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Columnista - 5 enero, 2013

Cuentos Cortos

Lo primero que debemos aprender del amor es que en el primer beso quedamos atrapados  para siempre, por todos los caminos nos perseguirá la angustia del regreso   Por: Leonardo José Maya   [email protected] Facebook Leonardo José Maya Amaya                                    OLVIDO     Luz Helena decidió una tarde cualquiera olvidar un viejo amor. Su […]

Lo primero que debemos aprender del amor es que en el primer beso quedamos atrapados  para siempre, por todos los caminos nos perseguirá la angustia del regreso

 

Por: Leonardo José Maya

 

[email protected]

Facebook Leonardo José Maya Amaya

 

                                 OLVIDO

 

 

Luz Helena decidió una tarde cualquiera olvidar un viejo amor. Su recuerdo la acosaba como abeja sedienta de rocío, por eso escogió un camino sereno de sombras apacibles y vientos azules. Buscó amparo en la poesía.

 

Le resultó imposible derrotar un enemigo que no veía. Muy pronto comprendió que los versos la traían  exactamente al camino de regreso.

 

Entonces advirtió que todos los amores no son iguales como tampoco los son todos los aguaceros, aunque hagan florecer la primavera, por eso decidió volar más alto para apagar la estrella que la consumía en vida, inerme y dulcemente perseguida se refugió en la música.

 

No encontró reposo. Sus sentimientos enfrentaron una conspiración desmedida en su contra. Los mensajes de las canciones que escuchaba no estaban concebidos para olvidar.

 

Transitó en círculos concéntricos para volver a empezar sin poder triunfar sobre el recuerdo. Ahora camina sobre nostalgias de ayer y cerró las puertas al olvido.

 

Entendió a golpes que lo difícil no es que un amor se nos vaya, lo difícil es dejarlo ir con el pedazo de alma que se nos va con ellos. 

 

Su corazón si le reveló la verdad sin misterios. Supo que continuaba enamorada cuando se dio cuenta que todas las canciones románticas estaban escritas solamente para ella.

 

REFLEXION


He llegado a pensar -y todavía lo creo- que las mujeres cuando están enamoradas creen que el hombre que tienen a su lado es el mejor guerrero de todas las batallas, el más sublime poeta de las luces, el más hermoso sol del día, el más portentoso potro de las praderas. Es tan grande su convicción que nos persuaden de que esto es absolutamente cierto.

 

La tragedia es que cuando se marchan dejan al guerrero sin sus batallas, el poeta sin sus luces, al día sin su sol y el potro queda sin sus praderas…

                                             

PROMESAS

 

En el frio glaciar del  norte el escultor vikingo Kaskor esculpió una hermosa obra de arte en el hielo. Era una mujer divina. Tenía los brazos torneados, uñas prolijas,  pestañas alargadas y corazón delicado.

 

Un hombre se enamora enloquecidamente de ella jurándole amor eterno, la vistió de cachemir para protegerla del frío del ártico, cada día la sorprendía con nuevos detalles:

 

Chocolates importados, perfumes de oriente y sorprendentes promesas de amor, el idilio creció a pasos agigantados y el era feliz, quizás ella también lo era.

 

Una amenaza sutil bajó del cielo cuando el verano comenzó a anunciar su calurosa llegada con nuevos vientos del este.

 

Un día el noble loco salió a cortarle flores nuevas. Ella se quedó como se quedan todas las mujeres enamoradas, con el corazón transparente, la mirada triste y una promesa en el viento.

 

Dos días después regresó y le trajo hermosas flores rojas, pero su amada no estaba.

 

El, con las rosas en sus manos, lamenta su desdicha por la dama que partió. Prisionero de su inmisericordia, se sintió como el héroe que pierde su cielo y lo abandona su gloria.

 

Encontró consuelo en los poetas del norte quienes le aseguran que no se ha ido, que ella permanece derretida a sus pies esperando que le cumpla sus promesas de amor.

