La historia del pueblo donde comenzó su vida guerrillera el ideólogo que las Farc quieren tener en La Habana.
¿Quién lo iba a imaginar? El 6 de octubre de 1989 un grupo armado incursionó en Nebraska, secuestró al agricultor y ganadero Roberto Lacouture para llevarlo hacia las montañas, a lomo de mula, donde la mayor parte del tiempo permaneció atado a un árbol.
A Estados Unidos tuvo que viajar un familiar de este productor del campo para pagar más de 30 millones de pesos al frente 41 de las Farc, a cambio de la libertad de su ser querido. Así lo recuerda Roberto a pocos días de cumplirse 26 años de su secuestro, pero aclara que los 87 días de cautiverio en poder del grupo rebelde no transcurrieron en el norte del continente americano, sino en la frontera de Colombia con Venezuela, en la zona de la serranía del Perijá que comprende el centro del departamento del Cesar.
Nebraska es la finca de su propiedad, a la cual su padre llamó así luego de sus viajes por Norteamérica. En cuanto al pago para la liberación, efectivamente se hizo en Estados Unidos, un corregimiento ubicado a 17 kilómetros por carretera del municipio de Becerril, centro del Cesar, donde hasta finales de la década de los 90 mandó la guerrilla.
“Se nos olvidan las caras y uno cambia, pero después me di cuenta por la forma en que habló que era ‘Simón Trinidad’. Nos conocíamos en Valledupar porque era el gerente del Banco del Comercio, no lo identificaba como Ricardo Palmera, sino después me di cuenta que era un jefe guerrillero que un día cuando yo permanecía amarrado ordenó a los guerrilleros que me quitaran el amarre”, recuerda Roberto Lacouture ahora como directivo de la Federación Nacional de Cerealistas, Fenalce, quien se proclama como el primer secuestrado de Juvenal Ovidio Ricardo Palmera Pineda, nombre de pila del banquero proveniente de una prestigiosa familia de Valledupar, que estudió economía en Harvard y que en agosto de 1987 renunció a todas las comodidades, a su esposa y a sus hijos para irse al monte, con las armas, a defender sus posturas de izquierda bajo el alias de ‘Simón Trinidad’.
El corregimiento de Estados Unidos se convirtió en su fortín militar, sitio estratégico para las tropas subversivas por ser esta población, geográficamente hablando, la mejor puerta para ingresar a la serranía del Perijá. Hay quienes aseguran que esta fue una de las mejores ‘sucursales’ de las Farc para el pago de extorsiones y secuestros de los que eran víctimas familias adineradas de Cesar y parte La Guajira.
El comandante militar del frente guerrillero era el sanguinario Carlos Julio Medina Vargas, alias ‘Willintong’ o ‘Caraquemada’, porque Simón era más ideólogo y su mejor arma siempre ha sido su discurso, muestra de ello es que desde el inicio de las negociones que actualmente se desarrollan en La Habana, los miembros del Secretariado de las Farc piden su presencia en Cuba.
“Uno en ese tiempo estaba hipnotizado con ellos, él llegaba a hacer sancocho a las casas y uno lo recibía, como si llegara cualquier persona importante de afuera. Recuerdo que hicieron una fiesta y bailé con ‘Simón Trinidad’ en la finca Casa Roja”, contó Rosalba Agudelo, hoy con 62 años de edad, de los cuales 40 ha vivido en Estados Unidos.
Como a Rosalba a muchos les tocó convivir con la guerrilla en este pequeño pueblo de cultivos de café, aguacate y cacao que pasó de ser la despensa agrícola de Becerril, a un verdadero campo de batallas en el que murieron alrededor de 500 personas.
A su papá Cipriano Alonso Rivera no le agradaban los guerrilleros y, al parecer, por eso lo mataron el 30 de abril de 1998. Él no se sometió a las Farc, como sí lo hicieron la mayoría de sus paisanos.
