Alguna vez tuve la oportunidad de visitar la casa 83 de la vieja calle de Broggi en Lugo, La Romagna, Italia, donde hay una placa memorativa con la leyenda: “En esta casa nació Agustín Codazzi conocido en dos mundos por su valor militar, por sus viajes científicos, por el Atlas de Venezuela y su bien […]
Alguna vez tuve la oportunidad de visitar la casa 83 de la vieja calle de Broggi en Lugo, La Romagna, Italia, donde hay una placa memorativa con la leyenda: “En esta casa nació Agustín Codazzi conocido en dos mundos por su valor militar, por sus viajes científicos, por el Atlas de Venezuela y su bien acogida concepción para el corte del canal de Panamá”.
Por su biógrafo, el profesor Mario Longhena, se conoce que su bautizo se hizo un día después de su nacimiento, 13 de julio de 1792, por “peligro de muerte”.
Para llevar una secuencia de su vida hay que comenzar por sus memorias de viaje donde relata que estuvo errabundo por Grecia, Valaquia, Moldavia, Polonia, Prusia, Inglaterra para finalmente llegar a Baltimore, donde se sumó a la flotilla del corsario Luis Aury, quien con patente de corso del gobierno de Cartagena de Indias, asaltaba los navíos españoles que hacían tránsito por estas colonias de América en la guerra de independencia. Teniente de artillería, Agustín Codazzi, este ascendiente de los Lleras, científico y cartógrafo pasó luego bajo el mando del almirante Brion, entonces al servicio de Venezuela también como corsario. En uno de sus veleros llamado El Mercurio, Codazzi llegó un día a un puerto venezolano. En Angosturas por primera vez se encontró con Simón Bolívar en 1819, y comisionado por Aury, gestionó para que la flotilla de los corsarios quedara incorporada a la naciente marina de la nueva República de la Gran Colombia. A pesar de sus escrúpulos, el Libertador no desechó de plano la propuesta; fue Santander como Presidente encargado después, quien sepultó esa idea por considerarla indecorosa.
Terminada la guerra, el gobierno de Venezuela lo contrata para que emprendiera el estudio geográfico del país. Allá dejó importantes obras como Prospecto General del Plano de Venezuela, Atlas Físico y Político, Catecismo de Geografía y otros que no enumeraremos. En esa época, como compensación a su trabajo se le otorgó el título de Coronel de Ingenieros y años más tarde el de General de Colombia.
Ya en nuestro país, por llamamiento que le hizo el presidente Tomás Cipriano de Mosquera, ocupó la Vicerrectoría del Colegio Militar y emprendió la tarea de organizar la Expedición Corográfica, lo que fue el más grande esfuerzo en el pasado, después de la expedición Botánica, para el conocimiento del país y base de todas las obras geográficas de hoy.
Todavía en vida se publicaron: Geografía Física y Política de las Provincias de Nueva Granada correspondientes a El Socorro, Tunja, Tundama y Ocaña. En la Gaceta Oficial de 1852 y 1857 vieron la luz 22 informes sobre ríos, caminos y trabajos botánicos. Fallecido Codazzi se publicaron más de cincuenta estudios, entre los que resaltamos Geografía Física de los Estados Unidos de Colombia, Comunicación Interoceánica, Ruinas de San Agustín, Atlas Geográfico de Colombia.
En el pueblito de Espíritu Santo, en el Valle de Euparí o de Upar, (hoy Codazzi) murió el geógrafo postrado por el paludismo o la fiebre amarilla.
Germán Arciniegas en su “Juventud Aventurera de un Sabio” escribió: Si la ciencia en sí misma es una aventura, no está mal en el sabio Agustín Codazzi una juventud aventurera. Cuando el mundo de las memorias se difunda podrán leerlo los niños como nosotros leíamos a Salgari, si se agregan algunas anécdotas de su vida. Cuenta Andrés Soriano Lleras, su bisnieto, que cuando Codazzi en una correría científica murió en un primitivo pueblo de Colombia, la familia se encontraba en Bogotá. Era la hora de la cena y estaban sentados a la mesa. Se oyeron en la puerta los golpes exactos con que Codazzi anunciaba su llegada después de sus ausencias largas. Corrieron para abrir alborozados y no había ni un alma en la calle.
La señora comprendió e inicio el rosario. A los pocos días quien había acompañado al científico explorador, llegó con la mala noticia. Traía entre otras cosas el reloj que detuvieron a la hora precisa de su muerte.
Quiso el amigo ponerlo en marcha, pero no obedeció. La señora Aracelis, su esposa, lo tuvo emocionada en sus manos y en ese instante el reloj reanudó su marcha.
