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Columnista - 2 abril, 2025

Cuando se olvidan los sueños

Soñar, la actividad inexplicable del cerebro humano o animal que trasciende más allá de cualquier explicación lógica o científica. Imaginamos cosas que son reales, aunque no lo son, así como también podríamos darle el significado que son deseos persistentes de algo.

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Soñar, la actividad inexplicable del cerebro humano o animal que trasciende más allá de cualquier explicación lógica o científica. Imaginamos cosas que son reales, aunque no lo son, así como también podríamos darle el significado que son deseos persistentes de algo. La película que forjamos sin control o, a veces, induciendo a nuestra mente a crearla mientras dormimos o aún despiertos, pues no solo soñamos dormidos sino también despiertos y es, precisamente, a estos sueños a los que me quiero referir y que muchas veces olvidamos.

La prodigiosa mente del hombre nos da la oportunidad de crear mundos y situaciones fantásticas, estar en lugares en los que jamás hemos estado con gente conocida o desconocida, hacer cosas que jamás hemos hecho o jamás nos atreveríamos a hacer de forma consciente; creernos superhéroes o, simplemente, ubicarnos en momentos o lugares distantes de nuestra realidad de forma inexplicable.

La fantasía abarrota los sentidos y derrama en ilusiones cada paso inspirado en los sueños que deseamos convertirlos en realidad. Sé que he escrito antes sobre el tema, pero vale la pena reiterar sobre el mismo, más, cuando, a título personal, siento frustración, quizás como algunos otros, con algunos asuntos que soñados siendo niño, y por qué no también de adulto, se encuentran pendientes por alcanzar.

Ahora bien, también me gustaría llamar la atención para pensar en aquellos que de una u otra forma nos acompañan en los sueños y que, a veces, se quedan en el camino de ellos; padres, hijos, familiares, conocidos y desconocidos, pero que son compañía en la travesía para la consecución de lo que soñamos. A ellos debemos mucho, por sus consejos, su apoyo, tanto material como moral, en fin, sin ellos tampoco lograríamos alcanzar lo que nos proponemos.

Alguna vez soñamos con ser astronautas, policías, bomberos, médicos, modelos, pintores, escritores, artistas afamados, héroes, como había dicho, y hasta presidentes de nuestra nación; sin embargo, en la realidad de nuestras vidas muchos nos hemos sentido frustrados por no alcanzarlos, viviendo solos nuestras fantasías en ese cajón inagotable y secreto que es nuestro inconsciente y aunque parezca sin sentido lo que pienso, creo que no debemos dejar hablar y actuar solo y exclusivamente a nuestras cabezas, pues eso sería señal de carencia del sentir.

Los sueños, quimeras, ¿posibles o verdaderas?, tal vez. No hay forma de disiparlas aunque muchos crean que se debe tener los pies sobre la tierra como si eso evitara soñar. Esos son los verdaderos ilusos, los que piensan así. Yo, lo admito, siempre he sido un soñador y recurro muchas veces antes de dormir intentar inducir mis sueños; a veces lo logro, la mayoría de las veces no, sin embargo, lo intento cada noche y cada día de mi vida, pido a veces conversar de nuevo con aquellos que están ausentes eternamente, o por qué no, volverlos a abrazar, aunque sea en sueños.

Soñar cosas buenas es querer tener una buena calidad de vida, es querer y desear ser feliz y eso ayuda a fortalecer la mente y el espíritu. Trato, de igual forma, de alejar las pesadillas y por eso aún me encomiendo a ese ángel de la guarda que me presentó y encasquetó mi madre desde que tengo noción del tiempo y de lo que pienso. Creo en los atrapasueños, esos elementos místicos elaborados con ramitas, hilos y plumas, de tradición indígena, que al acariciarlos al día siguiente permite que se cumplan los sueños soñados y al sacudirlos aleja los malos sueños y las pesadillas. También creo en esos seres mitológicos llamados Baku, que se comen a las pesadillas y a los malos espíritus que deambulan en nuestros sueños y duermevelas. Pero creo más firmemente en que todo es posible en nuestros sueños, solo basta desear y se pueden dar los mismos.

Nuestras vidas aspiran en silencio, incluso a veces, sin notarlo, gritan a no ser ya más vida, hastiadas y cansadas desean descansar, a veces frustradas por no haber alcanzado cimas propuestas, pero aún podemos esforzarnos por alcanzarlas. Aún tenemos tiempo, si es que existe, queridos lectores, sigamos escalando porque si no descubrimos que lo ordinario y común es sobrenatural, entonces ¿de qué sirve continuar? 

Por: Jairo Mejía.