“Mi papá si se hizo matar porque nunca gustó de ellos. Él tenía 72 años y nunca gustó de guerrilla. Empezaba el noticiero de la noche, estaba en la sala viendo el noticiero y lo sacaron de la casa. Lo llevaban para matarlo en la cancha, pero él dijo que sí lo iban a matar que lo hicieran ahí mismo y lo dejaron muerto en la carretera vieja”, dijo la mujer que por ese homicidio nunca fue declarada víctima porque, al igual que cinco de sus 10 hermanos, no tiene el apellido de su progenitor.
Ana Dilia Arenas llegó hace 23 años a Estados Unidos, cuando este era un pequeño asentamiento humano en inmediaciones del predio Santafé, propiedad del finquero Silvestre Dangond, a donde los rubios ojos claros del departamento de Santander, como ella, llegaron para sacar provecho de la excelente producción de la tierra.
“La mayoría de la gente que llegó aquí a este pueblo era santandereana, usted sabe que el cachaco se destaca por trabajar y producir. Todos conseguimos parcelas y esto era tranquilo, pero del ‘86 para acá empezaron a meterse los grupos armados al margen de la ley y la gente dejó sus animales y cultivos abandonados”, dice la desplazada que inclusive estuvo detenida por las autoridades como presunta responsable de rebelión. Ella logró demostrar que su único pecado fue vivir en Estados Unidos, un pueblo ‘tildado’ de guerrillero por los actores del conflicto armado.
Esta santandereana recuerda que en el pueblo había alrededor de 24 cantinas, pero con la violencia todas cerraron y después del retorno solo hay dos, que antes había una cooperativa de compra de café, de la que solo queda el recuerdo.
Aunque ha pasado mucho tiempo y parece haber más seguridad en la zona, a la gente todavía le da miedo hablar de guerrilla y paramilitares, de cuando ‘Simón Trinidad’ recorría las calles del pueblo e incluso se sentaba a charlar con los campesinos sobre la ideología de las Farc.
“Aquí operaba la guerrilla, como operar el Ejército; hacían sus retenes, tenían sus campamentos, hacían sus bazares y no se metían con uno, siempre y cuando uno fuera neutro, ellos no se metían con uno y uno no se metía con ellos”, así sintetizó la convivencia con las Farc una de las tenderas del pueblo, que solicitó reserva de su identidad.
Ella vio por primera vez a ‘Simón Trinidad’, a finales de la ochenta y comienzos de los noventa, recorriendo las calles empedradas frente a su tienda. La figura del hombre calvo, alto y delgado la volvió a ver casi dos décadas después por televisión, cuando esposado gritaba “que vivan las Farc” antes de ser subido a un avión que lo llevaría a Estados Unidos, pero no el corregimiento, sino el país norteamericano donde está pagando una condena de 60 años de prisión por el secuestro en Colombia de tres estadounidenses.
“No lo conocí, pero escuché que era una persona allegada a la gente y no era una persona violenta. Sé que él es Ricardo Palmera, que fue profesor en la UPC (Universidad Popular del Cesar) y gerente de un banco, quién no ha escuchado hablar de él”, agregó.
Estados Unidos de Becerril fue el escenario más importante de la vida subversiva de ‘Simón Trinidad’, porque además de comenzar allí su carrera activa como guerrillero alzado en armas encontró el amor en María Victoria Hinojosa, una becerrilera conocido como ‘La Toya’, que en las Farc adquirió el alias de ‘Lucero’. Con ella tuvo una hija, Alix, pero ambas murieron en bombardeo del Ejército en septiembre de 2010, en el Putumayo.
La era paramilitar
Becerril tiene registradas 7.500 víctimas de la violencia, según las cifras que maneja la Personería Municipal y de Estados Unidos en su mayoría son por desplazamiento forzado, seguido de homicidio. Es que este fue un pueblo fantasma entre el 2000 y el 2005.
Las incursiones de los paramilitares tenían temerosos a los moradores, pero la masacre de ocho personas el 22 de enero de 2000 abrió la puerta para el éxodo y sólo se quedaron ocho personas, que fueron llamados ‘los resistentes’.
