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Columnista - 6 enero, 2021

Cuando las víctimas son los periodistas

Hace unos días participé en una tertulia virtual –informal- con unos colegas periodistas del Cesar, La Guajira, Magdalena y Atlántico. El tema central fue la tragedia que están pasando los comunicadores y trabajadores independientes de los medios de comunicación. Varios de los contertulios son, además, compañeros egresados de la facultad de Comunicación Social – Periodismo […]

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Hace unos días participé en una tertulia virtual –informal- con unos colegas periodistas del Cesar, La Guajira, Magdalena y Atlántico. El tema central fue la tragedia que están pasando los comunicadores y trabajadores independientes de los medios de comunicación.

Varios de los contertulios son, además, compañeros egresados de la facultad de Comunicación Social – Periodismo de la Universidad Autónoma del Caribe de Barranquilla.

Mencioné que lo que viven los periodistas en la costa Atlántica y también en el país es letal para el periodismo, como consecuencia de la pandemia. Seguramente, es un mal generalizado.

Son numerosos los periodistas que están desamparados, que no tienen trabajo; por lo tanto, no tienen ingresos económicos. Muchos de ellos (cientos) no tienen sus programas radiales o de televisión al aire, otros no han podido publicar sus revistas, sus medios informativos impresos y muchos han tenido que soportar la indiferencia de gobernantes que se muestran renuentes a pautar con los periodistas independientes en sus medios virtuales, sino se convierten en sus ventrílocuos en las danzas de sus pretensiones y propuestas deshonrosas.

Pero, la problemática de los periodistas en la costa Atlántica no es nueva; la crisis se ha hecho más visible ahora por la pandemia, a pesar de que una minoría ha logrado –por lo menos- hacer ‘de tripas corazón’ y mantienen sus medios al aire.

A esta tragedia entre los periodistas se le suma la falta de acceso a la seguridad social para ellos y sus esposas (os), hijos y familiares. Incluso, en nuestra tertulia se mencionó que la afectación además de lo económico, repercute en la salud. Aquí tenemos otro grave problema, porque no existen políticas públicas del Gobierno nacional para cubrir la triste realidad de los colombianos y mucho menos para los comunicadores. Es decir, los periodistas están en la lista de los millones de trabajadores del país a quienes les ‘bailan el indio’ y les restriegan en la cara que no hay alimentos ni medicinas ni comida, pero a cambio –este mismo gobierno- sí tiene para comprar por billones de pesos carros blindados para Presidencia y para el aumento del salario de los congresistas y funcionarios del alto gobierno.

Es decir, al gobierno no le importa el hambre que está pasando más de la mitad del país, aquí lo importante es la reactivación económica de una minoría empresarial, en detrimento de la vida y el empleo de millones de colombianos, entre ellos los periodistas.

En ese aciago panorama vemos a los gremios periodísticos sordos y ciegos, como si el problema no fuera una realidad tangible (perdón por la repetidera), como si la pandemia solo sirve a los periodistas independientes para informar y no como fuente de empleo para unos humanos que se han preparado para codificar informaciones que luego llevan al receptor para que decodifiquen: ‘Emisores para receptores’, diría nuestro queridísimo colega Julio De La Rosa Insignarez.

Entonces, los gremios periodísticos como en Valledupar, Barranquilla, Santa Marta, Riohacha, Sucre, se dan alarde de unidad, pero la realidad es otra. Conozco la desesperación de muchos (as) colegas porque el año 2020 fue un trebejo que solo sirvió de medio para transportar sus manifestaciones periodísticas a través de las redes sociales.

Ahí quedan los gremios defendiendo intereses particulares, de colegas que usan esos gremios para solapadamente servirse ellos de sus prebendas, a cambio de dejar en el olvido a quienes -como ellos- también necesitan el pan de cada día y la asistencia médica. Queda por resolver el 2021, Dios los oiga. Hasta la próxima semana.

