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Columnista - 6 febrero, 2020

De Cóndores y cucaracheros

Siempre han estado ahí, solidarios, solitarios, politiqueros, religiosos, amoreros, picaros, serviciales, roneros, elegantes, chuchos, aprovechados, sinceros, molestosos, pedigüeños, intrigantes, cansones, lectores, habladores, silenciosos, licenciosos, reyezuelos, pastores, ordenados, orientadores, despistados, brillantes, brutos, alcanzables, inalcanzables, mentirosos, tramoyeros, seriotes, honestos, libres y en compraventa. En fin, ciudadanos, cóndores y cucaracheros, tropas de buenas personas, caterva de bandidos. Hablo […]

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Siempre han estado ahí, solidarios, solitarios, politiqueros, religiosos, amoreros, picaros, serviciales, roneros, elegantes, chuchos, aprovechados, sinceros, molestosos, pedigüeños, intrigantes, cansones, lectores, habladores, silenciosos, licenciosos, reyezuelos, pastores, ordenados, orientadores, despistados, brillantes, brutos, alcanzables, inalcanzables, mentirosos, tramoyeros, seriotes, honestos, libres y en compraventa.

En fin, ciudadanos, cóndores y cucaracheros, tropas de buenas personas, caterva de bandidos. Hablo de la radio, hombres y mujeres, ayer, antier y hoy. Y posiblemente mañana. Incluyamos por supuesto el periodismo, tan ligado, que llevan a la misma cosa: medios de comunicación y quienes lo integramos. Hasta yo estoy metido en casi todos los adjetivos anotados.

Los oyentes, y lectores, son siempre la máxima autoridad para calificarnos. Dejemos a los amigos de la televisión quietos, por ahora, hay muchas estrellas ahí, para este capítulo terrenal. Ni para que tocar redes sociales, ¡ahí si fue Troya!

No es para llorar, ni para hacer cohetes, ni siquiera para abrazarnos y darnos pésame, tampoco para carnaval, es simplemente para pensarnos, incluso repensarnos. La sociedad nos mira, nos admira, nos aplaude, pero al igual puede perder confianza y romper el espejo donde nos mira, toda esa libertad la tiene quien nos lee ahora, o nos escuchó ayer. Como la novela 1984 de George Orwell, el Gran hermano nos está observando.

Aquella causa donde la radio informaba, educaba y entretenía está seriamente revaluada, la tecnología trajo otras opciones, si no tenemos investigación y credibilidad no informamos, sin educación es imposible educar, sin causas nobles y sanas no entretenemos. Muchas profesiones desaparecerán esta década, otras estarán en vías de extinción, como ciertos animales y plantas.

La información es el poder, pero una carga de entreteniendo permanente nos vuelve, digamos, pendejos, para no decir idiotas. Vargas Llosa lo advirtió en La civilización del espectáculo, hace algún tiempo.

Todos las profesiones tienen excelentes ejemplos, la nuestra también, al igual hay una turba de cafres por todas partes, en todas partes. Ayer una manada aplaudían con tambores al gobernante saliente, hoy los mismos cabizbajos llegan donde los presentes. Aquí no hay culpables, ni gobiernos, ni medios, ni empresas, todos somos parte del problema y de la solución.

Los periodistas somos seres normales y corrientes, ningún privilegio distinto a los otros ciudadanos puede ponernos encima. Pero, desde siempre hay pavos reales y tierrelitas. No sabemos cómo parará la cosa, parecido a la economía, un viento en la bolsa de China afecta los bolsillos del habitante del barrio Simón Bolívar.

Si los gobiernos no dan cupos publicitarios, casi siempre selectivos y a los mismos, hay tendereta, pandemia, hambruna, casi muerte. Deberían ensayarlo a ver qué pasa. Cada día nos informamos de todo y sabemos de nada, un gol, un escándalo político o artístico nos ocupa la semana. Y a veces el mes.

Tampoco tengo el remedio, ni la panacea, igual sufro el mismo dolor y tomo la misma pastilla. Bueno ya dije todo lo que pienso del periodismo local, y si los ven- parafraseando a Piero- me les dan mi respetuoso saludo. Tengamos fe, algo puede pasar, ojalá sea bueno.