Las autodefensas en su voraz embestida para erradicar cualquier pensamiento de izquierda se ensañaron con los habitantes de esta pequeña población actualmente habitada por unas 250 familias.
Fue tanto el nivel de violencia que mataban con un dedo, a los paramilitares sólo les bastaba con que alguien señalara a los supuestos auxiliadores de la guerrilla para ellos proceder sin mayor verificación y así murió mucha gente inocente.
Sin embargo, no hay que desconocer que las ideas de izquierda habían calado en Estados Unidos, población que puso dos concejales en el municipio de Becerril y tuvo un diputado en la Asamblea del Cesar por la Unión Patriótica, movimiento político que nació en 1984 como resultado de los acuerdos de paz entre el gobierno de Belisario Betancur y la guerrilla de las Farc, con el objetivo de consolidar un proceso de paz y brindar una salida política al conflicto armado.
El exterminio de la UP también llegó a ese rinconcito de la Serranía del Perijá. Horacio Galvis Villareal, dirigente de la UP fue asesinado el 26 de mayo de 1991 y el 19 de septiembre del mismo año fueron masacrados seis militantes más de este movimiento político: Gerardo Barrios Sanabria, John Lemus Carrillo, Manuel Antonio Torres, Ramiro Mejía, Eusebio Ortiz Segundo y Marciano Galindo.
El 14 de abril de 1987 los paramilitares mataron al concejal José Antonio Quiroz y la misma suerte corrió Joaquín Orozco Troya.
Alexis Hinestroza, que había sido diputado del Cesar por la Unión Patriótica, fue asesinado en noviembre de 1998, en la antigua vía principal de Estados Unidos. Los ‘paras’ llegaron a la 1:30 de un sábado, eran 20 hombres y tres mujeres, sin capuchas y bien armados.
“Estábamos viendo televisión cuando escuchamos los disparos. Alexis salió corriendo por el patio. Dos hombres lo alcanzaron y lo mataron delante de mis dos niños”, explicó Marialina Flórez, que ese día también vio morir a sus hermanos Eduber y Wilman.
Los paramilitares además mataron a José Edilberto Higuita Bautista, Misael Brand Palermo, Luis Antonio Sánchez y a Wincho Velasco Hidalgo. Al día siguiente los cadáveres de dos personas más fueron encontrados en el corregimiento La Guajirita, a cinco kilómetros de Estados Unidos.
Ana Dilia Arenas vive frente a la plaza y asegura que en ese sitio había una placa con el nombre de Jaime Pardo Leal, caudillo de la Unión Patriótica asesinado el 11 de octubre de 1987. El Ejército en el 2006 rebautizó la plaza, asegura que quitaron la placa de la UP e instalaron una alusiva a sus tropas, ‘Los Delfines’.
Así como la historia Estados Unidos está dividida en dos por el antes y el después de la violencia, también está divida su geografía: Pueblo Viejo y Pueblo Nuevo.
En Pueblo Viejo, como su nombre lo indica, los años no han pasado en vano y las primeras casas construidas en el corregimiento se caen a pedazos, vestigio de la cruenta guerra que allí se vivió y de la gente que huyó para nunca más volver. Las casas destechadas, sin puertas ni ventanas son la constante al lado y lado del camino de herradura que era la única vía de acceso al pueblo por la zona plana, camino que en invierno se transforma en río y por el que ya pocos transitan.
En cambio, en Pueblo Nuevo como es conocido el otro sector del corregimiento está encaramado en una loma, es un ambiente menos lúgubre con los rostros de las nuevas generaciones que empezaron a retornar desde el año 2005, reencontrándose con los escenarios de muerte y horror.
En la plaza principal que no era más que un enorme solar deteriorado, la Gobernación del Cesar está construyendo un nuevo parque, echando concreto sobre la tierra en la que corrió la sangre de campesinos, tapando las huellas de un oscuro pasado.
