Cansados de la presencia permanente de grupos de jóvenes drogadictos que mantienen atemorizados a su sector, los vecinos de la Urbanización Los Mayales salieron ayer a protestar con el fin de llamar la atención de las autoridades. Son los primeros en expresar su temor y preocupación por una situación que se vive en toda la […]
Cansados de la presencia permanente de grupos de jóvenes drogadictos que mantienen atemorizados a su sector, los vecinos de la Urbanización Los Mayales salieron ayer a protestar con el fin de llamar la atención de las autoridades. Son los primeros en expresar su temor y preocupación por una situación que se vive en toda la ciudad.
EL PILÓN en los dos últimos meses ha publicado informes sobre los altos índices de drogadicción en Valledupar, especialmente en jóvenes, incluso niños que desde los nueve años consumen alguna sustancia psicoactiva. De cada 10 pacientes que llegan a la Unidad de Siquiatría del Hospital Rosario Pumarejo de López, seis son por la dependencia de farmacos. También ha ocupado la agenda periodística el acecho que hacen los expendedores de droga en los colegio de la ciudad, lo cual hace que los menores caigan con mayor facilidad en la drogadicción.
A esto se le suma que las llamadas ollas o sitios donde venden cualquier clase de droga -perico, marihuana, basuco y cocaína, están por doquier. Sin duda alguna, razón tiene la comunidad de Los Mayales en salir a reclamar mayor seguridad, si el problema se les ha salido de las manos a las autoridades en primer lugar, a los hogares vallenatos que dejan a sus hijos a su libre albedrío, y a la sociedad en general que tolera este tipo de prácticas.
Los parques de la ciudad se han vuelto peligrosos. Los niños y niñas que antes iban en busca de sana diversión acompañados de adultos, temen volver porque a éstos se los tomaron los drogadictos, que delante de los pequeños y sin ningún asomo de verguenza consumen drogas.
Qué más tiene que pasar en la ciudad para que el problema de la drogadicción sea abordado realmente como un problema de salud pública? La Policía Nacional ha realizado operativos para desmantelar las ollas, las cuales parece que se multiplican como el maná y a pesar de que la ciudadanía denuncia y ve a simple vista donde funcionan estos sitios, la efectividad de las autoridades es precaria. Falta mano dura de las autoridades?
En Valledupar existe el Centro de Recepción y Observación al Menor Infractor de la Ley Penal, CROMI, donde el 98% de los menores que ingresan son farmacodependientes, el cual sólo en dos años ha recibido a más de 350 adolescentes; y hace tres meses anunciaron la apertura del Centro de Protección para la Niñez en Valledupar para rehabilitar a esta población que está consumiendo sustancias psicoactivas. Llenar la ciudad de centros para atender a drogadictos, especialmente menores de edad, no es la solución. La ruta es otra y está en manos de las autoridades tanto del nivel municipal como departamental y de las familias.
Cansados de la presencia permanente de grupos de jóvenes drogadictos que mantienen atemorizados a su sector, los vecinos de la Urbanización Los Mayales salieron ayer a protestar con el fin de llamar la atención de las autoridades. Son los primeros en expresar su temor y preocupación por una situación que se vive en toda la […]
Cansados de la presencia permanente de grupos de jóvenes drogadictos que mantienen atemorizados a su sector, los vecinos de la Urbanización Los Mayales salieron ayer a protestar con el fin de llamar la atención de las autoridades. Son los primeros en expresar su temor y preocupación por una situación que se vive en toda la ciudad.
EL PILÓN en los dos últimos meses ha publicado informes sobre los altos índices de drogadicción en Valledupar, especialmente en jóvenes, incluso niños que desde los nueve años consumen alguna sustancia psicoactiva. De cada 10 pacientes que llegan a la Unidad de Siquiatría del Hospital Rosario Pumarejo de López, seis son por la dependencia de farmacos. También ha ocupado la agenda periodística el acecho que hacen los expendedores de droga en los colegio de la ciudad, lo cual hace que los menores caigan con mayor facilidad en la drogadicción.
A esto se le suma que las llamadas ollas o sitios donde venden cualquier clase de droga -perico, marihuana, basuco y cocaína, están por doquier. Sin duda alguna, razón tiene la comunidad de Los Mayales en salir a reclamar mayor seguridad, si el problema se les ha salido de las manos a las autoridades en primer lugar, a los hogares vallenatos que dejan a sus hijos a su libre albedrío, y a la sociedad en general que tolera este tipo de prácticas.
Los parques de la ciudad se han vuelto peligrosos. Los niños y niñas que antes iban en busca de sana diversión acompañados de adultos, temen volver porque a éstos se los tomaron los drogadictos, que delante de los pequeños y sin ningún asomo de verguenza consumen drogas.
Qué más tiene que pasar en la ciudad para que el problema de la drogadicción sea abordado realmente como un problema de salud pública? La Policía Nacional ha realizado operativos para desmantelar las ollas, las cuales parece que se multiplican como el maná y a pesar de que la ciudadanía denuncia y ve a simple vista donde funcionan estos sitios, la efectividad de las autoridades es precaria. Falta mano dura de las autoridades?
En Valledupar existe el Centro de Recepción y Observación al Menor Infractor de la Ley Penal, CROMI, donde el 98% de los menores que ingresan son farmacodependientes, el cual sólo en dos años ha recibido a más de 350 adolescentes; y hace tres meses anunciaron la apertura del Centro de Protección para la Niñez en Valledupar para rehabilitar a esta población que está consumiendo sustancias psicoactivas. Llenar la ciudad de centros para atender a drogadictos, especialmente menores de edad, no es la solución. La ruta es otra y está en manos de las autoridades tanto del nivel municipal como departamental y de las familias.