 

 

 

Columnista
5 enero, 2013

Cuentos Cortos

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Leonardo Maya Amaya

Lo primero que debemos aprender del amor es que en el primer beso quedamos atrapados  para siempre, por todos los caminos nos perseguirá la angustia del regreso   Por: Leonardo José Maya   [email protected] Facebook Leonardo José Maya Amaya                                    OLVIDO     Luz Helena decidió una tarde cualquiera olvidar un viejo amor. Su […]


Lo primero que debemos aprender del amor es que en el primer beso quedamos atrapados  para siempre, por todos los caminos nos perseguirá la angustia del regreso

 

Por: Leonardo José Maya

 

[email protected]

Facebook Leonardo José Maya Amaya

 

                                 OLVIDO

 

 

Luz Helena decidió una tarde cualquiera olvidar un viejo amor. Su recuerdo la acosaba como abeja sedienta de rocío, por eso escogió un camino sereno de sombras apacibles y vientos azules. Buscó amparo en la poesía.

 

Le resultó imposible derrotar un enemigo que no veía. Muy pronto comprendió que los versos la traían  exactamente al camino de regreso.

 

Entonces advirtió que todos los amores no son iguales como tampoco los son todos los aguaceros, aunque hagan florecer la primavera, por eso decidió volar más alto para apagar la estrella que la consumía en vida, inerme y dulcemente perseguida se refugió en la música.

 

No encontró reposo. Sus sentimientos enfrentaron una conspiración desmedida en su contra. Los mensajes de las canciones que escuchaba no estaban concebidos para olvidar.

 

Transitó en círculos concéntricos para volver a empezar sin poder triunfar sobre el recuerdo. Ahora camina sobre nostalgias de ayer y cerró las puertas al olvido.

 

Entendió a golpes que lo difícil no es que un amor se nos vaya, lo difícil es dejarlo ir con el pedazo de alma que se nos va con ellos. 

 

Su corazón si le reveló la verdad sin misterios. Supo que continuaba enamorada cuando se dio cuenta que todas las canciones románticas estaban escritas solamente para ella.

 

REFLEXION


He llegado a pensar -y todavía lo creo- que las mujeres cuando están enamoradas creen que el hombre que tienen a su lado es el mejor guerrero de todas las batallas, el más sublime poeta de las luces, el más hermoso sol del día, el más portentoso potro de las praderas. Es tan grande su convicción que nos persuaden de que esto es absolutamente cierto.

 

La tragedia es que cuando se marchan dejan al guerrero sin sus batallas, el poeta sin sus luces, al día sin su sol y el potro queda sin sus praderas…

                                             

PROMESAS

 

En el frio glaciar del  norte el escultor vikingo Kaskor esculpió una hermosa obra de arte en el hielo. Era una mujer divina. Tenía los brazos torneados, uñas prolijas,  pestañas alargadas y corazón delicado.

 

Un hombre se enamora enloquecidamente de ella jurándole amor eterno, la vistió de cachemir para protegerla del frío del ártico, cada día la sorprendía con nuevos detalles:

 

Chocolates importados, perfumes de oriente y sorprendentes promesas de amor, el idilio creció a pasos agigantados y el era feliz, quizás ella también lo era.

 

Una amenaza sutil bajó del cielo cuando el verano comenzó a anunciar su calurosa llegada con nuevos vientos del este.

 

Un día el noble loco salió a cortarle flores nuevas. Ella se quedó como se quedan todas las mujeres enamoradas, con el corazón transparente, la mirada triste y una promesa en el viento.

 

Dos días después regresó y le trajo hermosas flores rojas, pero su amada no estaba.

 

El, con las rosas en sus manos, lamenta su desdicha por la dama que partió. Prisionero de su inmisericordia, se sintió como el héroe que pierde su cielo y lo abandona su gloria.

 

Encontró consuelo en los poetas del norte quienes le aseguran que no se ha ido, que ella permanece derretida a sus pies esperando que le cumpla sus promesas de amor.