizando el texto de la norma dicha expresamente.

 

Como poema aborigen, incluye las facetas que en Occidente hemos denominado epopeya, leyenda, canto, drama, génesis, mito, aventura. Se resume de esta manera la caracterización de este complejo mítico- ritual.

En general, Yurupary puede considerarse:

 

a) Un mito religioso –agrícola de carácter cíclico o periódico que celebra las cosechas, la germinación y el crecimiento de los frutos, y la fertilidad de la naturaleza.

 

b) Un ceremonial iniciático por el  cual los jóvenes cambian de estatus y se vinculan enteramente a la sociedad tribal, asegurando así la supervivencia de las instituciones y la vida misma del grupo.

 

 

c) Un mito ceremonial encaminado a preservar del incesto a los miembros de la tribu.

d) Un culto de los antepasados que celebra en especial la memoria de un héroe mítico, líder religioso y legislador, cuya presencia se invoca para renovar las creencias en sus leyes y enseñanzas.

e) Un rito secreto masculino cuyo propósito es asegurar el predominio del hombre sobre la mujer en la sociedad indígena.

 

Personalmente siento que quedan resabios de ese rastro de predominio patriarcal en todos los países del mundo, las mujeres de Yurupary no se diferencian de las de hoy en cuanto al trato por parte de los hombres.

 

En las leyes de Yurupary se segrega a la mujer y de manera atroz se le exilia de la música, puesto que a los hombres de la tribu les fue prohibido expresamente que las mujeres participaran en las fiestas de los hombres cuando estuvieran presentes los instrumentos musicales. La mujer que violara dicha ley sería condenada a la muerte en el acto.

El hombre que mostrara los instrumentos, o revelara a la mujer las leyes secretas sería obligado a envenenarse, o en caso de negarse, otro cualquiera podría darle muerte.

El Payé se expresó así de las mujeres: “Veo a mi pesar que nunca podrá encontrarse sobre la tierra una mujer paciente, discreta y capaz de guardar un secreto.  No hace mucho que el Sol me recomendó en el sueño evitar que las mujeres se aproximaran de noche a las orillas del lago. Y les advertí de esta prohibición; y ahora no sólo las encuentro aquí a todas, sino que están además maquinando cosas vergonzosas contra nosotros los viejos, desobedeciendo de esta manera las órdenes de los que gobiernan el mundo. La generación que va a nacer mañana excluirá para siempre a las mujeres de participar en todo asunto de importancia”.

 

La educación nos ha hecho libres e iguales, aparentemente, y si seguimos siendo marginadas y maltratadas es porque nosotras mismas nos encargamos de ‘educar’ a los varones pensando que son superiores a nosotras, y por tanto, les debemos sumisión y esclavitud a perpetuidad.

 

Al menos, en la leyenda de Yurupary y en algunos casos particulares en nuestros días, los hombres siempre andan en busca de una madre para amarla y hacerla respetar. La esperanza nos asiste.

 

[email protected]