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Columnista - 6 marzo, 2024

De la Loperena y otras veleidades

La historia de la provincia del cacique Upar y de la colonia no pasa de leyendas, cronistas de verdad no hubo y para los neo investigadores es muy difícil editarla con meros documentos y partidas de bautismo. Las fuentes de la historia son los documentos, la oralidad y la imagenología. Además del aporte de otras […]

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La historia de la provincia del cacique Upar y de la colonia no pasa de leyendas, cronistas de verdad no hubo y para los neo investigadores es muy difícil editarla con meros documentos y partidas de bautismo. Las fuentes de la historia son los documentos, la oralidad y la imagenología. Además del aporte de otras ciencias concluyentes como la arqueología y la paleografía porque la historia es muy frágil y maleable. 

Ernesto Altahona Castro posee bastante documentación sobre las relaciones de sangre de algunas familias vallenatas y algunos hechos acaecidos hasta 1850 tras las huellas de Pedro Castro Trespalacios con “Culturas aborígenes e independencia de Valledupar” donde sostiene dos cosas de interés para esta familia: 1) María Concepción Loperena fue una heroína; 2) Ella es la matriz de la familia Castro. 

Si este es el objetivo de la investigación, me parece intrascendente, no se vive del heroísmo de los ancestros y esta familia no necesita esta plusvalía genética, es un referente sociopolítico y económico. Policarpa, Mercedes Abrego y Antonia Santos no le dejaron ese legado a su descendencia, quizás no la tuvieron, pero colateralmente tampoco la veo retratada en la dirección del Estado y la economía. 

La independencia de Valledupar fue de papel, un documento firmado por unos pocos dentro de los cuales figura un tío tatarabuelo mío y nadie ha dicho que es un héroe. De los caballos ya el mismo Altahona ha descubierto que M.C.L. vendía caballos y reses a los ejércitos, las guerras siempre han sido un negocio. Además, la campaña del río Magdalena Medio fue fluvial. En cuanto a la descendencia de M.C.L., el camino es aún más tortuoso; ir de Fernández de Castro a Castro requiere un mayor rigor investigativo. La principal prueba es la genética mediante el ADN mitocondrial pero aún no se sabe donde reposan las cenizas de M.C.L. Desde lo fenotípico podemos afirmar que tienen rasgos más cercanos a los nativos que a los caucásicos, motivo de orgullo porque, según Vasconcelos, somos una etnia cósmica, la herencia es uno de los cuatro paradigmas de la biología (Mendel). 

Sería de mayor interés determinar cómo en plena época libertaria, de penurias, M.C.L. haya amasado una fortuna. Recuerden que Pelayo Loperena fue un militar realista, esclavista y avasallador de indígenas. A mí, en particular, me gustaría estar más cerca del cacique Upar que de Pelayo. También sería pertinente investigar como hicieron algunos notarios, concejales y alcaldes de Valledupar para apropiarse de los ejidos municipales. En Colombia no hay prosapias. 

Hace muchos años le escuché decir al arquitecto español José de Recasens, un estudioso de nuestra sociología que, en una clínica de Bogotá donde se suponía nacían los blancos de esa ciudad, encontraron que el 85 % de las crías eran mestizas, la mancha mongólica y los estudios de ADN así lo confirmaron. 

Luis Napoleón de Armas P.

Columnista
6 marzo, 2024

De la Loperena y otras veleidades

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Napoleón de Armas P.

La historia de la provincia del cacique Upar y de la colonia no pasa de leyendas, cronistas de verdad no hubo y para los neo investigadores es muy difícil editarla con meros documentos y partidas de bautismo. Las fuentes de la historia son los documentos, la oralidad y la imagenología. Además del aporte de otras […]


La historia de la provincia del cacique Upar y de la colonia no pasa de leyendas, cronistas de verdad no hubo y para los neo investigadores es muy difícil editarla con meros documentos y partidas de bautismo. Las fuentes de la historia son los documentos, la oralidad y la imagenología. Además del aporte de otras ciencias concluyentes como la arqueología y la paleografía porque la historia es muy frágil y maleable. 

Ernesto Altahona Castro posee bastante documentación sobre las relaciones de sangre de algunas familias vallenatas y algunos hechos acaecidos hasta 1850 tras las huellas de Pedro Castro Trespalacios con “Culturas aborígenes e independencia de Valledupar” donde sostiene dos cosas de interés para esta familia: 1) María Concepción Loperena fue una heroína; 2) Ella es la matriz de la familia Castro. 

Si este es el objetivo de la investigación, me parece intrascendente, no se vive del heroísmo de los ancestros y esta familia no necesita esta plusvalía genética, es un referente sociopolítico y económico. Policarpa, Mercedes Abrego y Antonia Santos no le dejaron ese legado a su descendencia, quizás no la tuvieron, pero colateralmente tampoco la veo retratada en la dirección del Estado y la economía. 

La independencia de Valledupar fue de papel, un documento firmado por unos pocos dentro de los cuales figura un tío tatarabuelo mío y nadie ha dicho que es un héroe. De los caballos ya el mismo Altahona ha descubierto que M.C.L. vendía caballos y reses a los ejércitos, las guerras siempre han sido un negocio. Además, la campaña del río Magdalena Medio fue fluvial. En cuanto a la descendencia de M.C.L., el camino es aún más tortuoso; ir de Fernández de Castro a Castro requiere un mayor rigor investigativo. La principal prueba es la genética mediante el ADN mitocondrial pero aún no se sabe donde reposan las cenizas de M.C.L. Desde lo fenotípico podemos afirmar que tienen rasgos más cercanos a los nativos que a los caucásicos, motivo de orgullo porque, según Vasconcelos, somos una etnia cósmica, la herencia es uno de los cuatro paradigmas de la biología (Mendel). 

Sería de mayor interés determinar cómo en plena época libertaria, de penurias, M.C.L. haya amasado una fortuna. Recuerden que Pelayo Loperena fue un militar realista, esclavista y avasallador de indígenas. A mí, en particular, me gustaría estar más cerca del cacique Upar que de Pelayo. También sería pertinente investigar como hicieron algunos notarios, concejales y alcaldes de Valledupar para apropiarse de los ejidos municipales. En Colombia no hay prosapias. 

Hace muchos años le escuché decir al arquitecto español José de Recasens, un estudioso de nuestra sociología que, en una clínica de Bogotá donde se suponía nacían los blancos de esa ciudad, encontraron que el 85 % de las crías eran mestizas, la mancha mongólica y los estudios de ADN así lo confirmaron. 

Luis Napoleón de Armas P.