CULTURA

Una década perdida: las instituciones no cumplieron el PES y el vallenato tradicional sigue en riesgo

Diez años después de que la Unesco declarara al vallenato tradicional Patrimonio Cultural Inmaterial, las instituciones encargadas del Plan Especial de Salvaguardia no cumplieron sus compromisos. Alcaldías, gobernaciones y el Ministerio de Cultura dejaron proyectos inconclusos, y la tradición enfrenta hoy mayores riesgos que en 2015.

Lorenzo Morales y Emiliano Zuleta, representantes del vallenato tradicional.

Lorenzo Morales y Emiliano Zuleta, representantes del vallenato tradicional.

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Diez años después de que la Unesco declarara la música vallenata tradicional como Patrimonio Cultural Inmaterial, la región enfrenta un balance incómodo: las instituciones responsables nunca cumplieron a cabalidad el Plan Especial de Salvaguardia, PES, y hoy los riesgos sobre la tradición son mayores que los que motivaron la declaratoria en 2015.

El PES, aprobado desde 2013 y formalizado ante la Unesco en 2015, era un compromiso de país. Su implementación recaía en alcaldías, gobernaciones, el Ministerio de Cultura, la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata (como operador cultural del sistema tradicional), las secretarías de Cultura departamentales y municipales, y la red institucional encargada del patrimonio.

Pero la década que debía consolidar la protección terminó convertida en un período de parálisis institucional, proyectos inconclusos y silencios administrativos frente a obligaciones expresas: formación, investigación, salvaguarda de compositores, fortalecimiento de juglares y espacios de transmisión, protección de escenarios tradicionales y promoción de prácticas auténticas en riesgo.

Lea también: Así se vivió el día en que el vallenato tradicional entró a la lista de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco

Un PES reducido a discursos

La Unesco advirtió en su momento que el vallenato tradicional estaba en riesgo por la pérdida de espacios de transmisión, la disminución de juglares y la presión del mercado comercial. Diez años después, el diagnóstico no mejoró: se agravó.

Las instituciones culturales locales y nacionales no consolidaron un sistema de formación estable; los procesos de investigación financiados quedaron a mitad de camino; las casas de la Cultura del departamento no integraron programas permanentes de tradición oral; y los festivales municipales siguieron dependiendo del año político y no de una política pública.

Ministerio de Cultura: el actor que no lideró

El Ministerio de Cultura, llamado a coordinar la ejecución del PES, mantuvo el documento como una referencia, pero no como una prioridad. No hubo seguimiento riguroso, no hubo indicadores de cumplimiento visibles, no hubo sanciones por inacción, y los recursos para salvaguarda siempre fueron menores frente a los destinados a circuitos comerciales de música o eventos episódicos.

Alcaldías y Gobernaciones: 10 años sin hoja de ruta

En Valledupar y en el Cesar, las administraciones de turno no estructuraron una política de tradición vallenata articulada al PES. Lo que existió fueron acciones aisladas: apoyos puntuales al Festival, estímulos fragmentados y programas sin continuidad.

No hubo inventario actualizado de portadores, no hubo ruta de manejo para escenarios patrimoniales, no hubo red de escuelas de música tradicional con financiación garantizada, y no hubo defensa territorial del patrimonio frente al avance de formatos comerciales.

Al respecto opinó el compositor Rosendo Romero, uno de los integrantes del dossier que construyó el documento del PES. “Las entidades no han interactuado con el Comité de Vigilancia como debiera ser; a lo mejor se hace necesario una reunión con nosotros y poder mirar de qué forma podemos alimentar los proyectos. Eso sería lo ideal. Sí, hay logros también en el sentido de que se han hecho algunos programas que han respondido a la necesidad de la salvaguardia. Sin embargo, lo que es en el campo de la grabación, difusión y mercadeo, sobre eso sí no se ha hecho nada”, expresa el ‘Poeta de Villanueva’.

Rosendo Romero, uno de los integrantes del dossier que construyó el documento del PES.

Rosendo Romero, uno de los integrantes del dossier que construyó el documento del PES.

Rosendo Romero, uno de los integrantes del dossier que construyó el documento del PES.

¿Y el Festival Vallenato?

La Fundación Festival de la Leyenda Vallenata recibió, desde 2013, un papel clave como operador natural del sistema cultural tradicional. Sin embargo, su enfoque prioritario siguió siendo el evento y no la salvaguarda.

El fortalecimiento de juglares, la preservación de versos, la documentación de relatos y la protección de líneas melódicas quedó subordinado a la dinámica del espectáculo. El Festival creció; la salvaguarda no lo hizo al mismo ritmo.

Una desconexión que se volvió profunda

Lo que en 2015 era una alerta hoy es un problema palpable: compositores tradicionales relegados, nuevas generaciones formadas sin profundidad narrativa, predominio del vallenato comercial en el mercado, pérdida de espacios para piqueria y verso, reducción de la figura del juglar a una imagen conmemorativa.

El resultado es un ecosistema musical donde la tradición dejó de ser brújula cultural y pasó a convertirse en referencia decorativa.

“La verdad es que las nuevas generaciones están felices con lo que ellos están haciendo, sobre todo porque económicamente les reportan muy buenos ingresos. Y obviamente si tienen un negocio tan bien montado con lo que ellos hacen, poco les interesa. O nada le interesa la tradición. Básicamente, ellos están aprovechando el haber ocupado los espacios que la música vallenata consiguió para su estadía en el ambiente, para hacer el buen negocio que hacen ellos. Básicamente ellos no quieren defender la música  vallenata”, sentenció Romero.

El editorial de EL PILÓN de hoy lo dice sin rodeos: “La UNESCO (…) lo que hizo fue,  reconociendo su importancia universal,  un llamado a la acción, a no hablar paja y basura”. La indiferencia interna pesa más que cualquier riesgo externo. El reconocimiento de la Unesco fue una advertencia, no un diploma. Y la región —sus instituciones, sus gestores públicos, sus operadores culturales— no aprovechó la década para consolidar una protección real.

La música vallenata tradicional sigue siendo Patrimonio Cultural Inmaterial, pero el cumplimiento del PES demuestra que el título no garantiza la supervivencia. Es la acción, no la declaratoria, la que preserva la identidad.

El conversatorio convocado para este primero de diciembre en Guacaó busca firmar un acta de compromiso. Pero la pregunta de fondo es otra: ¿están las instituciones listas para cumplir, por fin, lo que han evadido durante diez años?

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