A escasos 50 metros comienza la nueva vía de Estados Unidos que se construyó en la parte alta, reemplazando el antiguo camino de herradura, llamado por algunos campesinos ‘el botadero de muertos’.
En Estados Unidos, los vecinos del norte en veredas como Canadá Santafé, El Tucuy, El Manantial y El Progreso se respiran nuevos aires, los campesinos tienen esperanza de que la violencia no vuelva y que llegue una verdadera paz.
¿Sabía usted que…?
El alto comisionado para la paz, Sergio Jaramillo, aseguró que es difícil que el jefe guerrillero ‘Simón Trinidad’ participe directamente en los diálogos de La Habana, pero que sí podría hacerlo en un eventual acuerdo entre el Gobierno y las Farc.
“Creo que es difícil que esté allí, yo creo que hay que encontrar el momento adecuado para hacer un movimiento como ese. Lo que puedo decir es que creo que si usted me pregunta: ¿en caso de llegar a un acuerdo, él debería ser parte de ese acuerdo?, la respuesta es definitivamente sí”, aseguró el comisionado el 13 de mayo de 2014 durante una charla con Tim Franks en el programa “Hard Talk” de la BBC de Londres.
Mientas que el pasado 14 de agosto en entrevista a Café Estéreo de La Radio Bolivariana, Ricardo Téllez, miembro de la delegación de paz de las Farc, dijo que ‘Simón Trinidad’ “debe estar acá en la Mesa de Diálogos de La Habana, es un hombre que le puede aportar mucho y generalmente, ahí lo que decimos a la entrada del Palacio, creo que puede aportar mucho a la paz de Colombia y a la paz del continente. ‘Simón’ es una inteligencia descomunal, un hombre que conoce profundamente al país”.
Juvenal Ovidio Ricardo Palmera Pineda, más conocido como ‘Simón Trinidad’, está preso desde el 2004 en una prisión de Estados Unidos, lejos del pueblo cesarense en el que fue amo y señor.
Por Martín Elías Mendoza
La historia del pueblo donde comenzó su vida guerrillera el ideólogo que las Farc quieren tener en La Habana.
¿Quién lo iba a imaginar? El 6 de octubre de 1989 un grupo armado incursionó en Nebraska, secuestró al agricultor y ganadero Roberto Lacouture para llevarlo hacia las montañas, a lomo de mula, donde la mayor parte del tiempo permaneció atado a un árbol.
A Estados Unidos tuvo que viajar un familiar de este productor del campo para pagar más de 30 millones de pesos al frente 41 de las Farc, a cambio de la libertad de su ser querido. Así lo recuerda Roberto a pocos días de cumplirse 26 años de su secuestro, pero aclara que los 87 días de cautiverio en poder del grupo rebelde no transcurrieron en el norte del continente americano, sino en la frontera de Colombia con Venezuela, en la zona de la serranía del Perijá que comprende el centro del departamento del Cesar.
Nebraska es la finca de su propiedad, a la cual su padre llamó así luego de sus viajes por Norteamérica. En cuanto al pago para la liberación, efectivamente se hizo en Estados Unidos, un corregimiento ubicado a 17 kilómetros por carretera del municipio de Becerril, centro del Cesar, donde hasta finales de la década de los 90 mandó la guerrilla.
“Se nos olvidan las caras y uno cambia, pero después me di cuenta por la forma en que habló que era ‘Simón Trinidad’. Nos conocíamos en Valledupar porque era el gerente del Banco del Comercio, no lo identificaba como Ricardo Palmera, sino después me di cuenta que era un jefe guerrillero que un día cuando yo permanecía amarrado ordenó a los guerrilleros que me quitaran el amarre”, recuerda Roberto Lacouture ahora como directivo de la Federación Nacional de Cerealistas, Fenalce, quien se proclama como el primer secuestrado de Juvenal Ovidio Ricardo Palmera Pineda, nombre de pila del banquero proveniente de una prestigiosa familia de Valledupar, que estudió economía en Harvard y que en agosto de 1987 renunció a todas las comodidades, a su esposa y a sus hijos para irse al monte, con las armas, a defender sus posturas de izquierda bajo el alias de ‘Simón Trinidad’.
