Millones de aportantes corrieron a cambiarse del fondo público a los privados y a los que para esos años empezábamos nuestra vida laboral casi que sin preguntarnos nos afiliaban a estos últimos a cambio de agendas, esferos o la expectativa de tener una supuesta rentabilidad que el fondo público no daba.
Cuando se inicia la vida laboral, que para nuestro país es alrededor de los 20 años, lo último que se nos viene a la mente es hablar de la pensión, primero porque la palabra pensionado (antes jubilado) para algunos es sinónimo de vejez y nadie quiere que lo asocien con esa palabreja pues cada día hacemos hasta lo imposible y lo impensable para vernos y sentirnos jóvenes, y segundo porque a esa edad no tenemos la más remota idea de qué significa ni para qué sirve; pues bien, estos dos ingredientes hacen que cuando nos acercamos a la añorada edad de retirarnos a disfrutar de nuestra pensión, la sorpresa es bastante desagradable.
Para hacer un poco de historia, antes del año 1993 solo existía un solo fondo de pensiones administrado por el estado (Seguro Social) y quienes pretendían acceder a su pensión debían cumplir con unos requisitos de edad y número de semanas cotizadas para recibir un porcentaje de su salario base de cotización que oscila entre el 65 y el 75 % aproximadamente del promedio de ingresos de los últimos diez años, regla que hoy sigue vigente, pero a partir de la expedición y entrada en vigencia de la Ley 100/93 el panorama para los aportantes cambió abruptamente cuando se abrió paso a que particulares administraran los aportes que los colombianos hacemos de manera obligatoria generando para muchos un sinsabor al saber que todo lo que prometieron en sus campañas publicitarias resultaron verdades a medias.
Millones de aportantes corrieron a cambiarse del fondo público a los privados y a los que para esos años empezábamos nuestra vida laboral casi que sin preguntarnos nos afiliaban a estos últimos a cambio de agendas, esferos o la expectativa de tener una supuesta rentabilidad que el fondo público no daba, pero lo más determinante era la promesa de poder pensionarse anticipadamente, amén de los beneficios que las AFP (Administradoras de Fondos de Pensión) otorgaba a los jefes de recursos humanos de las empresas públicas y privadas por trasladar a sus empleados a dichos fondos, sin embargo la realidad traída al presente resultó bastante frustrante.
En una revisión rutinaria de mi extracto de pensiones finalizando el año 2020 me sorprendió encontrar una diferencia con respecto al extracto anterior de casi cuatro millones de pesos, ante la sorpresa y el malestar que me causó la noticia decidí comunicarme con mi fondo, pero la respuesta fue aún más desconcertante “…el faltante correspondía a pérdidas ocasionadas por las inversiones que mi fondo había hecho en obras de infraestructura y cuyos proyectos habían fracasado, y como mi pensión estaba en un fondo de alto riesgo, cuando se presentaban este tipo de perdidas las asumía el ahorrador inversionista”.
Por supuesto no entendí la dimensión de dicha respuesta cuando posteriormente descubrí que dichas “inversiones” no eran otras ni más ni menos que las efectuadas por el grupo AVAL (dueña del fondo de pensiones) en el escandaloso caso de Odebrecht, y el real alcance de lo que sucedió y seguirá sucediendo con los ahorros de millones de aportantes, es que muy probablemente nunca lleguen a pensionarse en estas entidades; aquí les dejo un link donde se explica detalladamente lo que pasó con nuestras pensiones. https://cuestionpublica.com/sabemos-lo-que-hiciste-con-nuestro-ahorro-pensional-el-pecado-original-de-las-afp/
Ante este panorama inicié entonces un tortuoso camino para pasar mi pensión al fondo público (Colpensiones) y digo tortuoso porque las normas pareciesen estar diseñadas para que sea imposible, pues dada las demoras en la línea de atención o las largas filas en las oficinas presenciales hacen que el interesado desista de la idea y cuando quiera retomar ya el tiempo establecido ha vencido y entonces debe acudir a las costosas demandas para que se le permita el traslado.
Valga aclarar que esta columna no tiene otra intención que llamar la atención a los trabajadores que desconocen por completo las condiciones de sus aportes, pero aún más poner en la discusión pública el enorme riesgo que corren el ahorro para la vejez de millones de pensionados que un día descubrirán que lo que tienen ahorrado en sus cuentas individuales no les alcanzará para pensionarse o en el mejor de los casos recibirán un 25% del ingreso base de cotización. ¡Bienvenido el Capitalismo, pero no así!