Columnista
6 febrero, 2020

De Cóndores y cucaracheros

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Edgardo Mendoza Guerra

Siempre han estado ahí, solidarios, solitarios, politiqueros, religiosos, amoreros, picaros, serviciales, roneros, elegantes, chuchos, aprovechados, sinceros, molestosos, pedigüeños, intrigantes, cansones, lectores, habladores, silenciosos, licenciosos, reyezuelos, pastores, ordenados, orientadores, despistados, brillantes, brutos, alcanzables, inalcanzables, mentirosos, tramoyeros, seriotes, honestos, libres y en compraventa. En fin, ciudadanos, cóndores y cucaracheros, tropas de buenas personas, caterva de bandidos. Hablo […]


Siempre han estado ahí, solidarios, solitarios, politiqueros, religiosos, amoreros, picaros, serviciales, roneros, elegantes, chuchos, aprovechados, sinceros, molestosos, pedigüeños, intrigantes, cansones, lectores, habladores, silenciosos, licenciosos, reyezuelos, pastores, ordenados, orientadores, despistados, brillantes, brutos, alcanzables, inalcanzables, mentirosos, tramoyeros, seriotes, honestos, libres y en compraventa.

En fin, ciudadanos, cóndores y cucaracheros, tropas de buenas personas, caterva de bandidos. Hablo de la radio, hombres y mujeres, ayer, antier y hoy. Y posiblemente mañana. Incluyamos por supuesto el periodismo, tan ligado, que llevan a la misma cosa: medios de comunicación y quienes lo integramos. Hasta yo estoy metido en casi todos los adjetivos anotados.

Los oyentes, y lectores, son siempre la máxima autoridad para calificarnos. Dejemos a los amigos de la televisión quietos, por ahora, hay muchas estrellas ahí, para este capítulo terrenal. Ni para que tocar redes sociales, ¡ahí si fue Troya!

No es para llorar, ni para hacer cohetes, ni siquiera para abrazarnos y darnos pésame, tampoco para carnaval, es simplemente para pensarnos, incluso repensarnos. La sociedad nos mira, nos admira, nos aplaude, pero al igual puede perder confianza y romper el espejo donde nos mira, toda esa libertad la tiene quien nos lee ahora, o nos escuchó ayer. Como la novela 1984 de George Orwell, el Gran hermano nos está observando.

Aquella causa donde la radio informaba, educaba y entretenía está seriamente revaluada, la tecnología trajo otras opciones, si no tenemos investigación y credibilidad no informamos, sin educación es imposible educar, sin causas nobles y sanas no entretenemos. Muchas profesiones desaparecerán esta década, otras estarán en vías de extinción, como ciertos animales y plantas.

La información es el poder, pero una carga de entreteniendo permanente nos vuelve, digamos, pendejos, para no decir idiotas. Vargas Llosa lo advirtió en La civilización del espectáculo, hace algún tiempo.

Todos las profesiones tienen excelentes ejemplos, la nuestra también, al igual hay una turba de cafres por todas partes, en todas partes. Ayer una manada aplaudían con tambores al gobernante saliente, hoy los mismos cabizbajos llegan donde los presentes. Aquí no hay culpables, ni gobiernos, ni medios, ni empresas, todos somos parte del problema y de la solución.

Los periodistas somos seres normales y corrientes, ningún privilegio distinto a los otros ciudadanos puede ponernos encima. Pero, desde siempre hay pavos reales y tierrelitas. No sabemos cómo parará la cosa, parecido a la economía, un viento en la bolsa de China afecta los bolsillos del habitante del barrio Simón Bolívar.

Si los gobiernos no dan cupos publicitarios, casi siempre selectivos y a los mismos, hay tendereta, pandemia, hambruna, casi muerte. Deberían ensayarlo a ver qué pasa. Cada día nos informamos de todo y sabemos de nada, un gol, un escándalo político o artístico nos ocupa la semana. Y a veces el mes.

Tampoco tengo el remedio, ni la panacea, igual sufro el mismo dolor y tomo la misma pastilla. Bueno ya dije todo lo que pienso del periodismo local, y si los ven- parafraseando a Piero- me les dan mi respetuoso saludo. Tengamos fe, algo puede pasar, ojalá sea bueno.