Continuación, acerca de las alienaciones que formula Karl Marx, como lo hemos anotado en nuestra columna anterior. En la presente nos referiremos brevemente a la crítica de la alienación filosófica. Según él, liberarse de ellas produce un hombre revolucionario. Cuando a este respecto Marx se refiere a la filosofía lo hace pensando en la de […]
Continuación, acerca de las alienaciones que formula Karl Marx, como lo hemos anotado en nuestra columna anterior. En la presente nos referiremos brevemente a la crítica de la alienación filosófica. Según él, liberarse de ellas produce un hombre revolucionario.
Cuando a este respecto Marx se refiere a la filosofía lo hace pensando en la de Hegel y en la de los autores posteriores, que considera idealistas. Piensa que este tipo de filosofía separa la teoría de la práctica, lo que para él es inadmisible.
Dice que la izquierda Hegeliana se quedó en el mundo de las ideas, que separadas del mundo material son causas de las alienaciones.
Postula que la filosofía debe servir a la liberación del hombre y no para interpretarlo y contemplarlo.
Recordemos que para Marx lo importante en la historia humana no es su interpretación, asunto que para él es solamente académico, sino la acción del hombre para transformar la historia, que es lo que aprecia fundamental, en los líderes y en los pueblos.
De ahí su célebre expresión: los filósofos no han hecho más que interpretar el mundo de diferentes maneras, lo que importa es transformarlo.
Con esta actitud es evidente que Marx parte en dos el pensamiento filosófico, el tradicional, y el suyo propio, en el que la teoría se convierte en praxis revolucionaria al servicio de la eliminación de la propiedad privada, que justamente es la clave de la cuestión central que plantea.
Desde el conocimiento de la realidad capitalista, postula, se deben construir otras realidades, nuevas, a través de la acción revolucionaria. Por eso, el uso de la violencia no lo oculta, sino que por el contrario lo pone de manifiesto, como una herramienta de lucha social – política imprescindible, según él. Aunque, realidades históricas pasadas y aún presentes, decimos nosotros, nos muestran que la aspiración al poder político puede comenzar por la vía electoral, pero se afirma con la violencia.
Dice, el problema de si al pensamiento humano se le puede atribuir una verdad objetiva no es un problema teórico, sino un problema práctico.
Es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento. En cambio, afirma que el litigio sobre la realidad o irrealidad de un pensamiento aislado de la práctica es un problema puramente escolástico.
Claro, para entender a Marx, a Engels, y a todos los pensadores de la filosofía materialista, la clave está en su personal pensamiento ideológico, teórico y práctico, para quienes en el mundo y su historia lo único existente es la materia y las interdependencias económicas y sociales. Su Dios es el Dios de la experimentación y de la ciencia.
Continúa …
Continuación, acerca de las alienaciones que formula Karl Marx, como lo hemos anotado en nuestra columna anterior. En la presente nos referiremos brevemente a la crítica de la alienación filosófica. Según él, liberarse de ellas produce un hombre revolucionario. Cuando a este respecto Marx se refiere a la filosofía lo hace pensando en la de […]
Continuación, acerca de las alienaciones que formula Karl Marx, como lo hemos anotado en nuestra columna anterior. En la presente nos referiremos brevemente a la crítica de la alienación filosófica. Según él, liberarse de ellas produce un hombre revolucionario.
Cuando a este respecto Marx se refiere a la filosofía lo hace pensando en la de Hegel y en la de los autores posteriores, que considera idealistas. Piensa que este tipo de filosofía separa la teoría de la práctica, lo que para él es inadmisible.
Dice que la izquierda Hegeliana se quedó en el mundo de las ideas, que separadas del mundo material son causas de las alienaciones.
Postula que la filosofía debe servir a la liberación del hombre y no para interpretarlo y contemplarlo.
Recordemos que para Marx lo importante en la historia humana no es su interpretación, asunto que para él es solamente académico, sino la acción del hombre para transformar la historia, que es lo que aprecia fundamental, en los líderes y en los pueblos.
De ahí su célebre expresión: los filósofos no han hecho más que interpretar el mundo de diferentes maneras, lo que importa es transformarlo.
Con esta actitud es evidente que Marx parte en dos el pensamiento filosófico, el tradicional, y el suyo propio, en el que la teoría se convierte en praxis revolucionaria al servicio de la eliminación de la propiedad privada, que justamente es la clave de la cuestión central que plantea.
Desde el conocimiento de la realidad capitalista, postula, se deben construir otras realidades, nuevas, a través de la acción revolucionaria. Por eso, el uso de la violencia no lo oculta, sino que por el contrario lo pone de manifiesto, como una herramienta de lucha social – política imprescindible, según él. Aunque, realidades históricas pasadas y aún presentes, decimos nosotros, nos muestran que la aspiración al poder político puede comenzar por la vía electoral, pero se afirma con la violencia.
Dice, el problema de si al pensamiento humano se le puede atribuir una verdad objetiva no es un problema teórico, sino un problema práctico.
Es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento. En cambio, afirma que el litigio sobre la realidad o irrealidad de un pensamiento aislado de la práctica es un problema puramente escolástico.
Claro, para entender a Marx, a Engels, y a todos los pensadores de la filosofía materialista, la clave está en su personal pensamiento ideológico, teórico y práctico, para quienes en el mundo y su historia lo único existente es la materia y las interdependencias económicas y sociales. Su Dios es el Dios de la experimentación y de la ciencia.
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