Millones de aportantes corrieron a cambiarse del fondo público a los privados y a los que para esos años empezábamos nuestra vida laboral casi que sin preguntarnos nos afiliaban a estos últimos a cambio de agendas, esferos o la expectativa de tener una supuesta rentabilidad que el fondo público no daba.
Cuando se inicia la vida laboral, que para nuestro país es alrededor de los 20 años, lo último que se nos viene a la mente es hablar de la pensión, primero porque la palabra pensionado (antes jubilado) para algunos es sinónimo de vejez y nadie quiere que lo asocien con esa palabreja pues cada día hacemos hasta lo imposible y lo impensable para vernos y sentirnos jóvenes, y segundo porque a esa edad no tenemos la más remota idea de qué significa ni para qué sirve; pues bien, estos dos ingredientes hacen que cuando nos acercamos a la añorada edad de retirarnos a disfrutar de nuestra pensión, la sorpresa es bastante desagradable.
Para hacer un poco de historia, antes del año 1993 solo existía un solo fondo de pensiones administrado por el estado (Seguro Social) y quienes pretendían acceder a su pensión debían cumplir con unos requisitos de edad y número de semanas cotizadas para recibir un porcentaje de su salario base de cotización que oscila entre el 65 y el 75 % aproximadamente del promedio de ingresos de los últimos diez años, regla que hoy sigue vigente, pero a partir de la expedición y entrada en vigencia de la Ley 100/93 el panorama para los aportantes cambió abruptamente cuando se abrió paso a que particulares administraran los aportes que los colombianos hacemos de manera obligatoria generando para muchos un sinsabor al saber que todo lo que prometieron en sus campañas publicitarias resultaron verdades a medias.
Millones de aportantes corrieron a cambiarse del fondo público a los privados y a los que para esos años empezábamos nuestra vida laboral casi que sin preguntarnos nos afiliaban a estos últimos a cambio de agendas, esferos o la expectativa de tener una supuesta rentabilidad que el fondo público no daba, pero lo más determinante era la promesa de poder pensionarse anticipadamente, amén de los beneficios que las AFP (Administradoras de Fondos de Pensión) otorgaba a los jefes de recursos humanos de las empresas públicas y privadas por trasladar a sus empleados a dichos fondos, sin embargo la realidad traída al presente resultó bastante frustrante.
En una revisión rutinaria de mi extracto de pensiones finalizando el año 2020 me sorprendió encontrar una diferencia con respecto al extracto anterior de casi cuatro millones de pesos, ante la sorpresa y el malestar que me causó la noticia decidí comunicarme con mi fondo, pero la respuesta fue aún más desconcertante “…el faltante correspondía a pérdidas ocasionadas por las inversiones que mi fondo había hecho en obras de infraestructura y cuyos proyectos habían fracasado, y como mi pensión estaba en un fondo de alto riesgo, cuando se presentaban este tipo de perdidas las asumía el ahorrador inversionista”.
Por supuesto no entendí la dimensión de dicha respuesta cuando posteriormente descubrí que dichas “inversiones” no eran otras ni más ni menos que las efectuadas por el grupo AVAL (dueña del fondo de pensiones) en el escandaloso caso de Odebrecht, y el real alcance de lo que sucedió y seguirá sucediendo con los ahorros de millones de aportantes, es que muy probablemente nunca lleguen a pensionarse en estas entidades; aquí les dejo un link donde se explica detalladamente lo que pasó con nuestras pensiones. https://cuestionpublica.com/sabemos-lo-que-hiciste-con-nuestro-ahorro-pensional-el-pecado-original-de-las-afp/
Ante este panorama inicié entonces un tortuoso camino para pasar mi pensión al fondo público (Colpensiones) y digo tortuoso porque las normas pareciesen estar diseñadas para que sea imposible, pues dada las demoras en la línea de atención o las largas filas en las oficinas presenciales hacen que el interesado desista de la idea y cuando quiera retomar ya el tiempo establecido ha vencido y entonces debe acudir a las costosas demandas para que se le permita el traslado.
Valga aclarar que esta columna no tiene otra intención que llamar la atención a los trabajadores que desconocen por completo las condiciones de sus aportes, pero aún más poner en la discusión pública el enorme riesgo que corren el ahorro para la vejez de millones de pensionados que un día descubrirán que lo que tienen ahorrado en sus cuentas individuales no les alcanzará para pensionarse o en el mejor de los casos recibirán un 25% del ingreso base de cotización. ¡Bienvenido el Capitalismo, pero no así!