Es la enfermedad que está sufriendo el presidente Juan Manuel Santos. La misma de la que habla Roberto D. Kaplan en su libro ‘El Autismo en el Liderazgo’. Claramente, la situación por la que está atravesando el presidente Santos es muy crítica. En las recientes encuestas el 71% de los encuestados desaprueba su gestión y […]
Es la enfermedad que está sufriendo el presidente Juan Manuel Santos. La misma de la que habla Roberto D. Kaplan en su libro ‘El Autismo en el Liderazgo’.
Claramente, la situación por la que está atravesando el presidente Santos es muy crítica. En las recientes encuestas el 71% de los encuestados desaprueba su gestión y la mayoría no cree en la implementación de los acuerdos con las Farc. Su gobierno se ha convertido en un show libreteado y soberbio. La estrategia de lanzar un globo al aire cada vez que los indicadores de la economía muestran un bajonazo por el pobre desempeño y la improvisación de su equipo de gobierno, no le ha dado buenos resultados. A un año y pico de terminar su mandato, no es claro cuál ha sido la gestión de su gobierno, excepto la firma de un acuerdo de paz que fue rechazado por la mayoría de los colombianos en un plebiscito.
Cuando comenzó su mandato en el 2010, prometió poner andar las locomotoras del agro, minería, vivienda, innovación, infraestructura y educación. Siete años después, los escándalos de despilfarro y corrupción frenaron el impacto de esas iniciativas en el desarrollo de la economía del país. Nadie da cuentas a donde fueron a parar los $250.000 millones que le giraron a los miembros de la Cumbre Agraria, los $1.3 billones que se gastaron en los contratos de los comedores escolares, los $ 8.5 billones que se tumbaron en Reficar y los 11.1 millones de dólares de coimas que repartió Odebrecht en los contratos de la Ruta del Sol y la vía a Puerto Gamarra. La Contraloría General de la República es la única entidad del Estado que ha mostrado resultados concretos en estas investigaciones.
Tampoco sabemos cuál fue el costo-beneficio de los programas Pipe, Ser Pilo Paga (que dejó colgado de la brocha a cientos de estudiantes), Colombia Siembra (con un recorte de $594.000 millones para el 2017) y una veintena más de programas mediáticos que solo han servido de fachada para repartir mermelada a los congresistas de su coalición de gobierno. Ahora, pretenden vía Fast Track girarle un chequecito de $4 billones a los 7.000 desmovilizado de las Farc. A los 70.000 indígenas wayuu que se están muriendo de hambre y sed en el desierto de La Guajira, no le dejaron ni las sobras.
¿Dónde quedó el Juan Manuel Santos que nos vendieron con talante de estadista para las elecciones del 2010? Ni siquiera le ha servido, tener de aliados a El Tiempo, Semana y la W Radio, para levantar su imagen en las encuestas. Es un presidente encerrado y aislado del ciudadano de a pie, al que su guardia pretoriana de Palacio no le cuenta toda la verdad y cuando se conoce, sale tarde a poner la cara. Es un gobierno sin equipo. Cada ministro maneja su agenda propia y muchas de sus decisiones son desautorizadas por los Altos Consejeros de Palacio. Un total autismo de poder.
En el tintero: Gravísimo que el presidente haya afirmado en un acto público, que nombró al expresidente de Asocaña como embajador en Argentina, para poder bajar el precio del azúcar.
Por Indalecio Dangond Baquero
Es la enfermedad que está sufriendo el presidente Juan Manuel Santos. La misma de la que habla Roberto D. Kaplan en su libro ‘El Autismo en el Liderazgo’. Claramente, la situación por la que está atravesando el presidente Santos es muy crítica. En las recientes encuestas el 71% de los encuestados desaprueba su gestión y […]
Es la enfermedad que está sufriendo el presidente Juan Manuel Santos. La misma de la que habla Roberto D. Kaplan en su libro ‘El Autismo en el Liderazgo’.
Claramente, la situación por la que está atravesando el presidente Santos es muy crítica. En las recientes encuestas el 71% de los encuestados desaprueba su gestión y la mayoría no cree en la implementación de los acuerdos con las Farc. Su gobierno se ha convertido en un show libreteado y soberbio. La estrategia de lanzar un globo al aire cada vez que los indicadores de la economía muestran un bajonazo por el pobre desempeño y la improvisación de su equipo de gobierno, no le ha dado buenos resultados. A un año y pico de terminar su mandato, no es claro cuál ha sido la gestión de su gobierno, excepto la firma de un acuerdo de paz que fue rechazado por la mayoría de los colombianos en un plebiscito.
Cuando comenzó su mandato en el 2010, prometió poner andar las locomotoras del agro, minería, vivienda, innovación, infraestructura y educación. Siete años después, los escándalos de despilfarro y corrupción frenaron el impacto de esas iniciativas en el desarrollo de la economía del país. Nadie da cuentas a donde fueron a parar los $250.000 millones que le giraron a los miembros de la Cumbre Agraria, los $1.3 billones que se gastaron en los contratos de los comedores escolares, los $ 8.5 billones que se tumbaron en Reficar y los 11.1 millones de dólares de coimas que repartió Odebrecht en los contratos de la Ruta del Sol y la vía a Puerto Gamarra. La Contraloría General de la República es la única entidad del Estado que ha mostrado resultados concretos en estas investigaciones.
Tampoco sabemos cuál fue el costo-beneficio de los programas Pipe, Ser Pilo Paga (que dejó colgado de la brocha a cientos de estudiantes), Colombia Siembra (con un recorte de $594.000 millones para el 2017) y una veintena más de programas mediáticos que solo han servido de fachada para repartir mermelada a los congresistas de su coalición de gobierno. Ahora, pretenden vía Fast Track girarle un chequecito de $4 billones a los 7.000 desmovilizado de las Farc. A los 70.000 indígenas wayuu que se están muriendo de hambre y sed en el desierto de La Guajira, no le dejaron ni las sobras.
¿Dónde quedó el Juan Manuel Santos que nos vendieron con talante de estadista para las elecciones del 2010? Ni siquiera le ha servido, tener de aliados a El Tiempo, Semana y la W Radio, para levantar su imagen en las encuestas. Es un presidente encerrado y aislado del ciudadano de a pie, al que su guardia pretoriana de Palacio no le cuenta toda la verdad y cuando se conoce, sale tarde a poner la cara. Es un gobierno sin equipo. Cada ministro maneja su agenda propia y muchas de sus decisiones son desautorizadas por los Altos Consejeros de Palacio. Un total autismo de poder.
En el tintero: Gravísimo que el presidente haya afirmado en un acto público, que nombró al expresidente de Asocaña como embajador en Argentina, para poder bajar el precio del azúcar.
Por Indalecio Dangond Baquero