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Editorial - 31 marzo, 2020

Cuando se juntan los males

Por estos días de tanta emotividad, varios sucesos han coincidido en el tiempo y el espacio, hechos negativos que invitan a reflexionar. Historias individuales y colectivas que nos hacen cuestionarnos sobre si el coronavirus es el peor de los males que nos aqueja por estas fechas.

Por estos días de tanta emotividad, varios sucesos han coincidido en el tiempo y el espacio, hechos negativos que invitan a reflexionar. Historias individuales y colectivas que nos hacen cuestionarnos sobre si el coronavirus es el peor de los males que nos aqueja por estas fechas.

Sucesos como nuestra portada de ayer. Al recorrer Valledupar es posible hallar familias completas, migrantes en su mayoría, conviviendo en andenes, pernoctando en terrazas. Entonces pensamos, ¿y ellos dónde pasarán su cuarentena? Estas personas sin techo viven una tragedia particular que necesita ser atendida. Un núcleo familiar que no obedece al sistema de prevención ni es cobijado por él es frágil ante la propagación del Covid-19, de manera que son un riesgo para ellos y para otros.

En esas estábamos, observando con preocupación la situación de habitantes de calle, nacionales y del país vecino Venezuela, cuando nos preguntábamos por los vendedores ambulantes que no han comprendido la gravedad del asunto, pues es más preocupante para ellos poder subsistir a través del trabajo informal, y, a decir verdad, en estos momentos hacen su agosto en las calles, pues ante la dificultad que todos tenemos para movilizarnos el comercio puerta a puerta cae muy bien a los ciudadanos, pero es un peligro sanitario. No hay que subestimar al coronavirus.

En Valledupar, la vida transcurre con lentitud. Todo está apagado, o casi todo, la que sí está encendida es la Sierra. Cientos de hectáreas arden por incendios forestales y durante días nadie hizo nada pues al Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Valledupar le debían sueldos. Entonces estos trabajadores esenciales para la ciudad estaban afrontando la crisis económica y el temor de estar en las calles, y sin sueldo. Mientras que en Sabana Crespo, territorio ancestral arhuaco, veían impotentes cómo el fuego arrasaba las tierras. Aunque, señalan algunos, fueron manos indígenas las causantes de la tragedia ambiental, por la vieja práctica de limpiar socolas con candela. No podemos asegurar nada, y como es costumbre los pirómanos o irresponsables nunca serán hallados, ni castigados.

Por otra parte, todavía no sabemos cuánto es el daño y si hay la mínima posibilidad de recuperar la flora y la fauna afectada en Manaure por los incendios que arrasaron miles de hectáreas en el páramo de Sabana Rubia. Lamentable pérdida de los frailejones, la fábrica de agua para cuatro municipios del Cesar.

En medio de tantas dificultades hay quienes aún salen a atracar al comercio aprovechando la soledad de las calles del país. Los delincuentes no respetan pandemia ni crisis económica alguna, y se exponen al fuego cruzado, al coronavirus, a la Cárcel Judicial hacinada…

Todos los males juntos representan un enorme reto para ciudades capitales de categoría intermedia y en necesidad de desarrollo. Y lo que falta, el atraso en la gestión administrativa pública pues los alcaldes están atendiendo la emergencia sanitaria mientras la construcción de los planes de desarrollo está pausada. Tardaremos más para entender cuál es la hoja de ruta de estos entes territoriales del Cesar y La Guajira.

Editorial
31 marzo, 2020

Cuando se juntan los males

Por estos días de tanta emotividad, varios sucesos han coincidido en el tiempo y el espacio, hechos negativos que invitan a reflexionar. Historias individuales y colectivas que nos hacen cuestionarnos sobre si el coronavirus es el peor de los males que nos aqueja por estas fechas.


Por estos días de tanta emotividad, varios sucesos han coincidido en el tiempo y el espacio, hechos negativos que invitan a reflexionar. Historias individuales y colectivas que nos hacen cuestionarnos sobre si el coronavirus es el peor de los males que nos aqueja por estas fechas.

Sucesos como nuestra portada de ayer. Al recorrer Valledupar es posible hallar familias completas, migrantes en su mayoría, conviviendo en andenes, pernoctando en terrazas. Entonces pensamos, ¿y ellos dónde pasarán su cuarentena? Estas personas sin techo viven una tragedia particular que necesita ser atendida. Un núcleo familiar que no obedece al sistema de prevención ni es cobijado por él es frágil ante la propagación del Covid-19, de manera que son un riesgo para ellos y para otros.

En esas estábamos, observando con preocupación la situación de habitantes de calle, nacionales y del país vecino Venezuela, cuando nos preguntábamos por los vendedores ambulantes que no han comprendido la gravedad del asunto, pues es más preocupante para ellos poder subsistir a través del trabajo informal, y, a decir verdad, en estos momentos hacen su agosto en las calles, pues ante la dificultad que todos tenemos para movilizarnos el comercio puerta a puerta cae muy bien a los ciudadanos, pero es un peligro sanitario. No hay que subestimar al coronavirus.

En Valledupar, la vida transcurre con lentitud. Todo está apagado, o casi todo, la que sí está encendida es la Sierra. Cientos de hectáreas arden por incendios forestales y durante días nadie hizo nada pues al Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Valledupar le debían sueldos. Entonces estos trabajadores esenciales para la ciudad estaban afrontando la crisis económica y el temor de estar en las calles, y sin sueldo. Mientras que en Sabana Crespo, territorio ancestral arhuaco, veían impotentes cómo el fuego arrasaba las tierras. Aunque, señalan algunos, fueron manos indígenas las causantes de la tragedia ambiental, por la vieja práctica de limpiar socolas con candela. No podemos asegurar nada, y como es costumbre los pirómanos o irresponsables nunca serán hallados, ni castigados.

Por otra parte, todavía no sabemos cuánto es el daño y si hay la mínima posibilidad de recuperar la flora y la fauna afectada en Manaure por los incendios que arrasaron miles de hectáreas en el páramo de Sabana Rubia. Lamentable pérdida de los frailejones, la fábrica de agua para cuatro municipios del Cesar.

En medio de tantas dificultades hay quienes aún salen a atracar al comercio aprovechando la soledad de las calles del país. Los delincuentes no respetan pandemia ni crisis económica alguna, y se exponen al fuego cruzado, al coronavirus, a la Cárcel Judicial hacinada…

Todos los males juntos representan un enorme reto para ciudades capitales de categoría intermedia y en necesidad de desarrollo. Y lo que falta, el atraso en la gestión administrativa pública pues los alcaldes están atendiendo la emergencia sanitaria mientras la construcción de los planes de desarrollo está pausada. Tardaremos más para entender cuál es la hoja de ruta de estos entes territoriales del Cesar y La Guajira.