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Columnista - 21 noviembre, 2023

Cuando Mello Castro ya no duerme entre sus electores  

Por Aquilino Cotes Zuleta Los vallenatos están clamando a Dios que pasen rápido los días y termine la administración de Mello Castro, quien prometió en su campaña ponerle “orden a esto”, pero entrega a Valledupar desvalijada y en medio de un caos administrativo, con una ciudad insegura y carente de orden jurídico, porque las “cuentas […]

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Por Aquilino Cotes Zuleta

Los vallenatos están clamando a Dios que pasen rápido los días y termine la administración de Mello Castro, quien prometió en su campaña ponerle “orden a esto”, pero entrega a Valledupar desvalijada y en medio de un caos administrativo, con una ciudad insegura y carente de orden jurídico, porque las “cuentas no cuadran”.

La ciudad “sorpresa” caribe de Aníbal Martínez está sumida en el abandono total, con sus calles llenas de huecos y sus avenidas deterioradas por falta de mantenimiento de aseo y ornato. La gente acusa que vive en medio del desorden, porque no hay autoridad ni mucho menos estímulos de una administración que resultó decorativa, parrandera y demagoga.

Eso sí, el gasto publicitario es descomunal con contenidos muy favorables para el actual alcalde, quien se ufana en manifestar que le ha cumplido al municipio con anuncios que distan de una realidad objetiva. 

Ineptitud es lo que se ve para frenar la ola de inseguridad, la afrenta contra el bienestar social y de las familias que cada día están arrinconadas por las nulas políticas públicas de un alcalde que fue más participativo en las actividades sociales de cócteles y viandas que en participar en soluciones para las cuales fue elegido. 

Muchos recuerdan al actual alcalde y su populismo electoral en campaña. Dormía en las casas de los barrios más marginados y se levantaba al alba pidiendo café en medio de una enorme seguridad de guardaespaldas, esa noche todo el sector dormía tranquilo. 

Hoy, mucha gente vive en sus propios calvarios; más empobrecidos, sin agua potable, sin viviendas propias, sin asistencias médicas y mucho menos alimentos para sus hogares y en medio del tiroteo, la criminalidad y el desamparo municipal.   

Por la crisis de Valledupar, hoy, cuando cae lánguido su mandato constitucional, la calificación sobre 5.0 debería ser 0.48. Los informes de instituciones son evidentes, como el desenfrenado galope del desempleo.  Según Fundesarrollo en su informe de mercado laboral en la región Caribe “el porcentaje de jóvenes que no están trabajando, ni tampoco estudiando, en el Caribe colombiano fue mayor en comparación con el promedio nacional y la ciudad de Bogotá. Las tasas más altas de la región se registraron en Santa Marta y Valledupar”. 

En cuanto a la inseguridad, el asunto es terrible. Solo están seguros en Valledupar el alcalde, el gobernador, el comandante de la policía y otro puñado de funcionarios que tienen escoltas las 24 horas y un gran número de ciudadanos que son protegidos por el Estado de manera ilegal, porque no se justifica que están en inminente riesgo.

En este sentido hay cuestionamientos en Valledupar y el Cesar contra la Unidad Nacional de Protección. Se acusa que la entidad debería hacer una revisión de las personas que tienen protección, cuando la verdad es que algunos hacen usufructo de dicho servicio porque tienen un negocio con la gasolina que deben echar al carro y llenan otros vehículos particulares y los escoltas deben darle hasta el 50 por ciento de sus salarios a los protegidos. 

De otro lado, es escalofriante la denuncia que recientemente entregó EL PILÓN que por las calles de Valledupar hay delincuentes atravesando palos, piedras y otros objetos contundentes para atracar a los conductores de carros y motos. Incluso, eso ocurre a pocas cuadras del comando de la Policía.

Que la delincuencia tenga control de condominios, del sector hotelero, de las calles y de los sectores que expenden bienes y servicios es aterrador y toda la culpa recae en el alcalde Mello Castro y el Comandante de la Policía. El balón lo tiene ahora en su cancha Ernesto Orozco, quien ha prometido “arreglar esto”, en ti confiamos.   Hasta la próxima semana. [email protected]  @tiochiro.   