Columnista
6 enero, 2021

Cuando las víctimas son los periodistas

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Aquilino Cotes Zuleta

Hace unos días participé en una tertulia virtual –informal- con unos colegas periodistas del Cesar, La Guajira, Magdalena y Atlántico. El tema central fue la tragedia que están pasando los comunicadores y trabajadores independientes de los medios de comunicación. Varios de los contertulios son, además, compañeros egresados de la facultad de Comunicación Social – Periodismo […]


Hace unos días participé en una tertulia virtual –informal- con unos colegas periodistas del Cesar, La Guajira, Magdalena y Atlántico. El tema central fue la tragedia que están pasando los comunicadores y trabajadores independientes de los medios de comunicación.

Varios de los contertulios son, además, compañeros egresados de la facultad de Comunicación Social – Periodismo de la Universidad Autónoma del Caribe de Barranquilla.

Mencioné que lo que viven los periodistas en la costa Atlántica y también en el país es letal para el periodismo, como consecuencia de la pandemia. Seguramente, es un mal generalizado.

Son numerosos los periodistas que están desamparados, que no tienen trabajo; por lo tanto, no tienen ingresos económicos. Muchos de ellos (cientos) no tienen sus programas radiales o de televisión al aire, otros no han podido publicar sus revistas, sus medios informativos impresos y muchos han tenido que soportar la indiferencia de gobernantes que se muestran renuentes a pautar con los periodistas independientes en sus medios virtuales, sino se convierten en sus ventrílocuos en las danzas de sus pretensiones y propuestas deshonrosas.

Pero, la problemática de los periodistas en la costa Atlántica no es nueva; la crisis se ha hecho más visible ahora por la pandemia, a pesar de que una minoría ha logrado –por lo menos- hacer ‘de tripas corazón’ y mantienen sus medios al aire.

A esta tragedia entre los periodistas se le suma la falta de acceso a la seguridad social para ellos y sus esposas (os), hijos y familiares. Incluso, en nuestra tertulia se mencionó que la afectación además de lo económico, repercute en la salud. Aquí tenemos otro grave problema, porque no existen políticas públicas del Gobierno nacional para cubrir la triste realidad de los colombianos y mucho menos para los comunicadores. Es decir, los periodistas están en la lista de los millones de trabajadores del país a quienes les ‘bailan el indio’ y les restriegan en la cara que no hay alimentos ni medicinas ni comida, pero a cambio –este mismo gobierno- sí tiene para comprar por billones de pesos carros blindados para Presidencia y para el aumento del salario de los congresistas y funcionarios del alto gobierno.

Es decir, al gobierno no le importa el hambre que está pasando más de la mitad del país, aquí lo importante es la reactivación económica de una minoría empresarial, en detrimento de la vida y el empleo de millones de colombianos, entre ellos los periodistas.

En ese aciago panorama vemos a los gremios periodísticos sordos y ciegos, como si el problema no fuera una realidad tangible (perdón por la repetidera), como si la pandemia solo sirve a los periodistas independientes para informar y no como fuente de empleo para unos humanos que se han preparado para codificar informaciones que luego llevan al receptor para que decodifiquen: ‘Emisores para receptores’, diría nuestro queridísimo colega Julio De La Rosa Insignarez.

Entonces, los gremios periodísticos como en Valledupar, Barranquilla, Santa Marta, Riohacha, Sucre, se dan alarde de unidad, pero la realidad es otra. Conozco la desesperación de muchos (as) colegas porque el año 2020 fue un trebejo que solo sirvió de medio para transportar sus manifestaciones periodísticas a través de las redes sociales.

Ahí quedan los gremios defendiendo intereses particulares, de colegas que usan esos gremios para solapadamente servirse ellos de sus prebendas, a cambio de dejar en el olvido a quienes -como ellos- también necesitan el pan de cada día y la asistencia médica. Queda por resolver el 2021, Dios los oiga. Hasta la próxima semana.