El corregimiento de Estados Unidos se convirtió en su fortín militar, sitio estratégico para las tropas subversivas por ser esta población, geográficamente hablando, la mejor puerta para ingresar a la serranía del Perijá. Hay quienes aseguran que esta fue una de las mejores ‘sucursales’ de las Farc para el pago de extorsiones y secuestros de los que eran víctimas familias adineradas de Cesar y parte La Guajira.
El comandante militar del frente guerrillero era el sanguinario Carlos Julio Medina Vargas, alias ‘Willintong’ o ‘Caraquemada’, porque Simón era más ideólogo y su mejor arma siempre ha sido su discurso, muestra de ello es que desde el inicio de las negociones que actualmente se desarrollan en La Habana, los miembros del Secretariado de las Farc piden su presencia en Cuba.
“Uno en ese tiempo estaba hipnotizado con ellos, él llegaba a hacer sancocho a las casas y uno lo recibía, como si llegara cualquier persona importante de afuera. Recuerdo que hicieron una fiesta y bailé con ‘Simón Trinidad’ en la finca Casa Roja”, contó Rosalba Agudelo, hoy con 62 años de edad, de los cuales 40 ha vivido en Estados Unidos.
Como a Rosalba a muchos les tocó convivir con la guerrilla en este pequeño pueblo de cultivos de café, aguacate y cacao que pasó de ser la despensa agrícola de Becerril, a un verdadero campo de batallas en el que murieron alrededor de 500 personas.
A su papá Cipriano Alonso Rivera no le agradaban los guerrilleros y, al parecer, por eso lo mataron el 30 de abril de 1998. Él no se sometió a las Farc, como sí lo hicieron la mayoría de sus paisanos.
“Mi papá si se hizo matar porque nunca gustó de ellos. Él tenía 72 años y nunca gustó de guerrilla. Empezaba el noticiero de la noche, estaba en la sala viendo el noticiero y lo sacaron de la casa. Lo llevaban para matarlo en la cancha, pero él dijo que sí lo iban a matar que lo hicieran ahí mismo y lo dejaron muerto en la carretera vieja”, dijo la mujer que por ese homicidio nunca fue declarada víctima porque, al igual que cinco de sus 10 hermanos, no tiene el apellido de su progenitor.
Ana Dilia Arenas llegó hace 23 años a Estados Unidos, cuando este era un pequeño asentamiento humano en inmediaciones del predio Santafé, propiedad del finquero Silvestre Dangond, a donde los rubios ojos claros del departamento de Santander, como ella, llegaron para sacar provecho de la excelente producción de la tierra.
“La mayoría de la gente que llegó aquí a este pueblo era santandereana, usted sabe que el cachaco se destaca por trabajar y producir. Todos conseguimos parcelas y esto era tranquilo, pero del ‘86 para acá empezaron a meterse los grupos armados al margen de la ley y la gente dejó sus animales y cultivos abandonados”, dice la desplazada que inclusive estuvo detenida por las autoridades como presunta responsable de rebelión. Ella logró demostrar que su único pecado fue vivir en Estados Unidos, un pueblo ‘tildado’ de guerrillero por los actores del conflicto armado.
Esta santandereana recuerda que en el pueblo había alrededor de 24 cantinas, pero con la violencia todas cerraron y después del retorno solo hay dos, que antes había una cooperativa de compra de café, de la que solo queda el recuerdo.
Aunque ha pasado mucho tiempo y parece haber más seguridad en la zona, a la gente todavía le da miedo hablar de guerrilla y paramilitares, de cuando ‘Simón Trinidad’ recorría las calles del pueblo e incluso se sentaba a charlar con los campesinos sobre la ideología de las Farc.
