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Columnista - 7 mayo, 2021

Cuestión de óptica

“Se le apareció el ángel del Señor y le dijo: el Señor está contigo, hombre esforzado y valiente… He aquí que mi familia es pobre en Manasés y yo soy el menor en la casa de mi padre”. Jueces 6:12.15.  Las circunstancias que rodean este texto tienen que ver con la invasión y abuso de […]

“Se le apareció el ángel del Señor y le dijo: el Señor está contigo, hombre esforzado y valiente… He aquí que mi familia es pobre en Manasés y yo soy el menor en la casa de mi padre”. Jueces 6:12.15. 

Las circunstancias que rodean este texto tienen que ver con la invasión y abuso de los madianitas a Israel y la escogencia por parte de Dios de un joven insignificante para que los liberara de dicha esclavitud. Se llevaban lo mejor de la cosecha. Oprimían, atacaban, destruían, devastaban la tierra y empobrecían a Israel en gran manera. Gedeón estaba totalmente desanimado, justo en ese mismo momento estaba sacudiendo el trigo en el lagar para esconderlo de los madianitas.

Llama la atención el contraste tan marcado entre el saludo del ángel de Dios y la respuesta de Gedeón. El ángel se refiere a él como hombre esforzado y valiente; pero Gedeón no se sentía ni esforzado ni valiente. Al contrario, solamente podía pensar en su situación, en que su familia era pobre y que él era el menor en la casa de su padre. Esto implicaba que, de cara a cualquier proyecto importante, él no sería la persona escogida para llevarlo a cabo. Seguramente estaba acostumbrado a que nadie lo tuviera en cuenta y a pasar de agache frente a las responsabilidades importantes de la familia. Por eso sorprendido exclamó: ¿con qué salvaré yo a Israel?

Amados amigos lectores, nos topamos aquí con uno de los misterios de la obra de Dios: para tener éxito en los proyectos que él nos propone, no es importante cómo nos vemos, ni cómo nos sentimos, lo realmente importante es ¡cómo nos ve Dios! 

Revisemos casos: Sara se veía como una anciana estéril, sin ninguna posibilidad de engendrar hijos. Pero el Señor la vio como madre de una multitud. Moisés se veía como un fracasado tartamudo. Pero Dios lo vio como el líder ideal para liberar a su pueblo del yugo egipcio. Pedro se veía como un torpe pescador de Galilea. Pero Cristo lo vio como una roca, como un apóstol clave en la formación de su nuevo pueblo. Ananías veía en Saulo a un sanguinario perseguidor de la naciente Iglesia. Pero el Señor lo vio como el instrumento de bendición para llevar el evangelio a los gentiles. 

Caro amigo: es posible que las circunstancias sean ciertas y que efectivamente seamos pobres y tengamos pocos recursos o que nuestra familia tenga poca influencia. Pero la dificultad no está en las condiciones que tenemos, sino en creer que esas condiciones y circunstancias limitan la actividad y los proyectos de Dios. El Señor no ve nuestra realidad como impedimento para sus planes, porque él es quien hace la obra en nosotros, con nosotros y a través de nosotros. 

Es menester poner en las manos de Dios nuestras limitaciones e incapacidades. Juntos somos una mayoría aplastante. Hacemos una ecuación perfecta. Con el Señor somos como un ángulo recto. Los grados que pueda aportar yo, él los completa para que siempre demos noventa grados.  

¿Cómo crees que el ángel de Dios nos saludaría hoy? ¿Cómo nos vemos frente a la adversidad? ¿Nos vemos con pocas capacidades y recursos? Ciertamente, ¡Dios no nos ve de la misma manera! ¡Ve con tu fuerza y salvarás a Israel de mano de los madianitas!

Abrazo fraterno en Cristo Jesús. 

Columnista
7 mayo, 2021

Cuestión de óptica

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Valerio Mejía Araújo

“Se le apareció el ángel del Señor y le dijo: el Señor está contigo, hombre esforzado y valiente… He aquí que mi familia es pobre en Manasés y yo soy el menor en la casa de mi padre”. Jueces 6:12.15.  Las circunstancias que rodean este texto tienen que ver con la invasión y abuso de […]


“Se le apareció el ángel del Señor y le dijo: el Señor está contigo, hombre esforzado y valiente… He aquí que mi familia es pobre en Manasés y yo soy el menor en la casa de mi padre”. Jueces 6:12.15. 

Las circunstancias que rodean este texto tienen que ver con la invasión y abuso de los madianitas a Israel y la escogencia por parte de Dios de un joven insignificante para que los liberara de dicha esclavitud. Se llevaban lo mejor de la cosecha. Oprimían, atacaban, destruían, devastaban la tierra y empobrecían a Israel en gran manera. Gedeón estaba totalmente desanimado, justo en ese mismo momento estaba sacudiendo el trigo en el lagar para esconderlo de los madianitas.

Llama la atención el contraste tan marcado entre el saludo del ángel de Dios y la respuesta de Gedeón. El ángel se refiere a él como hombre esforzado y valiente; pero Gedeón no se sentía ni esforzado ni valiente. Al contrario, solamente podía pensar en su situación, en que su familia era pobre y que él era el menor en la casa de su padre. Esto implicaba que, de cara a cualquier proyecto importante, él no sería la persona escogida para llevarlo a cabo. Seguramente estaba acostumbrado a que nadie lo tuviera en cuenta y a pasar de agache frente a las responsabilidades importantes de la familia. Por eso sorprendido exclamó: ¿con qué salvaré yo a Israel?

Amados amigos lectores, nos topamos aquí con uno de los misterios de la obra de Dios: para tener éxito en los proyectos que él nos propone, no es importante cómo nos vemos, ni cómo nos sentimos, lo realmente importante es ¡cómo nos ve Dios! 

Revisemos casos: Sara se veía como una anciana estéril, sin ninguna posibilidad de engendrar hijos. Pero el Señor la vio como madre de una multitud. Moisés se veía como un fracasado tartamudo. Pero Dios lo vio como el líder ideal para liberar a su pueblo del yugo egipcio. Pedro se veía como un torpe pescador de Galilea. Pero Cristo lo vio como una roca, como un apóstol clave en la formación de su nuevo pueblo. Ananías veía en Saulo a un sanguinario perseguidor de la naciente Iglesia. Pero el Señor lo vio como el instrumento de bendición para llevar el evangelio a los gentiles. 

Caro amigo: es posible que las circunstancias sean ciertas y que efectivamente seamos pobres y tengamos pocos recursos o que nuestra familia tenga poca influencia. Pero la dificultad no está en las condiciones que tenemos, sino en creer que esas condiciones y circunstancias limitan la actividad y los proyectos de Dios. El Señor no ve nuestra realidad como impedimento para sus planes, porque él es quien hace la obra en nosotros, con nosotros y a través de nosotros. 

Es menester poner en las manos de Dios nuestras limitaciones e incapacidades. Juntos somos una mayoría aplastante. Hacemos una ecuación perfecta. Con el Señor somos como un ángulo recto. Los grados que pueda aportar yo, él los completa para que siempre demos noventa grados.  

¿Cómo crees que el ángel de Dios nos saludaría hoy? ¿Cómo nos vemos frente a la adversidad? ¿Nos vemos con pocas capacidades y recursos? Ciertamente, ¡Dios no nos ve de la misma manera! ¡Ve con tu fuerza y salvarás a Israel de mano de los madianitas!

Abrazo fraterno en Cristo Jesús.