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Columnista - 15 septiembre, 2023

Crisis migratoria y humanitaria

¿Están las naciones más ricas del mundo normalizando las muertes de inmigrantes? Ése es el temor de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) de la ONU, el organismo creado en 1951 a raíz del caos y el desplazamiento de Europa occidental después de la Segunda Guerra Mundial. 

¿Están las naciones más ricas del mundo normalizando las muertes de inmigrantes? Ése es el temor de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) de la ONU, el organismo creado en 1951 a raíz del caos y el desplazamiento de Europa occidental después de la Segunda Guerra Mundial. 

Once millones de personas fueron desarraigadas y la tarea de la OIM era ayudar a los gobiernos europeos a identificar países donde podrían ser reasentadas. En la década de 1950, la OIM organizó el transporte de casi un millón de migrantes a sus nuevos países de origen, con el éxito del programa de reasentamiento basado en la cooperación internacional y la idea de que la carga debía ser compartida. Más de 70 años después de la creación de la OIM, la actitud es muy diferente hacia las diversas crisis migratorias del mundo, cuando la crisis climática, junto con la guerra y la pobreza, están contribuyendo a alimentar los desplazamientos en cantidades sin precedentes.

El Centro de Monitoreo de Desplazamientos Internos con sede en Ginebra informa que, en 2022, aconteció un récord de 71,1 millones de personas en todo el mundo huyendo de sus comunidades nativas en busca de seguridad y refugio, un aumento del 20% respecto al año anterior. Casi tres cuartas partes de las personas desplazadas del mundo viven en solo 10 países, entre ellos Siria, Afganistán, la República Democrática del Congo, Ucrania y Sudán, todos asolados por la guerra. Pero la mayoría de los desplazamientos del año pasado, 32,6 millones, se debieron a desastres climáticos, incluidas inundaciones, sequías y deslizamientos de tierra.  

La necesidad de buscar oportunidades es tan antigua como el tiempo. A lo largo de la historia, la humanidad ha estado en movimiento. Las grandes oleadas de migración irlandesa o italiana a Estados Unidos a mediados del siglo XIX y principios del XX, comparten relación con el Reino Unido, que estaba desesperado por cubrir la escasez de mano de obra en las décadas de 1950 y 1960 causada por la Segunda Guerra Mundial. La búsqueda de trabajadores inmigrantes extranjeros, que eran vitales para la reconstrucción de posguerra, fue una característica de gran parte del norte de Europa después de 1945, de ahí la creación de la OIM. 

En el mundo pospandemia, el desempleo en las naciones más ricas ha caído a algunos de los niveles más bajos en décadas, con vacantes cerca de un máximo histórico y los empleadores necesitan trabajadores con urgencia. Los gobiernos ahora están tratando activamente de alentar la inmigración. Sin embargo, para la mayoría de las personas que en este tiempo huyen de la guerra, la pobreza y los efectos de la catástrofe climática, existen pocos programas de visas, planes de reasentamiento o rutas seguras hacia las naciones más ricas, donde puedan tener vidas prósperas. Al respecto, existe un temor de la OIM sobre la normalización de muertes relacionadas con inmigrantes, sobre todo, por la ausencia de la cooperación internacional para ayudarlas. 

En el hemisferio occidental el Tapón del Darién se ha transformado con rapidez en una de las crisis políticas y humanitarias más urgentes. Lo que hace unos años era un flujo a cuentagotas ahora se ha convertido en un torrente: más de 360.000 personas ya cruzaron la selva en 2023, según el gobierno de Panamá, superando el récord casi inimaginable de 250.000 del año pasado.

La ONU dice que es el momento de una estrategia global coordinada sobre migración internacional. El objetivo es encontrar un enfoque más humano a lo que la ONU llama la peor crisis migratoria desde la Segunda Guerra Mundial. Después de 1945, los líderes mundiales estuvieron a la altura del desafío, las circunstancias invocan el retorno de ese liderazgo.

Por Luis Elquis Díaz.

