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Columnista - 11 febrero, 2012

Crónica de una frijolada

Por: José Gregorio Guerrero R Emilse es una mujer de unos sesenta años, aproximadamente, de contextura robusta; dedicada en cuerpo y alma a la venta de comidas corrientes. Es dueña absoluta de un exquisito sazón jamás visto. La conocí hace más de quince años cuando tenía un restaurante en todo el frente del hotel Kurakatá, […]

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Por: José Gregorio Guerrero R
Emilse es una mujer de unos sesenta años, aproximadamente, de contextura robusta; dedicada en cuerpo y alma a la venta de comidas corrientes. Es dueña absoluta de un exquisito sazón jamás visto. La conocí hace más de quince años cuando tenía un restaurante en todo el frente del hotel Kurakatá, al lado de Automotora Valledupar. Allí los comensales hacían largas colas esperando turno para degustar sus especialidades culinarias: cazuela de ave o sancocho de gallina; gallina trepadora desmechada o iguana guisada; paticas de cerdo tierno en frijoles o frijolada, entre otras.
Un medio día del año 1999, el restaurante estaba atiborrado, el personal que esperaba turno se encontraba desesperado, ya que ni los que estaban sentados habían iniciado tarea por retraso en la preparación. A un costado del sardinel un anafe hechizo sostenía una olla a presión que contenía la famosa y tan esperada frijolada de “Michi”, como se le conocía. “Tranquila mi gente no se desesperen que para todos hay, solo le falta una pitadita y listo” les dijo como para calmar el desespero colectivo.
De repente el personal que esperaba turno ve venir a un hombre en carreras, corriendo, de precaria apariencia, con una bayeta húmeda en cada mano. El hombre traía la velocidad como si fuera a cobrar una buena herencia, dijo “Monche Cabana” una hora después de la tragedia. El “Burro bomba” un ayudante de mecánica, que también esperaba turno, respiró hondo y dijo: nunca imaginé que ese fulano tuviera manos para consumar los hechos, Diosito tiene que cobrarle siete veces lo que hizo, indolente, desalmado, catre hijo de….- Remató el Burro, con los ojos húmedos y la mandíbula tembleque. Cuando todos vieron acercar al hombre en átomos volando como Ricaurte en San Mateo, le abrieron paso y el hombre medio frenó, y adivinen qué?  Pues imagínense que se robó la olla a presión con todo y frijolada.
Los comensales de “Michi” quedaron estáticos, estupefactos, confundidos, con la boca hecha agua y el alma destrozada; Emilse logró colocarse las manos en la cabeza presenciando tal tragedia “ojalá y pise una cascara y se mate ese pobre perro” fue la única frase de “Michi”, Con tan mala suerte que antes de doblar la esquina para darse a la fuga definitiva, le pitó la olla de presión en las manos; el ratero la soltó y la olla cayó al suelo; entonces el desastre fue mayor, dijo Lialis Gutierrez entre llantos a raudales “explotó como un petardo, encontramos la olla, la tapa aun no aparece”- puntualizó. Sin embargo la verdadera tragedia comenzó cuando decidieron perseguir al ratero; no era más que ver una procesión sin santo a altas velocidades, o la mismísima maratón de San Silvestre. En otra ocasión les termino la historia. Lo que si les adelanto es que los comensales lograron capturar al ratero en la glorieta del Tractor. Relacionando el episodio con nuestros días actuales, la inseguridad no es nada nuevo, y no podemos dejarles todo a los políticos de turno; sin la ayuda de la ciudadanía la inseguridad no tendría fin, el compromiso es de todos.
Feliz fin de semana.

Twitter: goyogue100

Columnista
11 febrero, 2012

Crónica de una frijolada

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José Gregorio Guerrero Ramírez

Por: José Gregorio Guerrero R Emilse es una mujer de unos sesenta años, aproximadamente, de contextura robusta; dedicada en cuerpo y alma a la venta de comidas corrientes. Es dueña absoluta de un exquisito sazón jamás visto. La conocí hace más de quince años cuando tenía un restaurante en todo el frente del hotel Kurakatá, […]


Por: José Gregorio Guerrero R
Emilse es una mujer de unos sesenta años, aproximadamente, de contextura robusta; dedicada en cuerpo y alma a la venta de comidas corrientes. Es dueña absoluta de un exquisito sazón jamás visto. La conocí hace más de quince años cuando tenía un restaurante en todo el frente del hotel Kurakatá, al lado de Automotora Valledupar. Allí los comensales hacían largas colas esperando turno para degustar sus especialidades culinarias: cazuela de ave o sancocho de gallina; gallina trepadora desmechada o iguana guisada; paticas de cerdo tierno en frijoles o frijolada, entre otras.
Un medio día del año 1999, el restaurante estaba atiborrado, el personal que esperaba turno se encontraba desesperado, ya que ni los que estaban sentados habían iniciado tarea por retraso en la preparación. A un costado del sardinel un anafe hechizo sostenía una olla a presión que contenía la famosa y tan esperada frijolada de “Michi”, como se le conocía. “Tranquila mi gente no se desesperen que para todos hay, solo le falta una pitadita y listo” les dijo como para calmar el desespero colectivo.
De repente el personal que esperaba turno ve venir a un hombre en carreras, corriendo, de precaria apariencia, con una bayeta húmeda en cada mano. El hombre traía la velocidad como si fuera a cobrar una buena herencia, dijo “Monche Cabana” una hora después de la tragedia. El “Burro bomba” un ayudante de mecánica, que también esperaba turno, respiró hondo y dijo: nunca imaginé que ese fulano tuviera manos para consumar los hechos, Diosito tiene que cobrarle siete veces lo que hizo, indolente, desalmado, catre hijo de….- Remató el Burro, con los ojos húmedos y la mandíbula tembleque. Cuando todos vieron acercar al hombre en átomos volando como Ricaurte en San Mateo, le abrieron paso y el hombre medio frenó, y adivinen qué?  Pues imagínense que se robó la olla a presión con todo y frijolada.
Los comensales de “Michi” quedaron estáticos, estupefactos, confundidos, con la boca hecha agua y el alma destrozada; Emilse logró colocarse las manos en la cabeza presenciando tal tragedia “ojalá y pise una cascara y se mate ese pobre perro” fue la única frase de “Michi”, Con tan mala suerte que antes de doblar la esquina para darse a la fuga definitiva, le pitó la olla de presión en las manos; el ratero la soltó y la olla cayó al suelo; entonces el desastre fue mayor, dijo Lialis Gutierrez entre llantos a raudales “explotó como un petardo, encontramos la olla, la tapa aun no aparece”- puntualizó. Sin embargo la verdadera tragedia comenzó cuando decidieron perseguir al ratero; no era más que ver una procesión sin santo a altas velocidades, o la mismísima maratón de San Silvestre. En otra ocasión les termino la historia. Lo que si les adelanto es que los comensales lograron capturar al ratero en la glorieta del Tractor. Relacionando el episodio con nuestros días actuales, la inseguridad no es nada nuevo, y no podemos dejarles todo a los políticos de turno; sin la ayuda de la ciudadanía la inseguridad no tendría fin, el compromiso es de todos.
Feliz fin de semana.

Twitter: goyogue100