Columnista
2 abril, 2025

Cuando se olvidan los sueños

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jairo Mejía Cuello

Soñar, la actividad inexplicable del cerebro humano o animal que trasciende más allá de cualquier explicación lógica o científica. Imaginamos cosas que son reales, aunque no lo son, así como también podríamos darle el significado que son deseos persistentes de algo.


Soñar, la actividad inexplicable del cerebro humano o animal que trasciende más allá de cualquier explicación lógica o científica. Imaginamos cosas que son reales, aunque no lo son, así como también podríamos darle el significado que son deseos persistentes de algo. La película que forjamos sin control o, a veces, induciendo a nuestra mente a crearla mientras dormimos o aún despiertos, pues no solo soñamos dormidos sino también despiertos y es, precisamente, a estos sueños a los que me quiero referir y que muchas veces olvidamos.

La prodigiosa mente del hombre nos da la oportunidad de crear mundos y situaciones fantásticas, estar en lugares en los que jamás hemos estado con gente conocida o desconocida, hacer cosas que jamás hemos hecho o jamás nos atreveríamos a hacer de forma consciente; creernos superhéroes o, simplemente, ubicarnos en momentos o lugares distantes de nuestra realidad de forma inexplicable.

La fantasía abarrota los sentidos y derrama en ilusiones cada paso inspirado en los sueños que deseamos convertirlos en realidad. Sé que he escrito antes sobre el tema, pero vale la pena reiterar sobre el mismo, más, cuando, a título personal, siento frustración, quizás como algunos otros, con algunos asuntos que soñados siendo niño, y por qué no también de adulto, se encuentran pendientes por alcanzar.

Ahora bien, también me gustaría llamar la atención para pensar en aquellos que de una u otra forma nos acompañan en los sueños y que, a veces, se quedan en el camino de ellos; padres, hijos, familiares, conocidos y desconocidos, pero que son compañía en la travesía para la consecución de lo que soñamos. A ellos debemos mucho, por sus consejos, su apoyo, tanto material como moral, en fin, sin ellos tampoco lograríamos alcanzar lo que nos proponemos.

Alguna vez soñamos con ser astronautas, policías, bomberos, médicos, modelos, pintores, escritores, artistas afamados, héroes, como había dicho, y hasta presidentes de nuestra nación; sin embargo, en la realidad de nuestras vidas muchos nos hemos sentido frustrados por no alcanzarlos, viviendo solos nuestras fantasías en ese cajón inagotable y secreto que es nuestro inconsciente y aunque parezca sin sentido lo que pienso, creo que no debemos dejar hablar y actuar solo y exclusivamente a nuestras cabezas, pues eso sería señal de carencia del sentir.

Los sueños, quimeras, ¿posibles o verdaderas?, tal vez. No hay forma de disiparlas aunque muchos crean que se debe tener los pies sobre la tierra como si eso evitara soñar. Esos son los verdaderos ilusos, los que piensan así. Yo, lo admito, siempre he sido un soñador y recurro muchas veces antes de dormir intentar inducir mis sueños; a veces lo logro, la mayoría de las veces no, sin embargo, lo intento cada noche y cada día de mi vida, pido a veces conversar de nuevo con aquellos que están ausentes eternamente, o por qué no, volverlos a abrazar, aunque sea en sueños.

Soñar cosas buenas es querer tener una buena calidad de vida, es querer y desear ser feliz y eso ayuda a fortalecer la mente y el espíritu. Trato, de igual forma, de alejar las pesadillas y por eso aún me encomiendo a ese ángel de la guarda que me presentó y encasquetó mi madre desde que tengo noción del tiempo y de lo que pienso. Creo en los atrapasueños, esos elementos místicos elaborados con ramitas, hilos y plumas, de tradición indígena, que al acariciarlos al día siguiente permite que se cumplan los sueños soñados y al sacudirlos aleja los malos sueños y las pesadillas. También creo en esos seres mitológicos llamados Baku, que se comen a las pesadillas y a los malos espíritus que deambulan en nuestros sueños y duermevelas. Pero creo más firmemente en que todo es posible en nuestros sueños, solo basta desear y se pueden dar los mismos.

Nuestras vidas aspiran en silencio, incluso a veces, sin notarlo, gritan a no ser ya más vida, hastiadas y cansadas desean descansar, a veces frustradas por no haber alcanzado cimas propuestas, pero aún podemos esforzarnos por alcanzarlas. Aún tenemos tiempo, si es que existe, queridos lectores, sigamos escalando porque si no descubrimos que lo ordinario y común es sobrenatural, entonces ¿de qué sirve continuar? 

Por: Jairo Mejía.