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Columnista - 2 diciembre, 2024

Con la ciencia en mis manos

(Nota a un par de médicos amigos, mi compadre Marcelo Calderón y Arnoldo Suárez)

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(Nota a un par de médicos amigos, mi compadre Marcelo Calderón y Arnoldo Suárez)

Hay en la vida muchos seres afortunados y tal vez me cuente entre ellos, si ser afortunado es gozar de privilegios como tener buenos amigos, gozar de paz espiritual y familiar y saborear la dicha del trabajo diario a base de la lucha incansable por lograrlo, y, sobre todo, si esos seres cercanos que nos rodean tienen calificativos altos y escondidos dentro de la profesión u oficio que ejercen.

Los grandes pensadores siempre han dicho que la vida sin problemas no es vida, y así es, la solución constante de los mismos causa satisfacción inmensa cuando se suceden y mucho más, cuando nos sentimos incapaces, pero buscamos las personas idóneas quienes nos ayudan sin reparos en su solución.

Esto nos sucede a menudo sin saber que todos, ricos o pobres, de todas las clases sociales, al final disponemos de una luz manejada por genios escondidos que viven al lado nuestro y su presencia la vemos común y corriente por la confianza, convivencia y familiaridad que guardamos.

Lo he palpado a diario y en mis estados de salud, como los de mucha gente del medio regional lo palpan también, cuando con sus actos de sabiduría sencilla le encomendamos nuestros malestares fisiológicos y sin recurrir a grandes medios que el modernismo nos depara, logran estos milagrosos médicos, desentrañar y diagnosticar con una facilidad pasmosa, el mal que nos aqueja. He visto centenares de casos, como cánceres, enfermedades letales asintomáticas y muchos males del cuerpo, cómo son avaladas en forma cuasi perfecta, por estos dominadores de la ciencia y la salud.

No hay nada más reprobable por la opinión pública que las acciones del mal, pero también agradan y causan orgullo las manifestaciones de éxitos para con las buenas acciones de sus gentes: un buen deportista, un gran estudiante, un líder social, un buen gobernante, un buen profesional, sobre todo cómo a los que me refiero dentro de la ciencia de la medicina, que cuando uno escucha esas manifestaciones elogiosas y dignificantes… ¡Esos señores son unos científicos!… que dice alguien, refiriéndose a mis amigos, a los que veo todos los días y los veo tan sencillos, simples y modestos…, que me pone a pensar lleno de orgullo: ¡carajo! ¡Yo soy alguien también afortunado, si soy como un hermano de estos hombres!

¡Con razón… aún no he muerto!

Un buen médico trata la enfermedad; el gran médico trata al paciente que tiene la enfermedad. Donde hay amor por la medicina hay amor por la humanidad. Hipócrates

Por: Fausto Cotes N.

Columnista
2 diciembre, 2024

Con la ciencia en mis manos

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Fausto Cotes

(Nota a un par de médicos amigos, mi compadre Marcelo Calderón y Arnoldo Suárez)


(Nota a un par de médicos amigos, mi compadre Marcelo Calderón y Arnoldo Suárez)

Hay en la vida muchos seres afortunados y tal vez me cuente entre ellos, si ser afortunado es gozar de privilegios como tener buenos amigos, gozar de paz espiritual y familiar y saborear la dicha del trabajo diario a base de la lucha incansable por lograrlo, y, sobre todo, si esos seres cercanos que nos rodean tienen calificativos altos y escondidos dentro de la profesión u oficio que ejercen.

Los grandes pensadores siempre han dicho que la vida sin problemas no es vida, y así es, la solución constante de los mismos causa satisfacción inmensa cuando se suceden y mucho más, cuando nos sentimos incapaces, pero buscamos las personas idóneas quienes nos ayudan sin reparos en su solución.

Esto nos sucede a menudo sin saber que todos, ricos o pobres, de todas las clases sociales, al final disponemos de una luz manejada por genios escondidos que viven al lado nuestro y su presencia la vemos común y corriente por la confianza, convivencia y familiaridad que guardamos.

Lo he palpado a diario y en mis estados de salud, como los de mucha gente del medio regional lo palpan también, cuando con sus actos de sabiduría sencilla le encomendamos nuestros malestares fisiológicos y sin recurrir a grandes medios que el modernismo nos depara, logran estos milagrosos médicos, desentrañar y diagnosticar con una facilidad pasmosa, el mal que nos aqueja. He visto centenares de casos, como cánceres, enfermedades letales asintomáticas y muchos males del cuerpo, cómo son avaladas en forma cuasi perfecta, por estos dominadores de la ciencia y la salud.

No hay nada más reprobable por la opinión pública que las acciones del mal, pero también agradan y causan orgullo las manifestaciones de éxitos para con las buenas acciones de sus gentes: un buen deportista, un gran estudiante, un líder social, un buen gobernante, un buen profesional, sobre todo cómo a los que me refiero dentro de la ciencia de la medicina, que cuando uno escucha esas manifestaciones elogiosas y dignificantes… ¡Esos señores son unos científicos!… que dice alguien, refiriéndose a mis amigos, a los que veo todos los días y los veo tan sencillos, simples y modestos…, que me pone a pensar lleno de orgullo: ¡carajo! ¡Yo soy alguien también afortunado, si soy como un hermano de estos hombres!

¡Con razón… aún no he muerto!

Un buen médico trata la enfermedad; el gran médico trata al paciente que tiene la enfermedad. Donde hay amor por la medicina hay amor por la humanidad. Hipócrates

Por: Fausto Cotes N.