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Columnista - 28 enero, 2017

Crecer duele

¡Es cierto! Crecer duele, así me lo decía mi madre, cuando el dolor de piernas de niño, me recordaba que estaba creciendo mi cuerpo. A principios de los años noventa en Valledupar se inició la renovación con un concepto urbanístico de avanzada, el líder de esa acción fue el exalcalde Rodolfo Campo Soto, quien gestó […]

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¡Es cierto! Crecer duele, así me lo decía mi madre, cuando el dolor de piernas de niño, me recordaba que estaba creciendo mi cuerpo.

A principios de los años noventa en Valledupar se inició la renovación con un concepto urbanístico de avanzada, el líder de esa acción fue el exalcalde Rodolfo Campo Soto, quien gestó la primera revolución de una ciudad ambiental y sostenible; logró dinamizar con gran desafío a una ciudad con equidad a partir del civismo de sus pobladores y con sentido de pertenencia; los llevó por el sendero de la conservación y preservación de los recursos naturales, esto hizo que Valledupar fuese catalogada durante muchos años como la más arborizada de Colombia.

Hoy Valledupar sufre, gracias al crecimiento urbanístico; en la búsqueda de mejorar el transporte público y la vivienda, con el afán de sostenerse como ciudad amable y moderna, se han implementado estrategias para la renovación y reacondicionamiento de sus calles y avenidas.

Cuando el doctor Campo Soto propuso arborizar los separadores de las avenidas, lo hizo pensando en hacer una ciudad más amigable con el medio ambiente y de atenuar la temperatura que por esta época nos derrite. Pero gracias a los proyectos que buscan desarrollo, se han cometido grandes y crasos errores en contra de la filosofía propia del pueblo vallenato.

Es complejo. No puedo echar culpas, creo que todos tenemos responsabilidad, muy a mi pesar, nosotros los ciudadanos del común, aceptamos que las personas en Valledupar parqueen mal, ya bien sea porque en esta ciudad no existe una estrategia para hacerle frente a esta situación, cosa que lamento; o por otro lado, la frescura y falta de sentido común de quienes infringen la ley; el otro asunto muy notorio es el llamado bici carril, que hoy es un desastre; lleno de vendedores ambulantes y por donde transitan todas las motocicletas de la ciudad, transita de todo, menos bicicletas.

Basta recorrer la ciudad para afanarse y sentir complejo de culpa, al ver ese paisaje desolador y casi de ciudad en caos, duele ver los árboles maltratados y muertos por la falta de una política árbolistica seria y bien planeada; aquí cualquiera echa machete y dice saber podar árboles, este el caso del contrato que firmó el CIMAG en un convenio tripartita entre la Corporación Autónoma Regional del Cesar, la Secretaría de Ambiente Departamental y el municipio de Valledupar, en la búsqueda de recuperar los árboles en mal estado y erradicar los que representaban peligro para los vallenatos; hoy me pregunto: ¿quiénes serán más peligrosos, los árboles o los podadores de CIMAG? Además en nuestro recuento árbolistico está el Sistema Estratégico de Transporte Público de Valledupar –SIVA-, que dicho sea de paso se aprovechó de la debilidad institucional de la Corporación Autónoma, a quien le faltó autoridad, ya que fueron actores mudos del desastre ambiental en el que incurrió el contratista del SIVA.

A esto sumémosle que los constructores urbanísticos, justifican crecimiento con devastación, no se les da por respetar los árboles del entorno y los derriban para despejar el terreno con el argumento de la reposición; sin tener en cuenta el tiempo, la sombra y la vida que generan los árboles, pero no los consideran valiosos y sin más ni más, los derriban. Crecer duele, decía mi madre, pero a este nivel solo se refleja crueldad y desamor.

Columnista
28 enero, 2017

Crecer duele

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Miguel Angel Sierra

¡Es cierto! Crecer duele, así me lo decía mi madre, cuando el dolor de piernas de niño, me recordaba que estaba creciendo mi cuerpo. A principios de los años noventa en Valledupar se inició la renovación con un concepto urbanístico de avanzada, el líder de esa acción fue el exalcalde Rodolfo Campo Soto, quien gestó […]


¡Es cierto! Crecer duele, así me lo decía mi madre, cuando el dolor de piernas de niño, me recordaba que estaba creciendo mi cuerpo.

A principios de los años noventa en Valledupar se inició la renovación con un concepto urbanístico de avanzada, el líder de esa acción fue el exalcalde Rodolfo Campo Soto, quien gestó la primera revolución de una ciudad ambiental y sostenible; logró dinamizar con gran desafío a una ciudad con equidad a partir del civismo de sus pobladores y con sentido de pertenencia; los llevó por el sendero de la conservación y preservación de los recursos naturales, esto hizo que Valledupar fuese catalogada durante muchos años como la más arborizada de Colombia.

Hoy Valledupar sufre, gracias al crecimiento urbanístico; en la búsqueda de mejorar el transporte público y la vivienda, con el afán de sostenerse como ciudad amable y moderna, se han implementado estrategias para la renovación y reacondicionamiento de sus calles y avenidas.

Cuando el doctor Campo Soto propuso arborizar los separadores de las avenidas, lo hizo pensando en hacer una ciudad más amigable con el medio ambiente y de atenuar la temperatura que por esta época nos derrite. Pero gracias a los proyectos que buscan desarrollo, se han cometido grandes y crasos errores en contra de la filosofía propia del pueblo vallenato.

Es complejo. No puedo echar culpas, creo que todos tenemos responsabilidad, muy a mi pesar, nosotros los ciudadanos del común, aceptamos que las personas en Valledupar parqueen mal, ya bien sea porque en esta ciudad no existe una estrategia para hacerle frente a esta situación, cosa que lamento; o por otro lado, la frescura y falta de sentido común de quienes infringen la ley; el otro asunto muy notorio es el llamado bici carril, que hoy es un desastre; lleno de vendedores ambulantes y por donde transitan todas las motocicletas de la ciudad, transita de todo, menos bicicletas.

Basta recorrer la ciudad para afanarse y sentir complejo de culpa, al ver ese paisaje desolador y casi de ciudad en caos, duele ver los árboles maltratados y muertos por la falta de una política árbolistica seria y bien planeada; aquí cualquiera echa machete y dice saber podar árboles, este el caso del contrato que firmó el CIMAG en un convenio tripartita entre la Corporación Autónoma Regional del Cesar, la Secretaría de Ambiente Departamental y el municipio de Valledupar, en la búsqueda de recuperar los árboles en mal estado y erradicar los que representaban peligro para los vallenatos; hoy me pregunto: ¿quiénes serán más peligrosos, los árboles o los podadores de CIMAG? Además en nuestro recuento árbolistico está el Sistema Estratégico de Transporte Público de Valledupar –SIVA-, que dicho sea de paso se aprovechó de la debilidad institucional de la Corporación Autónoma, a quien le faltó autoridad, ya que fueron actores mudos del desastre ambiental en el que incurrió el contratista del SIVA.

A esto sumémosle que los constructores urbanísticos, justifican crecimiento con devastación, no se les da por respetar los árboles del entorno y los derriban para despejar el terreno con el argumento de la reposición; sin tener en cuenta el tiempo, la sombra y la vida que generan los árboles, pero no los consideran valiosos y sin más ni más, los derriban. Crecer duele, decía mi madre, pero a este nivel solo se refleja crueldad y desamor.