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Columnista - 11 julio, 2014

Concentrándonos en Dios

“Encomienda al Señor tu camino, confía en él y él hará”. Salmos 37:5 Frecuentemente estropeamos la influencia que Dios ha determinado ejercer por medio de nosotros, debido a nuestros esfuerzos personales para ser consecuentes y útiles. Jesús, en los evangelios, nos enseñó que había una sola manera de crecer y desarrollarnos espiritualmente y era concentrándonos […]

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“Encomienda al Señor tu camino, confía en él y él hará”. Salmos 37:5

Frecuentemente estropeamos la influencia que Dios ha determinado ejercer por medio de nosotros, debido a nuestros esfuerzos personales para ser consecuentes y útiles.

Jesús, en los evangelios, nos enseñó que había una sola manera de crecer y desarrollarnos espiritualmente y era concentrándonos en Dios. En esencia estaba diciendo: “No te preocupes por ser útil, sencillamente cree en mí”. Dicho de otra manera, prestémosle atención a la fuente y de nuestro interior correrán ríos de agua viva.

Difícilmente descubriremos la fuente de nuestra vida natural por medio del sentido común y el razonamiento. Así, el crecimiento de nuestra vida espiritual no dependerá de nuestro cuidado y esfuerzo, sino de que nos concentremos en una relación cercana y vital con el Padre celestial.

Dios conoce nuestras circunstancias, y si permanecemos enfocados en él, vamos a crecer sin preocupaciones ni complejos, como los lirios del campo.

Las personas que ejercen mayor influencia en nuestras vidas, no son las que nos acorralan con su continuo hablar, sino las que viven de manera sencilla y natural permitiendo que la gracia y el favor de Dios, fluya a través de ellas hacia los otros. Esas son las vidas que modelan para nosotros y nos moldean con su ejemplo.

Dios parece tener una deliciosa manera de desbaratar los planes que hemos hecho sin haberlo tomado en cuenta. Nosotros nos metemos en circunstancias que no fueron elegidas por Dios, y de pronto descubrimos que hemos estado planeando sin él.

Ni siquiera lo hemos considerado como un factor real y vital en la planeación de nuestras vidas. Y sin embargo, lo único que nos guarda de la posibilidad de preocuparnos, es el hecho de contar con él como el agente principal de nuestros planes.

Somos seducidos para poner a Dios primero en los asuntos espirituales, pero somos poco propensos a creer que es adecuado y necesario hacerlo también en los asuntos prácticos de la vida.

“No se turbe vuestro corazón…”. Es una orden que difícilmente podemos cumplir. En ocasiones, es bien difícil impedir que nuestro corazón se llene de inquietud. Pero debemos aprender a confiar en Dios, de modo tal, que adquiramos el hábito de ponerlo a él en primer lugar, y de planear nuestro futuro teniéndolo en la mira. Siempre que le demos el primer lugar a otras cosas, sufriremos confusión.

No debemos llevar sobre nuestros hombros la carga de prever el futuro. La preocupación no sólo es mala, sino que raya con la incredulidad, porque implica que no creemos que Dios pueda ocuparse de los detalles corrientes de nuestra vida. Y este es siempre el verdadero motivo de preocupación.

Amados amigos lectores, si queremos ser de utilidad para Dios, relacionémonos de una manera correcta con Jesucristo, y sin que nos demos cuenta, él nos hará personas útiles en cada instante de nuestra vida. Mi invitación sincera, es que nos abandonémonos en los brazos de Jesús y confiemos que estando en el hueco de su mano, nada nos hará daño.

Saludos y bendiciones en Jesús…

Columnista
11 julio, 2014

Concentrándonos en Dios

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Valerio Mejía Araújo

“Encomienda al Señor tu camino, confía en él y él hará”. Salmos 37:5 Frecuentemente estropeamos la influencia que Dios ha determinado ejercer por medio de nosotros, debido a nuestros esfuerzos personales para ser consecuentes y útiles. Jesús, en los evangelios, nos enseñó que había una sola manera de crecer y desarrollarnos espiritualmente y era concentrándonos […]


“Encomienda al Señor tu camino, confía en él y él hará”. Salmos 37:5

Frecuentemente estropeamos la influencia que Dios ha determinado ejercer por medio de nosotros, debido a nuestros esfuerzos personales para ser consecuentes y útiles.

Jesús, en los evangelios, nos enseñó que había una sola manera de crecer y desarrollarnos espiritualmente y era concentrándonos en Dios. En esencia estaba diciendo: “No te preocupes por ser útil, sencillamente cree en mí”. Dicho de otra manera, prestémosle atención a la fuente y de nuestro interior correrán ríos de agua viva.

Difícilmente descubriremos la fuente de nuestra vida natural por medio del sentido común y el razonamiento. Así, el crecimiento de nuestra vida espiritual no dependerá de nuestro cuidado y esfuerzo, sino de que nos concentremos en una relación cercana y vital con el Padre celestial.

Dios conoce nuestras circunstancias, y si permanecemos enfocados en él, vamos a crecer sin preocupaciones ni complejos, como los lirios del campo.

Las personas que ejercen mayor influencia en nuestras vidas, no son las que nos acorralan con su continuo hablar, sino las que viven de manera sencilla y natural permitiendo que la gracia y el favor de Dios, fluya a través de ellas hacia los otros. Esas son las vidas que modelan para nosotros y nos moldean con su ejemplo.

Dios parece tener una deliciosa manera de desbaratar los planes que hemos hecho sin haberlo tomado en cuenta. Nosotros nos metemos en circunstancias que no fueron elegidas por Dios, y de pronto descubrimos que hemos estado planeando sin él.

Ni siquiera lo hemos considerado como un factor real y vital en la planeación de nuestras vidas. Y sin embargo, lo único que nos guarda de la posibilidad de preocuparnos, es el hecho de contar con él como el agente principal de nuestros planes.

Somos seducidos para poner a Dios primero en los asuntos espirituales, pero somos poco propensos a creer que es adecuado y necesario hacerlo también en los asuntos prácticos de la vida.

“No se turbe vuestro corazón…”. Es una orden que difícilmente podemos cumplir. En ocasiones, es bien difícil impedir que nuestro corazón se llene de inquietud. Pero debemos aprender a confiar en Dios, de modo tal, que adquiramos el hábito de ponerlo a él en primer lugar, y de planear nuestro futuro teniéndolo en la mira. Siempre que le demos el primer lugar a otras cosas, sufriremos confusión.

No debemos llevar sobre nuestros hombros la carga de prever el futuro. La preocupación no sólo es mala, sino que raya con la incredulidad, porque implica que no creemos que Dios pueda ocuparse de los detalles corrientes de nuestra vida. Y este es siempre el verdadero motivo de preocupación.

Amados amigos lectores, si queremos ser de utilidad para Dios, relacionémonos de una manera correcta con Jesucristo, y sin que nos demos cuenta, él nos hará personas útiles en cada instante de nuestra vida. Mi invitación sincera, es que nos abandonémonos en los brazos de Jesús y confiemos que estando en el hueco de su mano, nada nos hará daño.

Saludos y bendiciones en Jesús…