“Aquí operaba la guerrilla, como operar el Ejército; hacían sus retenes, tenían sus campamentos, hacían sus bazares y no se metían con uno, siempre y cuando uno fuera neutro, ellos no se metían con uno y uno no se metía con ellos”, así sintetizó la convivencia con las Farc una de las tenderas del pueblo, que solicitó reserva de su identidad.
Ella vio por primera vez a ‘Simón Trinidad’, a finales de la ochenta y comienzos de los noventa, recorriendo las calles empedradas frente a su tienda. La figura del hombre calvo, alto y delgado la volvió a ver casi dos décadas después por televisión, cuando esposado gritaba “que vivan las Farc” antes de ser subido a un avión que lo llevaría a Estados Unidos, pero no el corregimiento, sino el país norteamericano donde está pagando una condena de 60 años de prisión por el secuestro en Colombia de tres estadounidenses.
“No lo conocí, pero escuché que era una persona allegada a la gente y no era una persona violenta. Sé que él es Ricardo Palmera, que fue profesor en la UPC (Universidad Popular del Cesar) y gerente de un banco, quién no ha escuchado hablar de él”, agregó.
Estados Unidos de Becerril fue el escenario más importante de la vida subversiva de ‘Simón Trinidad’, porque además de comenzar allí su carrera activa como guerrillero alzado en armas encontró el amor en María Victoria Hinojosa, una becerrilera conocido como ‘La Toya’, que en las Farc adquirió el alias de ‘Lucero’. Con ella tuvo una hija, Alix, pero ambas murieron en bombardeo del Ejército en septiembre de 2010, en el Putumayo.
La era paramilitar
Becerril tiene registradas 7.500 víctimas de la violencia, según las cifras que maneja la Personería Municipal y de Estados Unidos en su mayoría son por desplazamiento forzado, seguido de homicidio. Es que este fue un pueblo fantasma entre el 2000 y el 2005.
Las incursiones de los paramilitares tenían temerosos a los moradores, pero la masacre de ocho personas el 22 de enero de 2000 abrió la puerta para el éxodo y sólo se quedaron ocho personas, que fueron llamados ‘los resistentes’.
Las autodefensas en su voraz embestida para erradicar cualquier pensamiento de izquierda se ensañaron con los habitantes de esta pequeña población actualmente habitada por unas 250 familias.
Fue tanto el nivel de violencia que mataban con un dedo, a los paramilitares sólo les bastaba con que alguien señalara a los supuestos auxiliadores de la guerrilla para ellos proceder sin mayor verificación y así murió mucha gente inocente.
Sin embargo, no hay que desconocer que las ideas de izquierda habían calado en Estados Unidos, población que puso dos concejales en el municipio de Becerril y tuvo un diputado en la Asamblea del Cesar por la Unión Patriótica, movimiento político que nació en 1984 como resultado de los acuerdos de paz entre el gobierno de Belisario Betancur y la guerrilla de las Farc, con el objetivo de consolidar un proceso de paz y brindar una salida política al conflicto armado.
El exterminio de la UP también llegó a ese rinconcito de la Serranía del Perijá. Horacio Galvis Villareal, dirigente de la UP fue asesinado el 26 de mayo de 1991 y el 19 de septiembre del mismo año fueron masacrados seis militantes más de este movimiento político: Gerardo Barrios Sanabria, John Lemus Carrillo, Manuel Antonio Torres, Ramiro Mejía, Eusebio Ortiz Segundo y Marciano Galindo.
El 14 de abril de 1987 los paramilitares mataron al concejal José Antonio Quiroz y la misma suerte corrió Joaquín Orozco Troya.
Alexis Hinestroza, que había sido diputado del Cesar por la Unión Patriótica, fue asesinado en noviembre de 1998, en la antigua vía principal de Estados Unidos. Los ‘paras’ llegaron a la 1:30 de un sábado, eran 20 hombres y tres mujeres, sin capuchas y bien armados.
