No hablar de la crisis política, económica y humanitaria que afronta Venezuela en estos momentos es casi que imposible por estos días, basta con ver, escuchar y leer las noticias para enterarse de lo mal que está la situación en el país vecino. Un orden constitucional fracturado, centenares de muertes violentas, un producto interno bruto […]
No hablar de la crisis política, económica y humanitaria que afronta Venezuela en estos momentos es casi que imposible por estos días, basta con ver, escuchar y leer las noticias para enterarse de lo mal que está la situación en el país vecino. Un orden constitucional fracturado, centenares de muertes violentas, un producto interno bruto contraído (PIB), una inflación disparada, entre otros aspectos, hacen parte del lamentable saldo que ha dejado el gobierno indecente, autoritario, ridículo e ilegitimo de Nicolás Maduro, quien aún tiene el descaro de hablar de democracia, y no sabe hacer otra cosa que parlotear acerca de la supuesta guerra económica que ha entablado la oposición y sectores de la comunidad internacional en contra de su gobierno, lo que no es otra cosa que una justificación al fracaso de ese modelo socioeconómico que un día plantearon a través del famoso “Socialismo del siglo XXI”, que examinando el panorama actual, de social no tiene nada, sólo el nombre.
Son muchos los atropellos que ha cometido el gobierno de Maduro en contra de la ciudadanía, pero sin duda alguna, claro está, en materia política, la imposición de una Asamblea Nacional Constituyente carente de garantías constitucionales y legales, y sin la aprobación del pueblo, ha sido quizás uno de los golpes más duros a la poca institucionalidad que le quedaba al Estado venezolano, un trastazo que ha desconocido todo el deber ser de la democracia moderna y del orden social.
El profesor Vladimiro Naranjo Mesa, aduce en su obra ‘Teoría constitucional e instituciones políticas’, que: “siendo, como es, un procedimiento extraconstitucional, una Asamblea Constituyente se debe convocar cuando se ha presentado una ruptura total del ordenamiento constitucional de un Estado (…) o también cuando la legitimidad de ese ordenamiento esté siendo severamente cuestionada por la sociedad y se han agotado las posibilidades de reformarlos por los mecanismos previstos en él. Es decir, que una constituyente se convoca, sea para abrogar una Constitución que se considere inadecuada a los requerimientos de un nuevo orden jurídicopolítico o para introducirle al texto vigente las modificaciones tendientes a crear una nueva base de legitimidad a las instituciones (…)”. Teniendo en cuenta esto, se pueden puntualizar dos cosas: la primera es que indiscutiblemente el ordenamiento constitucional venezolano está roto, y la segunda, que la legitimidad de dicho orden es duramente objetada por gran parte de la sociedad; hasta allí, conviene una asamblea constituyente en Venezuela, pero, ¿Qué pasa cuando es el destructor de la constitucionalidad del país y el opresor del pueblo quien la convoca?
Montesquieu debe estar revolcándose en su tumba, del principio de la tridivisión de poderes no está quedando nada, los constituyentes, en su propósito de concentrar todo el poder público en un solo eje, lograron, primero, sustituir la Asamblea Nacional en su función legislativa, y luego, apartaron de su cargo a la fiscal general, quien pese ser una chavista confesa, se fue de frente contra el gobierno de Maduro.
Una gran fracción de la comunidad internacional estamos pendientes de las futuras acciones y omisiones de la ANC, que presumiendo la mala fe dictatorial del oficialismo serán devastadoras para los ciudadanos y la democracia. No hay duda que su carácter transitorio será pisoteado, y que de haber cambios que generen modificaciones sustanciales de alto impacto en la constitución, estas no serán refrendadas por el pueblo como titular original del poder constituyente, que es lo pertinente, pero recordemos que el fin es arrogarse el poder constituyente primario.
El aprieto por el que hoy pasan los venezolanos requiere del trabajo articulado de todos los países demócratas y de las organizaciones internacionales, ojalá y la intervención militar no sea necesaria, porque la idea no es que haya más derramamiento de sangre sino todo lo contrario. Mientras en Venezuela no haya elecciones presidenciales con todas las garantías requeridas y el respaldo de una observación internacional, confieso que veo el cambio, a corto plazo, muy remoto.
¿Que es necesaria una constituyente en Venezuela en pro de un nuevo aire constitucional? Por supuesto, pero no en las condiciones en que se está llevando a cabo, este procedimiento goza de un compendio de principios que hay que respetar.
Es momento que en Venezuela haya una transición integral en materia políticoadministrativa, el país está sumergido en un desmadre total, Nicolás Maduro y sus peones son un desastre, al igual que su: ‘Constituyente del carajo’.
