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Columnista - 11 agosto, 2016

Con todo el derecho

Una semana escandalosa, ¿cuál? Todas las pasadas desde el día que el gobierno del presidente Santo… perdón: Santos, decidiera entrar formalmente a negociaciones con las Farc, concretar el fin del conflicto armado, que implica con ello el cese al fuego y la dejación de las armas que será un hecho cuando se apruebe la lista […]

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Una semana escandalosa, ¿cuál? Todas las pasadas desde el día que el gobierno del presidente Santo… perdón: Santos, decidiera entrar formalmente a negociaciones con las Farc, concretar el fin del conflicto armado, que implica con ello el cese al fuego y la dejación de las armas que será un hecho cuando se apruebe la lista de acuerdos “mutuamente” pactados entre gobierno y jefes subversivos, para llevar a Colombia a una unidad social estable.

Todo esto es muy bonito en papel -hasta cierto grado- y la oposición a ello se da gracias a que por nuestra sangre corre una herencia ancestral que nos hace actuar con cierta malicia indígena –ser desconfiados-, no siempre tragar entero, gracias a ello en nuestro país han sido una constante las disputas sociales, en su efecto existe una derecha y una izquierda, un verde y un amarillo, un liberal y un conservador –un juniorista y un nacionalista-… en fin. Como somos un país “netamente democrático” todo debe ser “aprobado” por el pueblo, esto siempre generando polémica, peleas y distanciamientos, que son desagradables políticamente hablando –hemos dado unos cuantos pasos atrás-.

En la actualidad la disputa es gracias al tan popular plebiscito, donde la disensión es tan mayúscula que estamos presenciando el desacuerdo social más grande de los últimos años en nuestro país (peleas, disturbios, discriminaciones etc.).

El escenario es muy incierto, aparecen unos cuantos retrogradas compulsivos, que no aceptan el legitimo derecho que tenemos todos de elegir libremente, también encontramos otros que si invitan al dialogo con argumentos en busca de cambiar formas de pensar y aclarar dudas -a su favor-, pero este acto ha entrado a un desgaste insoportable –imagino que por tan confusa y prorrogada negociación-, lleno de intolerancia flagrante en diputas públicas, gritos incoherentes que predican paz con actitudes de guerra, irrespetos mutuos a tutiplén, donde hemos olvidado el otro significado paralelo de la paz (que refiere a la tranquilidad mental de una persona o sociedad).

Es difícil cuestionar la posición del SI al plebiscito, y a quienes lo ven como el libro guía que nos llevará al fin de las hostilidades bilaterales, evitando al pueblo seguir siendo carne de caño y solucionar el fenómeno del narcotráfico -sigue-, pero muy fácil cuestionar la posición de los que le dicen SI a la paz pero NO al plebiscito, argumentando o mejor dicho solicitando que sea invitada su posición a reestructurar puntos en desacuerdo para llegar a una verdadero ejercicio de justicia. Cuestionar fanáticamente es incoherente, ya que al ser racionales nos da la capacidad de entender ambas posturas y sin entrar en vicios –mentales- comprender y respetar posiciones.

Invito al sano ejercicio democrático, evitar cualquier desvió negativo que entorpezca o altere la siempre sana tranquilidad que va paralelamente junto a la verdadera paz. Todo ciudadano inclínese: por el SI o por el NO, debe ser respetado, abolir cualquier acto de violencia en su contra, por la simple y clara razón de tener todo el derecho de actuar en su rol como libre elector, obtenido gracias a la Declaración Universal de los Derechos Humanos –algo que a veces se nos olvida-, es obvio que no podemos pretender paz a cargas de actos de guerra.

Por Andy Romero Calderón

 

Columnista
11 agosto, 2016

Con todo el derecho

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El Pilón

Una semana escandalosa, ¿cuál? Todas las pasadas desde el día que el gobierno del presidente Santo… perdón: Santos, decidiera entrar formalmente a negociaciones con las Farc, concretar el fin del conflicto armado, que implica con ello el cese al fuego y la dejación de las armas que será un hecho cuando se apruebe la lista […]


Una semana escandalosa, ¿cuál? Todas las pasadas desde el día que el gobierno del presidente Santo… perdón: Santos, decidiera entrar formalmente a negociaciones con las Farc, concretar el fin del conflicto armado, que implica con ello el cese al fuego y la dejación de las armas que será un hecho cuando se apruebe la lista de acuerdos “mutuamente” pactados entre gobierno y jefes subversivos, para llevar a Colombia a una unidad social estable.

Todo esto es muy bonito en papel -hasta cierto grado- y la oposición a ello se da gracias a que por nuestra sangre corre una herencia ancestral que nos hace actuar con cierta malicia indígena –ser desconfiados-, no siempre tragar entero, gracias a ello en nuestro país han sido una constante las disputas sociales, en su efecto existe una derecha y una izquierda, un verde y un amarillo, un liberal y un conservador –un juniorista y un nacionalista-… en fin. Como somos un país “netamente democrático” todo debe ser “aprobado” por el pueblo, esto siempre generando polémica, peleas y distanciamientos, que son desagradables políticamente hablando –hemos dado unos cuantos pasos atrás-.

En la actualidad la disputa es gracias al tan popular plebiscito, donde la disensión es tan mayúscula que estamos presenciando el desacuerdo social más grande de los últimos años en nuestro país (peleas, disturbios, discriminaciones etc.).

El escenario es muy incierto, aparecen unos cuantos retrogradas compulsivos, que no aceptan el legitimo derecho que tenemos todos de elegir libremente, también encontramos otros que si invitan al dialogo con argumentos en busca de cambiar formas de pensar y aclarar dudas -a su favor-, pero este acto ha entrado a un desgaste insoportable –imagino que por tan confusa y prorrogada negociación-, lleno de intolerancia flagrante en diputas públicas, gritos incoherentes que predican paz con actitudes de guerra, irrespetos mutuos a tutiplén, donde hemos olvidado el otro significado paralelo de la paz (que refiere a la tranquilidad mental de una persona o sociedad).

Es difícil cuestionar la posición del SI al plebiscito, y a quienes lo ven como el libro guía que nos llevará al fin de las hostilidades bilaterales, evitando al pueblo seguir siendo carne de caño y solucionar el fenómeno del narcotráfico -sigue-, pero muy fácil cuestionar la posición de los que le dicen SI a la paz pero NO al plebiscito, argumentando o mejor dicho solicitando que sea invitada su posición a reestructurar puntos en desacuerdo para llegar a una verdadero ejercicio de justicia. Cuestionar fanáticamente es incoherente, ya que al ser racionales nos da la capacidad de entender ambas posturas y sin entrar en vicios –mentales- comprender y respetar posiciones.

Invito al sano ejercicio democrático, evitar cualquier desvió negativo que entorpezca o altere la siempre sana tranquilidad que va paralelamente junto a la verdadera paz. Todo ciudadano inclínese: por el SI o por el NO, debe ser respetado, abolir cualquier acto de violencia en su contra, por la simple y clara razón de tener todo el derecho de actuar en su rol como libre elector, obtenido gracias a la Declaración Universal de los Derechos Humanos –algo que a veces se nos olvida-, es obvio que no podemos pretender paz a cargas de actos de guerra.

Por Andy Romero Calderón