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Columnista - 25 noviembre, 2017

Criminales de carrera

De unos años acá, observamos sin dificultad y discusión alguna que en Colombia no solo se percibe, sino que se vive de manera palpable y se acentúa cada día; aunque las estadísticas muestren de manera disfrazada la realidad el aumento de conductas delictivas como el homicidio, la violencia contra las mujeres, lesiones personales, extorsión, hurto […]

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De unos años acá, observamos sin dificultad y discusión alguna que en Colombia no solo se percibe, sino que se vive de manera palpable y se acentúa cada día; aunque las estadísticas muestren de manera disfrazada la realidad el aumento de conductas delictivas como el homicidio, la violencia contra las mujeres, lesiones personales, extorsión, hurto en todas sus modalidades y otras a las que las autoridades judiciales y gubernamentales no les están brindando oportunamente la importancia del caso al no impartir justicia; además del incremento de la corrupción que ya se está volviendo cotidiana, visible y notoria, tanto en escenarios públicos como privados, agregándose a otros males a la ciudadanía la sensación que existe crisis institucional judicial. En si la criminalidad se ha desbocado aumentándose la impunidad.

Los propósitos, deseos de muchos han quedado atrás, por fantasmas engañosos que se les aparecen a ciertas personas de mentalidad débil que querían progresar, tirando por la borda un futuro más halagador que los pudieron transformar , pero ingresaron al panorama delictual y han querido permanecer allí.

Preguntamos ¿Existen una verdadera política criminal en Colombia? Consideramos que no y más así como la delincuencia actual la requieren para enfrentarla; primero porque no existen los mecanismos adecuados de investigación previos y menos después de ocurrir los hechos delictivos tampoco se cuenta con los instrumentos como personal de laboratorios acordes a combatir la delincuencia.

Los principios básicos de la criminología señalan que las tendencias aún incipientes observadas oportunamente por un buen pesquisidor, deben atenderse y anticiparse a los focos y así evitar la dispersión y no abrir el paso a sentencias de papel, absolutorias, que verdaderamente causan risa a la sociedad con estos criminales de carrera, que su prontuario judicial lo conoce más la sociedad que el ente acusador y los jueces.

Deben diagnosticarse la verdadera situación de la delincuencia en el país y enfrentarla a una política criminal, que no sea mediática y que subsista de manera coherente; tampoco se trata de tipificar conductas criminales y aumentar penas que no se cumplen; además que si no se complementan con más fiscales y jueces la crisis será más aguda en pocos años; donde los únicos que estarán a gusto serán los delincuentes; mientras tanto la sociedad esperando justicia. Como podemos observar la delincuencia sube por ascensor, mientras que la política criminal lo hace por las escaleras, fomentándose así los criminales de carrera y especializándose estos más en sus modalidades que han delinquido; no se les ha investigado un delito y ya están cometiendo otro.

La reincidencia del delincuente es otro dolor de cabeza que se presenta actualmente en alto grado; uno de los problemas sociales que sus consecuencias tocan con la seguridad pública y donde el Estado debe preocuparse constantemente buscando lazos preventivos para combatirla.

Con el desarrollo de la criminología se estudian tanto víctima como delincuente, el control social, el delito y la sanción penal y aún más las medidas de seguridad. El pensador griego Platón sostenía: “ninguno es malo porque quiera hacerlo; una mala disposición del cuerpo, una mala educación es lo que lo hace malo”.

El sistema judicial colombiano de por si garante sumo, como va, seguirá estimulando y “graduando” a muchos criminales de carrera.

Concluyendo lo aquí enunciado lo debe tener presente el Consejo de Política Criminal, teniendo en cuenta que debe prevalecer la resocialización de los reos en los mismos sitios de reclusión antes de ser devueltos a la sociedad.

Por Jairo Franco Salas
[email protected]

Columnista
25 noviembre, 2017

Criminales de carrera

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jairo Franco Salas

De unos años acá, observamos sin dificultad y discusión alguna que en Colombia no solo se percibe, sino que se vive de manera palpable y se acentúa cada día; aunque las estadísticas muestren de manera disfrazada la realidad el aumento de conductas delictivas como el homicidio, la violencia contra las mujeres, lesiones personales, extorsión, hurto […]


De unos años acá, observamos sin dificultad y discusión alguna que en Colombia no solo se percibe, sino que se vive de manera palpable y se acentúa cada día; aunque las estadísticas muestren de manera disfrazada la realidad el aumento de conductas delictivas como el homicidio, la violencia contra las mujeres, lesiones personales, extorsión, hurto en todas sus modalidades y otras a las que las autoridades judiciales y gubernamentales no les están brindando oportunamente la importancia del caso al no impartir justicia; además del incremento de la corrupción que ya se está volviendo cotidiana, visible y notoria, tanto en escenarios públicos como privados, agregándose a otros males a la ciudadanía la sensación que existe crisis institucional judicial. En si la criminalidad se ha desbocado aumentándose la impunidad.

Los propósitos, deseos de muchos han quedado atrás, por fantasmas engañosos que se les aparecen a ciertas personas de mentalidad débil que querían progresar, tirando por la borda un futuro más halagador que los pudieron transformar , pero ingresaron al panorama delictual y han querido permanecer allí.

Preguntamos ¿Existen una verdadera política criminal en Colombia? Consideramos que no y más así como la delincuencia actual la requieren para enfrentarla; primero porque no existen los mecanismos adecuados de investigación previos y menos después de ocurrir los hechos delictivos tampoco se cuenta con los instrumentos como personal de laboratorios acordes a combatir la delincuencia.

Los principios básicos de la criminología señalan que las tendencias aún incipientes observadas oportunamente por un buen pesquisidor, deben atenderse y anticiparse a los focos y así evitar la dispersión y no abrir el paso a sentencias de papel, absolutorias, que verdaderamente causan risa a la sociedad con estos criminales de carrera, que su prontuario judicial lo conoce más la sociedad que el ente acusador y los jueces.

Deben diagnosticarse la verdadera situación de la delincuencia en el país y enfrentarla a una política criminal, que no sea mediática y que subsista de manera coherente; tampoco se trata de tipificar conductas criminales y aumentar penas que no se cumplen; además que si no se complementan con más fiscales y jueces la crisis será más aguda en pocos años; donde los únicos que estarán a gusto serán los delincuentes; mientras tanto la sociedad esperando justicia. Como podemos observar la delincuencia sube por ascensor, mientras que la política criminal lo hace por las escaleras, fomentándose así los criminales de carrera y especializándose estos más en sus modalidades que han delinquido; no se les ha investigado un delito y ya están cometiendo otro.

La reincidencia del delincuente es otro dolor de cabeza que se presenta actualmente en alto grado; uno de los problemas sociales que sus consecuencias tocan con la seguridad pública y donde el Estado debe preocuparse constantemente buscando lazos preventivos para combatirla.

Con el desarrollo de la criminología se estudian tanto víctima como delincuente, el control social, el delito y la sanción penal y aún más las medidas de seguridad. El pensador griego Platón sostenía: “ninguno es malo porque quiera hacerlo; una mala disposición del cuerpo, una mala educación es lo que lo hace malo”.

El sistema judicial colombiano de por si garante sumo, como va, seguirá estimulando y “graduando” a muchos criminales de carrera.

Concluyendo lo aquí enunciado lo debe tener presente el Consejo de Política Criminal, teniendo en cuenta que debe prevalecer la resocialización de los reos en los mismos sitios de reclusión antes de ser devueltos a la sociedad.

Por Jairo Franco Salas
[email protected]