Tenían cara de cachacos, no eran de por aquí, llegaron arrendando casas de patios grandes, como quien no quiere la cosa; entonces se montaron en unas escaleras altísimas, y comenzaron a destornillar el cielo para bajarlo. Las estrellas, la Luna y el Sol los desinstalaron como luces navideñas cuando llega enero; al rio lo fueron […]
Tenían cara de cachacos, no eran de por aquí, llegaron arrendando casas de patios grandes, como quien no quiere la cosa; entonces se montaron en unas escaleras altísimas, y comenzaron a destornillar el cielo para bajarlo. Las estrellas, la Luna y el Sol los desinstalaron como luces navideñas cuando llega enero; al rio lo fueron enrollando como si fiera alfombra; y la felicidad de la gente la fueron des tatuando, y volviéndola a tatuar en unas pocas pieles “eso de felicidad no es para todo mundo” decían. Al pueblo entero, desde niños hasta ancianos les ponían vendas en los ojos para que no vieran, como para jugar entre todos a la gallina ciega; mientras que a sus cercanos amigos les amordazaban la boca, y los encadenaban a unas hojas que tenían aspecto de contratos firmados, o escrituras de almas. Todo estaba plenamente planeado, se llevarían el pueblo entero para convertirlo en hectáreas de tierras, en vacas felices, y en cuentas mal bautizadas. El que dirigía el desmonte tenía la cabeza de un gato, el cuerpo era de un hombre elegante, sin embargo las nalgas parecían de gallo. Él se volvió experto en hacer cosas no pensadas; hizo malabares con el hambre ajena, autorizó a su gente hacer y deshacer, con la condición de que nadie en el pueblo se enterara (ah ya entiendo por qué tanta gente de afuera) y por último arrebató de miles de rostros sonrisas de todos los calibres y las convirtió en llantos largos; por último, proyectó un plan para borrar los recuerdos, sin embargo una voz se metió en su cabeza día y noche, que con autoridad le decía: “ cabeza de gato, con los recuerdos no te metas, para que tengas al menos quien te recuerde”.
Que viva la oralidad
Esta noche se llevará a cabo un acontecimiento digno de apreciar; en el salón Leandro Díaz de la Cámara de Comercio se reunirán para contar historias de nuestra tierra en boca de personajes interesantes, y de todo el que quiera contar; como también música de la buena, esa que nos pone a remover tiempos idos. La anfitriona del evento es la Fundación Aviva, en cabeza de la vallenatisima Alba Luz Luquez. Invito desde este espacio a los amantes de los buenos momentos a asistir a la gran velada; y de paso felicitar a Alba por querer tanto esta tierra.
Tenían cara de cachacos, no eran de por aquí, llegaron arrendando casas de patios grandes, como quien no quiere la cosa; entonces se montaron en unas escaleras altísimas, y comenzaron a destornillar el cielo para bajarlo. Las estrellas, la Luna y el Sol los desinstalaron como luces navideñas cuando llega enero; al rio lo fueron […]
Tenían cara de cachacos, no eran de por aquí, llegaron arrendando casas de patios grandes, como quien no quiere la cosa; entonces se montaron en unas escaleras altísimas, y comenzaron a destornillar el cielo para bajarlo. Las estrellas, la Luna y el Sol los desinstalaron como luces navideñas cuando llega enero; al rio lo fueron enrollando como si fiera alfombra; y la felicidad de la gente la fueron des tatuando, y volviéndola a tatuar en unas pocas pieles “eso de felicidad no es para todo mundo” decían. Al pueblo entero, desde niños hasta ancianos les ponían vendas en los ojos para que no vieran, como para jugar entre todos a la gallina ciega; mientras que a sus cercanos amigos les amordazaban la boca, y los encadenaban a unas hojas que tenían aspecto de contratos firmados, o escrituras de almas. Todo estaba plenamente planeado, se llevarían el pueblo entero para convertirlo en hectáreas de tierras, en vacas felices, y en cuentas mal bautizadas. El que dirigía el desmonte tenía la cabeza de un gato, el cuerpo era de un hombre elegante, sin embargo las nalgas parecían de gallo. Él se volvió experto en hacer cosas no pensadas; hizo malabares con el hambre ajena, autorizó a su gente hacer y deshacer, con la condición de que nadie en el pueblo se enterara (ah ya entiendo por qué tanta gente de afuera) y por último arrebató de miles de rostros sonrisas de todos los calibres y las convirtió en llantos largos; por último, proyectó un plan para borrar los recuerdos, sin embargo una voz se metió en su cabeza día y noche, que con autoridad le decía: “ cabeza de gato, con los recuerdos no te metas, para que tengas al menos quien te recuerde”.
Que viva la oralidad
Esta noche se llevará a cabo un acontecimiento digno de apreciar; en el salón Leandro Díaz de la Cámara de Comercio se reunirán para contar historias de nuestra tierra en boca de personajes interesantes, y de todo el que quiera contar; como también música de la buena, esa que nos pone a remover tiempos idos. La anfitriona del evento es la Fundación Aviva, en cabeza de la vallenatisima Alba Luz Luquez. Invito desde este espacio a los amantes de los buenos momentos a asistir a la gran velada; y de paso felicitar a Alba por querer tanto esta tierra.