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Columnista - 20 enero, 2021

Consejo en el cerro de Hurtado

En las calles y alrededores de Valledupar, tierra donde suenan acordeones y el progreso como el correr de las aguas de su río Guatapurí no se detiene, a diario se entretejen historias propias del trasegar de sus habitantes, unas que ayudan a forjar su leyenda y otras que nos sorprenden por el negativo accionar de […]

En las calles y alrededores de Valledupar, tierra donde suenan acordeones y el progreso como el correr de las aguas de su río Guatapurí no se detiene, a diario se entretejen historias propias del trasegar de sus habitantes, unas que ayudan a forjar su leyenda y otras que nos sorprenden por el negativo accionar de algunos pocos que hacen gritar a más de uno: ¡esto es Macondo!

Y es así, que en una mañana soleada y resplandeciente donde la brisa veraniega del mes de enero abrazaba sus lares con especial fuerza, el Rey Caporo y la Reina Iguana convocaron a un consejo extraordinario a todos los animales del cerro de Hurtado, en la cima de este. ¿El motivo?, preocupación y miedo por una invasión humana que pretendía construir viviendas al pie del empinado bosque tropical y que había sido puesta en evidencia por los ruidos de máquinas que transgredían su suelo, y desde luego gracias al anuncio de los sapos centinelas que alertaron sobre la amenaza a esta reserva ecológica. 

–Hoy nos enfrentamos a un nuevo ataque por parte del hombre–, dijo el Rey Caporo – ya no solo quieren capar nuestros cuerpos sino también este territorio y como siempre tienen licencia, pero para destruir y contaminar. Definitivamente no hay covid-19 ni calentamiento global que los haga reflexionar sobre la importancia de cuidar el planeta.

– ¿Y qué dice la autoridad ambiental que los rige? – preguntaba la paloma tierrelita.

– ¡’Cortocesar’! – exclamó la lagartija – uno de sus ‘expertos’ aseguró que la construcción era legal porque se realizaba al pie del cerro.

– ¿Acaso fue un geólogo o un ambientalista? – preguntó la Reina Iguana.

–No, fue una abogada– respondió el gavilán.

 –Ahora sí nos van a mandar a comernos un cerro – dijo desmayándose la liebre.

– ¡Qué rastreros!– gritó la serpiente – desvían y contaminan el río Guatapurí, talan árboles, desplazan y extinguen especies, atentan contra el equilibrio de esta reserva ecológica y para colmo de males construyen en nuestras narices, hocicos y picos, una mole de cemento a la que llaman ‘La casa en el aire’. Ni el mapurito se atrevió a tanto. Aprecian más el verde de sus billetes que el verde de la naturaleza.

Y mientras todos los animales seguían discutiendo cómo preservar su ecosistema, el pájaro cucarachero entraba en escena angustiado y comentaba:

– Perdón por el retraso, pero en el camino un zorro chucho me contó que los humanos tienen una modificación en su Plan de Ordenamiento Territorial que les permite construir en el corredor de nuestro cerro.

– Aquí hay telaraña enredada y no precisamente la mía – dijo patas pa’ arriba la araña.

– ¡Calma, calma! – replicó el pájaro carpintero – todavía existen personas que aman esta ciudad y que han levantado su voz para apoyarnos y no permitir semejante esperpento.

Al final y aún con la preocupación a cuesta, el Rey Caporo dio por terminada la sesión, esperanzados que todo sea un simple cuento para que continúen viviendo tranquilos en el cerro de florecidos cañahuates y donde respira con alegría la bella Valledupar.

Pdta: Mamá Ardilla no pudo asistir a la reunión porque sufrió un soponcio al enterarse que el alcalde de Valledupar tiene conflicto de interés en la obra, aunque para calmarla le dijeron que la construcción por ahora no ‘VA’. Esperemos que todo siga así.

Columnista
20 enero, 2021

Consejo en el cerro de Hurtado

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Deivi Safady Safady

En las calles y alrededores de Valledupar, tierra donde suenan acordeones y el progreso como el correr de las aguas de su río Guatapurí no se detiene, a diario se entretejen historias propias del trasegar de sus habitantes, unas que ayudan a forjar su leyenda y otras que nos sorprenden por el negativo accionar de […]


En las calles y alrededores de Valledupar, tierra donde suenan acordeones y el progreso como el correr de las aguas de su río Guatapurí no se detiene, a diario se entretejen historias propias del trasegar de sus habitantes, unas que ayudan a forjar su leyenda y otras que nos sorprenden por el negativo accionar de algunos pocos que hacen gritar a más de uno: ¡esto es Macondo!

Y es así, que en una mañana soleada y resplandeciente donde la brisa veraniega del mes de enero abrazaba sus lares con especial fuerza, el Rey Caporo y la Reina Iguana convocaron a un consejo extraordinario a todos los animales del cerro de Hurtado, en la cima de este. ¿El motivo?, preocupación y miedo por una invasión humana que pretendía construir viviendas al pie del empinado bosque tropical y que había sido puesta en evidencia por los ruidos de máquinas que transgredían su suelo, y desde luego gracias al anuncio de los sapos centinelas que alertaron sobre la amenaza a esta reserva ecológica. 

–Hoy nos enfrentamos a un nuevo ataque por parte del hombre–, dijo el Rey Caporo – ya no solo quieren capar nuestros cuerpos sino también este territorio y como siempre tienen licencia, pero para destruir y contaminar. Definitivamente no hay covid-19 ni calentamiento global que los haga reflexionar sobre la importancia de cuidar el planeta.

– ¿Y qué dice la autoridad ambiental que los rige? – preguntaba la paloma tierrelita.

– ¡’Cortocesar’! – exclamó la lagartija – uno de sus ‘expertos’ aseguró que la construcción era legal porque se realizaba al pie del cerro.

– ¿Acaso fue un geólogo o un ambientalista? – preguntó la Reina Iguana.

–No, fue una abogada– respondió el gavilán.

 –Ahora sí nos van a mandar a comernos un cerro – dijo desmayándose la liebre.

– ¡Qué rastreros!– gritó la serpiente – desvían y contaminan el río Guatapurí, talan árboles, desplazan y extinguen especies, atentan contra el equilibrio de esta reserva ecológica y para colmo de males construyen en nuestras narices, hocicos y picos, una mole de cemento a la que llaman ‘La casa en el aire’. Ni el mapurito se atrevió a tanto. Aprecian más el verde de sus billetes que el verde de la naturaleza.

Y mientras todos los animales seguían discutiendo cómo preservar su ecosistema, el pájaro cucarachero entraba en escena angustiado y comentaba:

– Perdón por el retraso, pero en el camino un zorro chucho me contó que los humanos tienen una modificación en su Plan de Ordenamiento Territorial que les permite construir en el corredor de nuestro cerro.

– Aquí hay telaraña enredada y no precisamente la mía – dijo patas pa’ arriba la araña.

– ¡Calma, calma! – replicó el pájaro carpintero – todavía existen personas que aman esta ciudad y que han levantado su voz para apoyarnos y no permitir semejante esperpento.

Al final y aún con la preocupación a cuesta, el Rey Caporo dio por terminada la sesión, esperanzados que todo sea un simple cuento para que continúen viviendo tranquilos en el cerro de florecidos cañahuates y donde respira con alegría la bella Valledupar.

Pdta: Mamá Ardilla no pudo asistir a la reunión porque sufrió un soponcio al enterarse que el alcalde de Valledupar tiene conflicto de interés en la obra, aunque para calmarla le dijeron que la construcción por ahora no ‘VA’. Esperemos que todo siga así.