Con motivo de un aniversario más de la fundación de nuestra ciudad, haremos una apretada síntesis de su historia. Procedente de Cádiz, llega a Cartagena en 1785, Lorenzo Marroquín, cuya familia era oriunda del Valle del Liendo y quien por requerimiento de su pariente Agustín de la Sierra (este pretendiente al blasón nobiliario del Marquesado […]
Con motivo de un aniversario más de la fundación de nuestra ciudad, haremos una apretada síntesis de su historia.
Procedente de Cádiz, llega a Cartagena en 1785, Lorenzo Marroquín, cuya familia era oriunda del Valle del Liendo y quien por requerimiento de su pariente Agustín de la Sierra (este pretendiente al blasón nobiliario del Marquesado de Guatapurí) avecindado en Valle de Upar, arriba a esta ciudad en marzo de 1786. Allí se establece por varios años con dedicación a las faenas pecuniarias y comerciales, partiendo luego para Santa Fe, donde se establece definitivamente, siendo Alcalde Ordinario de ella en 1972. Su nieto, José Manuel Marroquín, escritor y gramático luminoso, sería Presidente de Colombia.
Como motivo del levantamiento de la tribu Tupe, el 12 de diciembre de 1617, es nombrado gobernador de la provincia de Santa Marta, el señor capitán Francisco Martínez de Rivomontán Santander, del hábito de Santiago y Caballero de Calatrava. Este se traslada a Valle de Upar, con ánimo de restablecer el gobierno civil, suprimido por la jefatura indígena impuesta por la alianza de tupes y chimilas. En esa labor permanece por algún tiempo con su esposa María Cristina Martínez, de cuya unión nace José Ignacio Santander, bautizado en el templo de Santo Domingo.
Este antepasado vallenato fue abuelo de Juan Agustín Santander Colmenares, capitán de los comuneros en Villa del Rosario de Cúcuta, padre del general Santander, prócer y Presidente de la Nueva Granada.
De vieja raigambre vallenata, hijo y nieto respectivamente de Rosario Pumarejo de López son los expresidentes de este último apellido que en este siglo han ocupado por tres veces al solio de Bolívar.
En la labor monástica, fray Miguel de Pamplona, conde de Asalto y marqués de Casa González, es enviado a Valle de Upar en 1774 con encargo de evangelizar a las tribus del contorno que causaban el daño a la población española. Funda capillas en Villanueva, El Molino, Urumita y Los Tupes, para el logro de su cometido evangelizador. Ascendido a Visitador de Misiones, pasa a Santa Fe para tratar sobre asuntos de su ministerio con el virrey Flórez. De nuevo en la provincia vallenata es distinguido por el Papa Pío VI como Obispo de Arequipa, Perú y luego como Arzobispo Primado de Lima.
San Luis Beltrán y Fray Luis Vero, venerados por la devoción popular y que ocupan un sitio en el santoral vaticano, incursionan el relieve de los arhuacos en andanzas de misioneros afanes, pasando después el primero a España y muriendo el último en la ciudad de Valle de Upar, y sepultado en el convento dominico, sin que hoy se sepa de la suerte de su cuerpo.
En el campo de las letras, Juan Carlos Rodríguez Freyle, en su obra “El Carnero” nos noticia sobre el acontecer en el litoral norte en los albores de la Conquista por informaciones que le suministrara su padre, Juan Frayle, cuando desde la costa incursionó hacia el Valle de Euparí, acompañado a la expedición de Pedro de Ursúa, en sometimiento de chimilas y tupes.
Juan de Castellanos, el trovero andariego de la Conquista, fruto de su paso por la comarca, dedica gran parte de su obra “Elegía de Varones Ilustres”, a los sucesos de ese territorio por el levantamiento erguido y terrible de Conaimo, Ichopete y Paraguarí, cacique de tupes y chimilas y la restauración de la regencia civil.
Nos inhibimos de entrar en el relato de las empresas de Alfinger, en su descubrimiento y travesías por tierras del Cesar, su cruenta labor de lancear tribus enteras y sus masivas degollinas; así como la incursión de Pedro Badillo, la del adelantado Alonso Luis de Lugo, García de Lerma, Así como los pormenores de la fundación de la ciudad de Valledupar, su independencia y el ocurrir de épocas más próximas.
Así pues, por nuestra provincia se cumplió la triada hispana de breviario, estoque y pluma. También fue venero fecundo de clérigos de mitra y báculo, de letrados y escribanos, de golilla y vara, de monjes elevados a la dignidad de santos, de cacicazgos reducidos a ruinas, de próceres y presidentes y aún escenarios de los versos rústicos y desmelenados del mayor cronista de la gesta conquistadora.
