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Columnista - 18 mayo, 2010

Contaminación visual sin control

BITÁCORA Por: Oscar Ariza Daza Muchos de los visitantes que llegan a Valledupar tratan de descubrir el encanto que produce en la mirada  de quienes se aproximan a ella. Tanto su arquitectura, su diseño urbanístico, como la calidez de su gente influyen en que esta pequeña  ciudad genere comentarios, como la capital más hermosa del […]

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BITÁCORA


Por: Oscar Ariza Daza

Muchos de los visitantes que llegan a Valledupar tratan de descubrir el encanto que produce en la mirada  de quienes se aproximan a ella. Tanto su arquitectura, su diseño urbanístico, como la calidez de su gente influyen en que esta pequeña  ciudad genere comentarios, como la capital más hermosa del Caribe colombiano. Son muchos los elementos que han hecho que la ciudad construya una identidad propia que la hace atractiva frente a otras más extensas, populosas y modernas, pero menos acogedoras.

Valledupar ostenta una propuesta urbana en la que el campo y la ciudad se fusionan para mostrar cómo su gente vive y siente el universo a través del enorme culto a la naturaleza, al árbol, a la Sierra y al río,  pero también a la arquitectura moderna.

Desde las alturas, la ciudad parece una enorme selva tragándose las edificaciones, con más árboles que casas o personas  y quizás sea cierto, porque recorriéndola, percibimos el enorme potencial ecológico que muestra y que consolida el imaginario urbano construido alrededor de una cultura del árbol. Árboles por todas partes: ceibas, robles, cañaguates, algarrobillos, pero sobre todo mangos que convierten a la bella ciudad del cacique Upar en un eterno merendero en donde la fruta construye la estación de la vida.

Desde hace varias décadas esta ciudad fue reemplazando su arquitectura colonial y republicana por construcciones más modernas; conjuntos residenciales, grandes avenidas y muchas glorietas que se han convertido en uno de los íconos que mejor representan su ideal urbano; un patrimonio valioso a cuidar para que siga siendo la ciudad que protege y convive con la naturaleza sin afectar el medio ambiente. No obstante, las autoridades parecen no advertir el daño que se está haciendo a la estética de la ciudad, principalmente en las glorietas, atestadas en su mayoría de contaminación visual por exceso de vallas publicitarias que además se convierten en un peligroso distractor para quienes transitan por esas zonas.

Es inaudito que haya tanta permisividad de la Alcaldía en el control de la publicidad urbana en las glorietas, principalmente en la de la Pilonera Mayor, que integra un conjunto de construcciones modernas que convierten esa zona en la más hermosa de Valledupar, por el contraste que hacen el  centro comercial, las avenidas que conducen al Balneario Hurtado y a Patillal, El Parque de la Leyenda Vallenata y  El Parque Lineal, con el paisaje natural, principalmente con los cerros que la circundan.

Absurdo e inaceptable que en una zona donde se ha hecho tanta inversión para embellecerla, poniéndola al servicio de los vallenatos, sin reñir con el medio ambiente, termine generándose una contaminación visual que rompe con la estética urbana, quitándonos el derecho a disfrutar del paisaje, cambiándolo por el exceso de vallas publicitarias que destruyen la armonía de la zona.

Sólo en la glorieta de la Pilonera Mayor permanecen 10 enormes vallas publicitarias, antes de propaganda política, ahora de cantantes, conjuntos vallenatos y otros productos comerciales,  una valla más pequeña y cuatro al costado del hotel Sonesta, que hacen alusión a una empresa de telefonía, dejando claro la falta de control municipal en el manejo de la contaminación visual. Un total de 15 vallas se encuentran distribuidas alrededor de la glorieta sin que nadie haga nada por devolver el equilibrio ambiental a la zona, para que transitar por allí vuelva a ser placentero y poco peligroso para sus habitantes que  merecen circular con garantía de seguridad.

Se hace urgente  señor Alcalde, que tome las medidas necesarias para que esas vallas sean retiradas, devolviéndole la armonía visual a la zona, para que la ciudad siga siendo coherente con su identidad urbana que ha dado tanta fama de ciudad ecológica, para que siga siendo el lugar que encanta desde el primer encuentro con ella por ser un sitio esplendoroso levantado sobre una verde llanura,  a  orilla de un río de aguas frías “que se precipitan sobre un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos”, tal como describe García Márquez a Macondo; para que Valledupar siga siendo elegante y atractiva por ser  una ciudad anclada en el corazón del Caribe, llena de árboles, cerros y avenidas convertidas en senderos verdes, una ciudad lejos del mar y cerca del más increíble de los ríos, el  Guatapurí.