Columnista
15 septiembre, 2023

Crisis migratoria y humanitaria

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Elquis Diaz

¿Están las naciones más ricas del mundo normalizando las muertes de inmigrantes? Ése es el temor de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) de la ONU, el organismo creado en 1951 a raíz del caos y el desplazamiento de Europa occidental después de la Segunda Guerra Mundial. 


¿Están las naciones más ricas del mundo normalizando las muertes de inmigrantes? Ése es el temor de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) de la ONU, el organismo creado en 1951 a raíz del caos y el desplazamiento de Europa occidental después de la Segunda Guerra Mundial. 

Once millones de personas fueron desarraigadas y la tarea de la OIM era ayudar a los gobiernos europeos a identificar países donde podrían ser reasentadas. En la década de 1950, la OIM organizó el transporte de casi un millón de migrantes a sus nuevos países de origen, con el éxito del programa de reasentamiento basado en la cooperación internacional y la idea de que la carga debía ser compartida. Más de 70 años después de la creación de la OIM, la actitud es muy diferente hacia las diversas crisis migratorias del mundo, cuando la crisis climática, junto con la guerra y la pobreza, están contribuyendo a alimentar los desplazamientos en cantidades sin precedentes.

El Centro de Monitoreo de Desplazamientos Internos con sede en Ginebra informa que, en 2022, aconteció un récord de 71,1 millones de personas en todo el mundo huyendo de sus comunidades nativas en busca de seguridad y refugio, un aumento del 20% respecto al año anterior. Casi tres cuartas partes de las personas desplazadas del mundo viven en solo 10 países, entre ellos Siria, Afganistán, la República Democrática del Congo, Ucrania y Sudán, todos asolados por la guerra. Pero la mayoría de los desplazamientos del año pasado, 32,6 millones, se debieron a desastres climáticos, incluidas inundaciones, sequías y deslizamientos de tierra.  

La necesidad de buscar oportunidades es tan antigua como el tiempo. A lo largo de la historia, la humanidad ha estado en movimiento. Las grandes oleadas de migración irlandesa o italiana a Estados Unidos a mediados del siglo XIX y principios del XX, comparten relación con el Reino Unido, que estaba desesperado por cubrir la escasez de mano de obra en las décadas de 1950 y 1960 causada por la Segunda Guerra Mundial. La búsqueda de trabajadores inmigrantes extranjeros, que eran vitales para la reconstrucción de posguerra, fue una característica de gran parte del norte de Europa después de 1945, de ahí la creación de la OIM. 

En el mundo pospandemia, el desempleo en las naciones más ricas ha caído a algunos de los niveles más bajos en décadas, con vacantes cerca de un máximo histórico y los empleadores necesitan trabajadores con urgencia. Los gobiernos ahora están tratando activamente de alentar la inmigración. Sin embargo, para la mayoría de las personas que en este tiempo huyen de la guerra, la pobreza y los efectos de la catástrofe climática, existen pocos programas de visas, planes de reasentamiento o rutas seguras hacia las naciones más ricas, donde puedan tener vidas prósperas. Al respecto, existe un temor de la OIM sobre la normalización de muertes relacionadas con inmigrantes, sobre todo, por la ausencia de la cooperación internacional para ayudarlas. 

En el hemisferio occidental el Tapón del Darién se ha transformado con rapidez en una de las crisis políticas y humanitarias más urgentes. Lo que hace unos años era un flujo a cuentagotas ahora se ha convertido en un torrente: más de 360.000 personas ya cruzaron la selva en 2023, según el gobierno de Panamá, superando el récord casi inimaginable de 250.000 del año pasado.

La ONU dice que es el momento de una estrategia global coordinada sobre migración internacional. El objetivo es encontrar un enfoque más humano a lo que la ONU llama la peor crisis migratoria desde la Segunda Guerra Mundial. Después de 1945, los líderes mundiales estuvieron a la altura del desafío, las circunstancias invocan el retorno de ese liderazgo.

Por Luis Elquis Díaz.