“Estábamos viendo televisión cuando escuchamos los disparos. Alexis salió corriendo por el patio. Dos hombres lo alcanzaron y lo mataron delante de mis dos niños”, explicó Marialina Flórez, que ese día también vio morir a sus hermanos Eduber y Wilman.
Los paramilitares además mataron a José Edilberto Higuita Bautista, Misael Brand Palermo, Luis Antonio Sánchez y a Wincho Velasco Hidalgo. Al día siguiente los cadáveres de dos personas más fueron encontrados en el corregimiento La Guajirita, a cinco kilómetros de Estados Unidos.
Ana Dilia Arenas vive frente a la plaza y asegura que en ese sitio había una placa con el nombre de Jaime Pardo Leal, caudillo de la Unión Patriótica asesinado el 11 de octubre de 1987. El Ejército en el 2006 rebautizó la plaza, asegura que quitaron la placa de la UP e instalaron una alusiva a sus tropas, ‘Los Delfines’.
Así como la historia Estados Unidos está dividida en dos por el antes y el después de la violencia, también está divida su geografía: Pueblo Viejo y Pueblo Nuevo.
En Pueblo Viejo, como su nombre lo indica, los años no han pasado en vano y las primeras casas construidas en el corregimiento se caen a pedazos, vestigio de la cruenta guerra que allí se vivió y de la gente que huyó para nunca más volver. Las casas destechadas, sin puertas ni ventanas son la constante al lado y lado del camino de herradura que era la única vía de acceso al pueblo por la zona plana, camino que en invierno se transforma en río y por el que ya pocos transitan.
En cambio, en Pueblo Nuevo como es conocido el otro sector del corregimiento está encaramado en una loma, es un ambiente menos lúgubre con los rostros de las nuevas generaciones que empezaron a retornar desde el año 2005, reencontrándose con los escenarios de muerte y horror.
En la plaza principal que no era más que un enorme solar deteriorado, la Gobernación del Cesar está construyendo un nuevo parque, echando concreto sobre la tierra en la que corrió la sangre de campesinos, tapando las huellas de un oscuro pasado.
A escasos 50 metros comienza la nueva vía de Estados Unidos que se construyó en la parte alta, reemplazando el antiguo camino de herradura, llamado por algunos campesinos ‘el botadero de muertos’.
En Estados Unidos, los vecinos del norte en veredas como Canadá Santafé, El Tucuy, El Manantial y El Progreso se respiran nuevos aires, los campesinos tienen esperanza de que la violencia no vuelva y que llegue una verdadera paz.
¿Sabía usted que…?
El alto comisionado para la paz, Sergio Jaramillo, aseguró que es difícil que el jefe guerrillero ‘Simón Trinidad’ participe directamente en los diálogos de La Habana, pero que sí podría hacerlo en un eventual acuerdo entre el Gobierno y las Farc.
“Creo que es difícil que esté allí, yo creo que hay que encontrar el momento adecuado para hacer un movimiento como ese. Lo que puedo decir es que creo que si usted me pregunta: ¿en caso de llegar a un acuerdo, él debería ser parte de ese acuerdo?, la respuesta es definitivamente sí”, aseguró el comisionado el 13 de mayo de 2014 durante una charla con Tim Franks en el programa “Hard Talk” de la BBC de Londres.
Mientas que el pasado 14 de agosto en entrevista a Café Estéreo de La Radio Bolivariana, Ricardo Téllez, miembro de la delegación de paz de las Farc, dijo que ‘Simón Trinidad’ “debe estar acá en la Mesa de Diálogos de La Habana, es un hombre que le puede aportar mucho y generalmente, ahí lo que decimos a la entrada del Palacio, creo que puede aportar mucho a la paz de Colombia y a la paz del continente. ‘Simón’ es una inteligencia descomunal, un hombre que conoce profundamente al país”.
Juvenal Ovidio Ricardo Palmera Pineda, más conocido como ‘Simón Trinidad’, está preso desde el 2004 en una prisión de Estados Unidos, lejos del pueblo cesarense en el que fue amo y señor.
Por Martín Elías Mendoza