[email protected]

Columnista
18 mayo, 2010

Contaminación visual sin control

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Oscar Ariza Daza

BITÁCORA Por: Oscar Ariza Daza Muchos de los visitantes que llegan a Valledupar tratan de descubrir el encanto que produce en la mirada  de quienes se aproximan a ella. Tanto su arquitectura, su diseño urbanístico, como la calidez de su gente influyen en que esta pequeña  ciudad genere comentarios, como la capital más hermosa del […]


BITÁCORA


Por: Oscar Ariza Daza

Muchos de los visitantes que llegan a Valledupar tratan de descubrir el encanto que produce en la mirada  de quienes se aproximan a ella. Tanto su arquitectura, su diseño urbanístico, como la calidez de su gente influyen en que esta pequeña  ciudad genere comentarios, como la capital más hermosa del Caribe colombiano. Son muchos los elementos que han hecho que la ciudad construya una identidad propia que la hace atractiva frente a otras más extensas, populosas y modernas, pero menos acogedoras.

Valledupar ostenta una propuesta urbana en la que el campo y la ciudad se fusionan para mostrar cómo su gente vive y siente el universo a través del enorme culto a la naturaleza, al árbol, a la Sierra y al río,  pero también a la arquitectura moderna.

Desde las alturas, la ciudad parece una enorme selva tragándose las edificaciones, con más árboles que casas o personas  y quizás sea cierto, porque recorriéndola, percibimos el enorme potencial ecológico que muestra y que consolida el imaginario urbano construido alrededor de una cultura del árbol. Árboles por todas partes: ceibas, robles, cañaguates, algarrobillos, pero sobre todo mangos que convierten a la bella ciudad del cacique Upar en un eterno merendero en donde la fruta construye la estación de la vida.

Desde hace varias décadas esta ciudad fue reemplazando su arquitectura colonial y republicana por construcciones más modernas; conjuntos residenciales, grandes avenidas y muchas glorietas que se han convertido en uno de los íconos que mejor representan su ideal urbano; un patrimonio valioso a cuidar para que siga siendo la ciudad que protege y convive con la naturaleza sin afectar el medio ambiente. No obstante, las autoridades parecen no advertir el daño que se está haciendo a la estética de la ciudad, principalmente en las glorietas, atestadas en su mayoría de contaminación visual por exceso de vallas publicitarias que además se convierten en un peligroso distractor para quienes transitan por esas zonas.

Es inaudito que haya tanta permisividad de la Alcaldía en el control de la publicidad urbana en las glorietas, principalmente en la de la Pilonera Mayor, que integra un conjunto de construcciones modernas que convierten esa zona en la más hermosa de Valledupar, por el contraste que hacen el  centro comercial, las avenidas que conducen al Balneario Hurtado y a Patillal, El Parque de la Leyenda Vallenata y  El Parque Lineal, con el paisaje natural, principalmente con los cerros que la circundan.

Absurdo e inaceptable que en una zona donde se ha hecho tanta inversión para embellecerla, poniéndola al servicio de los vallenatos, sin reñir con el medio ambiente, termine generándose una contaminación visual que rompe con la estética urbana, quitándonos el derecho a disfrutar del paisaje, cambiándolo por el exceso de vallas publicitarias que destruyen la armonía de la zona.

Sólo en la glorieta de la Pilonera Mayor permanecen 10 enormes vallas publicitarias, antes de propaganda política, ahora de cantantes, conjuntos vallenatos y otros productos comerciales,  una valla más pequeña y cuatro al costado del hotel Sonesta, que hacen alusión a una empresa de telefonía, dejando claro la falta de control municipal en el manejo de la contaminación visual. Un total de 15 vallas se encuentran distribuidas alrededor de la glorieta sin que nadie haga nada por devolver el equilibrio ambiental a la zona, para que transitar por allí vuelva a ser placentero y poco peligroso para sus habitantes que  merecen circular con garantía de seguridad.

Se hace urgente  señor Alcalde, que tome las medidas necesarias para que esas vallas sean retiradas, devolviéndole la armonía visual a la zona, para que la ciudad siga siendo coherente con su identidad urbana que ha dado tanta fama de ciudad ecológica, para que siga siendo el lugar que encanta desde el primer encuentro con ella por ser un sitio esplendoroso levantado sobre una verde llanura,  a  orilla de un río de aguas frías “que se precipitan sobre un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos”, tal como describe García Márquez a Macondo; para que Valledupar siga siendo elegante y atractiva por ser  una ciudad anclada en el corazón del Caribe, llena de árboles, cerros y avenidas convertidas en senderos verdes, una ciudad lejos del mar y cerca del más increíble de los ríos, el  Guatapurí.

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