Por Rodolfo Ortega Montero
Alguna vez tuve la oportunidad de visitar la casa 83 de la vieja calle de Broggi en Lugo, La Romagna, Italia, donde hay una placa memorativa con la leyenda: “En esta casa nació Agustín Codazzi conocido en dos mundos por su valor militar, por sus viajes científicos, por el Atlas de Venezuela y su bien […]
Alguna vez tuve la oportunidad de visitar la casa 83 de la vieja calle de Broggi en Lugo, La Romagna, Italia, donde hay una placa memorativa con la leyenda: “En esta casa nació Agustín Codazzi conocido en dos mundos por su valor militar, por sus viajes científicos, por el Atlas de Venezuela y su bien acogida concepción para el corte del canal de Panamá”.
Por su biógrafo, el profesor Mario Longhena, se conoce que su bautizo se hizo un día después de su nacimiento, 13 de julio de 1792, por “peligro de muerte”.
Para llevar una secuencia de su vida hay que comenzar por sus memorias de viaje donde relata que estuvo errabundo por Grecia, Valaquia, Moldavia, Polonia, Prusia, Inglaterra para finalmente llegar a Baltimore, donde se sumó a la flotilla del corsario Luis Aury, quien con patente de corso del gobierno de Cartagena de Indias, asaltaba los navíos españoles que hacían tránsito por estas colonias de América en la guerra de independencia. Teniente de artillería, Agustín Codazzi, este ascendiente de los Lleras, científico y cartógrafo pasó luego bajo el mando del almirante Brion, entonces al servicio de Venezuela también como corsario. En uno de sus veleros llamado El Mercurio, Codazzi llegó un día a un puerto venezolano. En Angosturas por primera vez se encontró con Simón Bolívar en 1819, y comisionado por Aury, gestionó para que la flotilla de los corsarios quedara incorporada a la naciente marina de la nueva República de la Gran Colombia. A pesar de sus escrúpulos, el Libertador no desechó de plano la propuesta; fue Santander como Presidente encargado después, quien sepultó esa idea por considerarla indecorosa.
Terminada la guerra, el gobierno de Venezuela lo contrata para que emprendiera el estudio geográfico del país. Allá dejó importantes obras como Prospecto General del Plano de Venezuela, Atlas Físico y Político, Catecismo de Geografía y otros que no enumeraremos. En esa época, como compensación a su trabajo se le otorgó el título de Coronel de Ingenieros y años más tarde el de General de Colombia.
Ya en nuestro país, por llamamiento que le hizo el presidente Tomás Cipriano de Mosquera, ocupó la Vicerrectoría del Colegio Militar y emprendió la tarea de organizar la Expedición Corográfica, lo que fue el más grande esfuerzo en el pasado, después de la expedición Botánica, para el conocimiento del país y base de todas las obras geográficas de hoy.
Todavía en vida se publicaron: Geografía Física y Política de las Provincias de Nueva Granada correspondientes a El Socorro, Tunja, Tundama y Ocaña. En la Gaceta Oficial de 1852 y 1857 vieron la luz 22 informes sobre ríos, caminos y trabajos botánicos. Fallecido Codazzi se publicaron más de cincuenta estudios, entre los que resaltamos Geografía Física de los Estados Unidos de Colombia, Comunicación Interoceánica, Ruinas de San Agustín, Atlas Geográfico de Colombia.
En el pueblito de Espíritu Santo, en el Valle de Euparí o de Upar, (hoy Codazzi) murió el geógrafo postrado por el paludismo o la fiebre amarilla.
Germán Arciniegas en su “Juventud Aventurera de un Sabio” escribió: Si la ciencia en sí misma es una aventura, no está mal en el sabio Agustín Codazzi una juventud aventurera. Cuando el mundo de las memorias se difunda podrán leerlo los niños como nosotros leíamos a Salgari, si se agregan algunas anécdotas de su vida. Cuenta Andrés Soriano Lleras, su bisnieto, que cuando Codazzi en una correría científica murió en un primitivo pueblo de Colombia, la familia se encontraba en Bogotá. Era la hora de la cena y estaban sentados a la mesa. Se oyeron en la puerta los golpes exactos con que Codazzi anunciaba su llegada después de sus ausencias largas. Corrieron para abrir alborozados y no había ni un alma en la calle.
La señora comprendió e inicio el rosario. A los pocos días quien había acompañado al científico explorador, llegó con la mala noticia. Traía entre otras cosas el reloj que detuvieron a la hora precisa de su muerte.
Quiso el amigo ponerlo en marcha, pero no obedeció. La señora Aracelis, su esposa, lo tuvo emocionada en sus manos y en ese instante el reloj reanudó su marcha.
Por Rodolfo Ortega Montero