@camilopintom
Por Camilo Pinto Morón
No hablar de la crisis política, económica y humanitaria que afronta Venezuela en estos momentos es casi que imposible por estos días, basta con ver, escuchar y leer las noticias para enterarse de lo mal que está la situación en el país vecino. Un orden constitucional fracturado, centenares de muertes violentas, un producto interno bruto […]
No hablar de la crisis política, económica y humanitaria que afronta Venezuela en estos momentos es casi que imposible por estos días, basta con ver, escuchar y leer las noticias para enterarse de lo mal que está la situación en el país vecino. Un orden constitucional fracturado, centenares de muertes violentas, un producto interno bruto contraído (PIB), una inflación disparada, entre otros aspectos, hacen parte del lamentable saldo que ha dejado el gobierno indecente, autoritario, ridículo e ilegitimo de Nicolás Maduro, quien aún tiene el descaro de hablar de democracia, y no sabe hacer otra cosa que parlotear acerca de la supuesta guerra económica que ha entablado la oposición y sectores de la comunidad internacional en contra de su gobierno, lo que no es otra cosa que una justificación al fracaso de ese modelo socioeconómico que un día plantearon a través del famoso “Socialismo del siglo XXI”, que examinando el panorama actual, de social no tiene nada, sólo el nombre.
Son muchos los atropellos que ha cometido el gobierno de Maduro en contra de la ciudadanía, pero sin duda alguna, claro está, en materia política, la imposición de una Asamblea Nacional Constituyente carente de garantías constitucionales y legales, y sin la aprobación del pueblo, ha sido quizás uno de los golpes más duros a la poca institucionalidad que le quedaba al Estado venezolano, un trastazo que ha desconocido todo el deber ser de la democracia moderna y del orden social.
El profesor Vladimiro Naranjo Mesa, aduce en su obra ‘Teoría constitucional e instituciones políticas’, que: “siendo, como es, un procedimiento extraconstitucional, una Asamblea Constituyente se debe convocar cuando se ha presentado una ruptura total del ordenamiento constitucional de un Estado (…) o también cuando la legitimidad de ese ordenamiento esté siendo severamente cuestionada por la sociedad y se han agotado las posibilidades de reformarlos por los mecanismos previstos en él. Es decir, que una constituyente se convoca, sea para abrogar una Constitución que se considere inadecuada a los requerimientos de un nuevo orden jurídicopolítico o para introducirle al texto vigente las modificaciones tendientes a crear una nueva base de legitimidad a las instituciones (…)”. Teniendo en cuenta esto, se pueden puntualizar dos cosas: la primera es que indiscutiblemente el ordenamiento constitucional venezolano está roto, y la segunda, que la legitimidad de dicho orden es duramente objetada por gran parte de la sociedad; hasta allí, conviene una asamblea constituyente en Venezuela, pero, ¿Qué pasa cuando es el destructor de la constitucionalidad del país y el opresor del pueblo quien la convoca?
Montesquieu debe estar revolcándose en su tumba, del principio de la tridivisión de poderes no está quedando nada, los constituyentes, en su propósito de concentrar todo el poder público en un solo eje, lograron, primero, sustituir la Asamblea Nacional en su función legislativa, y luego, apartaron de su cargo a la fiscal general, quien pese ser una chavista confesa, se fue de frente contra el gobierno de Maduro.
Una gran fracción de la comunidad internacional estamos pendientes de las futuras acciones y omisiones de la ANC, que presumiendo la mala fe dictatorial del oficialismo serán devastadoras para los ciudadanos y la democracia. No hay duda que su carácter transitorio será pisoteado, y que de haber cambios que generen modificaciones sustanciales de alto impacto en la constitución, estas no serán refrendadas por el pueblo como titular original del poder constituyente, que es lo pertinente, pero recordemos que el fin es arrogarse el poder constituyente primario.
El aprieto por el que hoy pasan los venezolanos requiere del trabajo articulado de todos los países demócratas y de las organizaciones internacionales, ojalá y la intervención militar no sea necesaria, porque la idea no es que haya más derramamiento de sangre sino todo lo contrario. Mientras en Venezuela no haya elecciones presidenciales con todas las garantías requeridas y el respaldo de una observación internacional, confieso que veo el cambio, a corto plazo, muy remoto.
¿Que es necesaria una constituyente en Venezuela en pro de un nuevo aire constitucional? Por supuesto, pero no en las condiciones en que se está llevando a cabo, este procedimiento goza de un compendio de principios que hay que respetar.
Es momento que en Venezuela haya una transición integral en materia políticoadministrativa, el país está sumergido en un desmadre total, Nicolás Maduro y sus peones son un desastre, al igual que su: ‘Constituyente del carajo’.
@camilopintom
Por Camilo Pinto Morón