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Columnista - 28 junio, 2013

Con los ojos del alma

Por Edgar Polo Flórez.  “Era sábado en la tarde, el día en que llegué a mi pueblo y me contaron la historia que le ocurrió a ‘la gordita’…y yo, que me trasnochaba y hasta pensaba quererla, hoy están jugando con ella y esas cosas me mortifican. Tanto que vaciló la morena, nada quiso conmigo; ahora […]

Por Edgar Polo Flórez. 

“Era sábado en la tarde, el día en que llegué a mi pueblo y me contaron la historia que le ocurrió a ‘la gordita’…y yo, que me trasnochaba y hasta pensaba quererla, hoy están jugando con ella y esas cosas me mortifican. Tanto que vaciló la morena, nada quiso conmigo; ahora le traigo esta cancioncita y con ella la castigo”.

En este párrafo sintetiza Leandro Díaz toda una historia de ilusión, amor, y sufrimiento. Regresa al terruño y al preguntar por la razón de sus ilusiones le cuentan que se fue con otro, quién además, está jugando con ella. Con gran frustración le compone un paseo, que es la válvula de escape de su sufrimiento y lleva expresa la sentencia que ha de cauterizar la herida: “La mujer que me desprecia yo la castigo cantando porque creo que maldecirla es acto de cobardía”.

A diferencia del común, Leandro Díaz convierte la frustración y la desdicha en una obra musical llena de sentimiento, paisaje y poesía para placer y solaz de multitudes. Cobra mayor relevancia aún, si quién le pone melodía al sufrimiento dentro de total inspiración y poesía es un ciego de nacimiento que describe su destino de pos traga, en el marco del exótico paisaje guajiro exclusividad de los videntes: “mejor me alejo cantando por un sendero guajiro, de esos que en noches de luna el alma canta y se inspira…al despertar la mañana cojo de nuevo el camino, que me ha de marcar el destino: cuál será el final de mi vida? quiero pasar la vida cantando con otra muchachita, pero primero pongo la mano, no vaya a ser gordita!”.

Nacido para la desdicha por su discapacidad limitante, en el seno de una familia que no tenía los medios para superarla, creció dentro de un relativo desamparo tal como se desprende de los relatos de sus vivencias, sus dificultades de movilización eran tales que, en su niñez, las idas al río Tocaimo –una de sus fuentes de inspiración- eran una tortura debido a que por su invidencia daba múltiples tumbos que le generaban escoriaciones. Leandro, en el fondo, era de una inteligencia natural, espiritualidad y nobleza infinitas. Sus más grandes éxitos corresponden a situaciones de sufrimiento o frustración: “…y cuando quiero flaquear siento que Dios no me deja, luego me pongo a cantar y le doy alivio a mis penas”, “él la vista me negó para que yo no mirara y en recompensa me dio los ojos bellos del alma”.

Así mismo: ‘Seguiré penando’, ‘Dios no me deja’, ‘A mí no me consuela nadie’, ‘Cultivo de penas’, ‘Tarde gris’ y ‘Para qué llorar’. Su desgracia fue la musa de  inspiración que le permitió convertir al sufrimiento en poesía y la poesía en canción. Era su forma de templar al “Cardón Guajiro que no lo marchita el sol”, una actitud de vida digna de emulación.

Sus temas más conocidos: Matilde Lina y La Diosa Coronada, mantienen la misma impronta. En ésta última su introducción: “…en adelanto van estos lugares ya tienen su Diosa coronada” la hace García Márquez el epígrafe de una de sus mejores novelas, ‘El amor en los tiempos del cólera’ que internacionaliza a Leandro Díaz y lo catapulta a la cúspide del estrellato como  poeta y uno de los dos mejores compositores de la más pura estirpe vallenata, sitial que le mantendrá por siempre en el recuerdo de los corazones agradecidos.

*[email protected]

Columnista
28 junio, 2013

Con los ojos del alma

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Edgar Polo

Por Edgar Polo Flórez.  “Era sábado en la tarde, el día en que llegué a mi pueblo y me contaron la historia que le ocurrió a ‘la gordita’…y yo, que me trasnochaba y hasta pensaba quererla, hoy están jugando con ella y esas cosas me mortifican. Tanto que vaciló la morena, nada quiso conmigo; ahora […]


Por Edgar Polo Flórez. 

“Era sábado en la tarde, el día en que llegué a mi pueblo y me contaron la historia que le ocurrió a ‘la gordita’…y yo, que me trasnochaba y hasta pensaba quererla, hoy están jugando con ella y esas cosas me mortifican. Tanto que vaciló la morena, nada quiso conmigo; ahora le traigo esta cancioncita y con ella la castigo”.

En este párrafo sintetiza Leandro Díaz toda una historia de ilusión, amor, y sufrimiento. Regresa al terruño y al preguntar por la razón de sus ilusiones le cuentan que se fue con otro, quién además, está jugando con ella. Con gran frustración le compone un paseo, que es la válvula de escape de su sufrimiento y lleva expresa la sentencia que ha de cauterizar la herida: “La mujer que me desprecia yo la castigo cantando porque creo que maldecirla es acto de cobardía”.

A diferencia del común, Leandro Díaz convierte la frustración y la desdicha en una obra musical llena de sentimiento, paisaje y poesía para placer y solaz de multitudes. Cobra mayor relevancia aún, si quién le pone melodía al sufrimiento dentro de total inspiración y poesía es un ciego de nacimiento que describe su destino de pos traga, en el marco del exótico paisaje guajiro exclusividad de los videntes: “mejor me alejo cantando por un sendero guajiro, de esos que en noches de luna el alma canta y se inspira…al despertar la mañana cojo de nuevo el camino, que me ha de marcar el destino: cuál será el final de mi vida? quiero pasar la vida cantando con otra muchachita, pero primero pongo la mano, no vaya a ser gordita!”.

Nacido para la desdicha por su discapacidad limitante, en el seno de una familia que no tenía los medios para superarla, creció dentro de un relativo desamparo tal como se desprende de los relatos de sus vivencias, sus dificultades de movilización eran tales que, en su niñez, las idas al río Tocaimo –una de sus fuentes de inspiración- eran una tortura debido a que por su invidencia daba múltiples tumbos que le generaban escoriaciones. Leandro, en el fondo, era de una inteligencia natural, espiritualidad y nobleza infinitas. Sus más grandes éxitos corresponden a situaciones de sufrimiento o frustración: “…y cuando quiero flaquear siento que Dios no me deja, luego me pongo a cantar y le doy alivio a mis penas”, “él la vista me negó para que yo no mirara y en recompensa me dio los ojos bellos del alma”.

Así mismo: ‘Seguiré penando’, ‘Dios no me deja’, ‘A mí no me consuela nadie’, ‘Cultivo de penas’, ‘Tarde gris’ y ‘Para qué llorar’. Su desgracia fue la musa de  inspiración que le permitió convertir al sufrimiento en poesía y la poesía en canción. Era su forma de templar al “Cardón Guajiro que no lo marchita el sol”, una actitud de vida digna de emulación.

Sus temas más conocidos: Matilde Lina y La Diosa Coronada, mantienen la misma impronta. En ésta última su introducción: “…en adelanto van estos lugares ya tienen su Diosa coronada” la hace García Márquez el epígrafe de una de sus mejores novelas, ‘El amor en los tiempos del cólera’ que internacionaliza a Leandro Díaz y lo catapulta a la cúspide del estrellato como  poeta y uno de los dos mejores compositores de la más pura estirpe vallenata, sitial que le mantendrá por siempre en el recuerdo de los corazones agradecidos.

*[email protected]