Columnista
21 noviembre, 2023

Cuando Mello Castro ya no duerme entre sus electores  

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Aquilino Cotes Zuleta

Por Aquilino Cotes Zuleta Los vallenatos están clamando a Dios que pasen rápido los días y termine la administración de Mello Castro, quien prometió en su campaña ponerle “orden a esto”, pero entrega a Valledupar desvalijada y en medio de un caos administrativo, con una ciudad insegura y carente de orden jurídico, porque las “cuentas […]


Por Aquilino Cotes Zuleta

Los vallenatos están clamando a Dios que pasen rápido los días y termine la administración de Mello Castro, quien prometió en su campaña ponerle “orden a esto”, pero entrega a Valledupar desvalijada y en medio de un caos administrativo, con una ciudad insegura y carente de orden jurídico, porque las “cuentas no cuadran”.

La ciudad “sorpresa” caribe de Aníbal Martínez está sumida en el abandono total, con sus calles llenas de huecos y sus avenidas deterioradas por falta de mantenimiento de aseo y ornato. La gente acusa que vive en medio del desorden, porque no hay autoridad ni mucho menos estímulos de una administración que resultó decorativa, parrandera y demagoga.

Eso sí, el gasto publicitario es descomunal con contenidos muy favorables para el actual alcalde, quien se ufana en manifestar que le ha cumplido al municipio con anuncios que distan de una realidad objetiva. 

Ineptitud es lo que se ve para frenar la ola de inseguridad, la afrenta contra el bienestar social y de las familias que cada día están arrinconadas por las nulas políticas públicas de un alcalde que fue más participativo en las actividades sociales de cócteles y viandas que en participar en soluciones para las cuales fue elegido. 

Muchos recuerdan al actual alcalde y su populismo electoral en campaña. Dormía en las casas de los barrios más marginados y se levantaba al alba pidiendo café en medio de una enorme seguridad de guardaespaldas, esa noche todo el sector dormía tranquilo. 

Hoy, mucha gente vive en sus propios calvarios; más empobrecidos, sin agua potable, sin viviendas propias, sin asistencias médicas y mucho menos alimentos para sus hogares y en medio del tiroteo, la criminalidad y el desamparo municipal.   

Por la crisis de Valledupar, hoy, cuando cae lánguido su mandato constitucional, la calificación sobre 5.0 debería ser 0.48. Los informes de instituciones son evidentes, como el desenfrenado galope del desempleo.  Según Fundesarrollo en su informe de mercado laboral en la región Caribe “el porcentaje de jóvenes que no están trabajando, ni tampoco estudiando, en el Caribe colombiano fue mayor en comparación con el promedio nacional y la ciudad de Bogotá. Las tasas más altas de la región se registraron en Santa Marta y Valledupar”. 

En cuanto a la inseguridad, el asunto es terrible. Solo están seguros en Valledupar el alcalde, el gobernador, el comandante de la policía y otro puñado de funcionarios que tienen escoltas las 24 horas y un gran número de ciudadanos que son protegidos por el Estado de manera ilegal, porque no se justifica que están en inminente riesgo.

En este sentido hay cuestionamientos en Valledupar y el Cesar contra la Unidad Nacional de Protección. Se acusa que la entidad debería hacer una revisión de las personas que tienen protección, cuando la verdad es que algunos hacen usufructo de dicho servicio porque tienen un negocio con la gasolina que deben echar al carro y llenan otros vehículos particulares y los escoltas deben darle hasta el 50 por ciento de sus salarios a los protegidos. 

De otro lado, es escalofriante la denuncia que recientemente entregó EL PILÓN que por las calles de Valledupar hay delincuentes atravesando palos, piedras y otros objetos contundentes para atracar a los conductores de carros y motos. Incluso, eso ocurre a pocas cuadras del comando de la Policía.

Que la delincuencia tenga control de condominios, del sector hotelero, de las calles y de los sectores que expenden bienes y servicios es aterrador y toda la culpa recae en el alcalde Mello Castro y el Comandante de la Policía. El balón lo tiene ahora en su cancha Ernesto Orozco, quien ha prometido “arreglar esto”, en ti confiamos.   Hasta la próxima semana. [email protected]  @tiochiro.