Con motivo de un aniversario más de la fundación de nuestra ciudad, haremos una apretada síntesis de su historia. Procedente de Cádiz, llega a Cartagena en 1785, Lorenzo Marroquín, cuya familia era oriunda del Valle del Liendo y quien por requerimiento de su pariente Agustín de la Sierra (este pretendiente al blasón nobiliario del Marquesado […]
Con motivo de un aniversario más de la fundación de nuestra ciudad, haremos una apretada síntesis de su historia.
Procedente de Cádiz, llega a Cartagena en 1785, Lorenzo Marroquín, cuya familia era oriunda del Valle del Liendo y quien por requerimiento de su pariente Agustín de la Sierra (este pretendiente al blasón nobiliario del Marquesado de Guatapurí) avecindado en Valle de Upar, arriba a esta ciudad en marzo de 1786. Allí se establece por varios años con dedicación a las faenas pecuniarias y comerciales, partiendo luego para Santa Fe, donde se establece definitivamente, siendo Alcalde Ordinario de ella en 1972. Su nieto, José Manuel Marroquín, escritor y gramático luminoso, sería Presidente de Colombia.
Como motivo del levantamiento de la tribu Tupe, el 12 de diciembre de 1617, es nombrado gobernador de la provincia de Santa Marta, el señor capitán Francisco Martínez de Rivomontán Santander, del hábito de Santiago y Caballero de Calatrava. Este se traslada a Valle de Upar, con ánimo de restablecer el gobierno civil, suprimido por la jefatura indígena impuesta por la alianza de tupes y chimilas. En esa labor permanece por algún tiempo con su esposa María Cristina Martínez, de cuya unión nace José Ignacio Santander, bautizado en el templo de Santo Domingo.
Este antepasado vallenato fue abuelo de Juan Agustín Santander Colmenares, capitán de los comuneros en Villa del Rosario de Cúcuta, padre del general Santander, prócer y Presidente de la Nueva Granada.
De vieja raigambre vallenata, hijo y nieto respectivamente de Rosario Pumarejo de López son los expresidentes de este último apellido que en este siglo han ocupado por tres veces al solio de Bolívar.
En la labor monástica, fray Miguel de Pamplona, conde de Asalto y marqués de Casa González, es enviado a Valle de Upar en 1774 con encargo de evangelizar a las tribus del contorno que causaban el daño a la población española. Funda capillas en Villanueva, El Molino, Urumita y Los Tupes, para el logro de su cometido evangelizador. Ascendido a Visitador de Misiones, pasa a Santa Fe para tratar sobre asuntos de su ministerio con el virrey Flórez. De nuevo en la provincia vallenata es distinguido por el Papa Pío VI como Obispo de Arequipa, Perú y luego como Arzobispo Primado de Lima.
San Luis Beltrán y Fray Luis Vero, venerados por la devoción popular y que ocupan un sitio en el santoral vaticano, incursionan el relieve de los arhuacos en andanzas de misioneros afanes, pasando después el primero a España y muriendo el último en la ciudad de Valle de Upar, y sepultado en el convento dominico, sin que hoy se sepa de la suerte de su cuerpo.
En el campo de las letras, Juan Carlos Rodríguez Freyle, en su obra “El Carnero” nos noticia sobre el acontecer en el litoral norte en los albores de la Conquista por informaciones que le suministrara su padre, Juan Frayle, cuando desde la costa incursionó hacia el Valle de Euparí, acompañado a la expedición de Pedro de Ursúa, en sometimiento de chimilas y tupes.
Juan de Castellanos, el trovero andariego de la Conquista, fruto de su paso por la comarca, dedica gran parte de su obra “Elegía de Varones Ilustres”, a los sucesos de ese territorio por el levantamiento erguido y terrible de Conaimo, Ichopete y Paraguarí, cacique de tupes y chimilas y la restauración de la regencia civil.
Nos inhibimos de entrar en el relato de las empresas de Alfinger, en su descubrimiento y travesías por tierras del Cesar, su cruenta labor de lancear tribus enteras y sus masivas degollinas; así como la incursión de Pedro Badillo, la del adelantado Alonso Luis de Lugo, García de Lerma, Así como los pormenores de la fundación de la ciudad de Valledupar, su independencia y el ocurrir de épocas más próximas.
Así pues, por nuestra provincia se cumplió la triada hispana de breviario, estoque y pluma. También fue venero fecundo de clérigos de mitra y báculo, de letrados y escribanos, de golilla y vara, de monjes elevados a la dignidad de santos, de cacicazgos reducidos a ruinas, de próceres y presidentes y aún escenarios de los versos rústicos y desmelenados del mayor cronista de la gesta conquistadora.