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Columnista - 13 agosto, 2021

Confesiones

“Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación”: Romanos 10:10. Recuerdo la época de la niñez, cuando teníamos novias en silencio. La situación era que nos enamorábamos de alguna chica, pero por temor o vergüenza jamás se lo manifestamos. Ellas eran nuestras novias, pero nunca lo supieron […]

“Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación”: Romanos 10:10.

Recuerdo la época de la niñez, cuando teníamos novias en silencio. La situación era que nos enamorábamos de alguna chica, pero por temor o vergüenza jamás se lo manifestamos. Ellas eran nuestras novias, pero nunca lo supieron porque jamás se lo confesamos. 

Así también pasa con nuestra fe. Un medio elemental para expresar nuestra fe es la confesión; es decir, manifestar verbalmente lo que creemos. En estos tiempos, tan difíciles en los que vivimos, se hace necesario que tomemos partido, que asumamos posiciones radicales en relación con todo aquello que nos rodea; pero, además, que la manifestemos sin importar las posibles consecuencias. 

Las decisiones y convicciones del corazón tienen una expresión externa con las actitudes y palabras. Jesús mismo enseñó que por las palabras seríamos justificados y por nuestras palabras seríamos condenados. Una de las más maravillosas promesas de la Escritura es aquella que dice: “De cierto os digo que cualquiera que diga a este monte: Quítate y arrójate en el mar, y no duda en su corazón, sino que cree que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho”.  Observemos que Jesús no dice que tendremos lo que creemos, sino que tendremos lo que creemos y confesamos. La confesión expresa lo que es creído. La confesión de la boca expresa exactamente lo que cree el corazón, “porque de la abundancia del corazón habla la boca”

Más allá de la discusión semántica acerca de los términos “logos y rhema”, que se traducen como “palabra”, afirmando que estas comunican conceptos diferentes, lo rescatable e importante es que esa palabra escrita o revelada debe permanecer en nuestros corazones para poder hacer frente a las adversidades y circunstancias de la vida. El estudio metódico y sistemático de la Palabra de Dios afirma nuestras convicciones y desarrolla nuestra capacidad de confiar y de creer; así, confesar lo que creemos abre la puerta para que aquello que permanece al interior de nuestros corazones pueda ver la luz. 

Amados amigos lectores: la confesión no genera fe, sino que la fe verdadera hace posible la confesión. Advierto con preocupación la proliferación de proclamas y declaraciones divorciadas de la firme convicción de fe; como si el simple hecho de decir fuera suficiente para que las cosas sucedan. Juzgo que esto es una falacia interpretativa, porque la confesión es la exteriorización de una firme realidad interna, es la manifestación de lo que creo en el corazón. 

Considero que confesar es ponerse de acuerdo con Dios. Es lograr la capacidad de creer y decir lo que Dios dice, es vivir en la luz dejando que nuestra vida y nuestros dichos demuestren lo que creemos en el corazón. Así, pues, nuestra responsabilidad consiste en alinear nuestras intenciones, motivos y creencias con la verdad de la Palabra de Dios para que nuestras confesiones penetren la oscuridad y traigan a la luz los resultados positivos que Dios ha preparado para aquellos que le aman.  

¡Aprendamos a creer y confesar lo positivo de Dios!

Abrazos y bendiciones…

Columnista
13 agosto, 2021

Confesiones

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Valerio Mejía Araújo

“Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación”: Romanos 10:10. Recuerdo la época de la niñez, cuando teníamos novias en silencio. La situación era que nos enamorábamos de alguna chica, pero por temor o vergüenza jamás se lo manifestamos. Ellas eran nuestras novias, pero nunca lo supieron […]


“Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación”: Romanos 10:10.

Recuerdo la época de la niñez, cuando teníamos novias en silencio. La situación era que nos enamorábamos de alguna chica, pero por temor o vergüenza jamás se lo manifestamos. Ellas eran nuestras novias, pero nunca lo supieron porque jamás se lo confesamos. 

Así también pasa con nuestra fe. Un medio elemental para expresar nuestra fe es la confesión; es decir, manifestar verbalmente lo que creemos. En estos tiempos, tan difíciles en los que vivimos, se hace necesario que tomemos partido, que asumamos posiciones radicales en relación con todo aquello que nos rodea; pero, además, que la manifestemos sin importar las posibles consecuencias. 

Las decisiones y convicciones del corazón tienen una expresión externa con las actitudes y palabras. Jesús mismo enseñó que por las palabras seríamos justificados y por nuestras palabras seríamos condenados. Una de las más maravillosas promesas de la Escritura es aquella que dice: “De cierto os digo que cualquiera que diga a este monte: Quítate y arrójate en el mar, y no duda en su corazón, sino que cree que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho”.  Observemos que Jesús no dice que tendremos lo que creemos, sino que tendremos lo que creemos y confesamos. La confesión expresa lo que es creído. La confesión de la boca expresa exactamente lo que cree el corazón, “porque de la abundancia del corazón habla la boca”

Más allá de la discusión semántica acerca de los términos “logos y rhema”, que se traducen como “palabra”, afirmando que estas comunican conceptos diferentes, lo rescatable e importante es que esa palabra escrita o revelada debe permanecer en nuestros corazones para poder hacer frente a las adversidades y circunstancias de la vida. El estudio metódico y sistemático de la Palabra de Dios afirma nuestras convicciones y desarrolla nuestra capacidad de confiar y de creer; así, confesar lo que creemos abre la puerta para que aquello que permanece al interior de nuestros corazones pueda ver la luz. 

Amados amigos lectores: la confesión no genera fe, sino que la fe verdadera hace posible la confesión. Advierto con preocupación la proliferación de proclamas y declaraciones divorciadas de la firme convicción de fe; como si el simple hecho de decir fuera suficiente para que las cosas sucedan. Juzgo que esto es una falacia interpretativa, porque la confesión es la exteriorización de una firme realidad interna, es la manifestación de lo que creo en el corazón. 

Considero que confesar es ponerse de acuerdo con Dios. Es lograr la capacidad de creer y decir lo que Dios dice, es vivir en la luz dejando que nuestra vida y nuestros dichos demuestren lo que creemos en el corazón. Así, pues, nuestra responsabilidad consiste en alinear nuestras intenciones, motivos y creencias con la verdad de la Palabra de Dios para que nuestras confesiones penetren la oscuridad y traigan a la luz los resultados positivos que Dios ha preparado para aquellos que le aman.  

¡Aprendamos a creer y confesar lo positivo de Dios!

Abrazos y bendiciones…